Hace más de diez años, cuando Elvira Navarro convirtió en protagonista de su novela La ciudad feliz a Chi-Huei, un niño que había permanecido en China mientras sus padres montaban un asador de pollos en España y que finalmente llegaba aquí para malvivir trabajando y estudiando, muchos lectores agradecimos que alguien pusiera negro sobre blanco las dificultades de comenzar hoy una nueva vida en tierra y lengua extrañas, cuando el motivo de la migración no era ni una guerra ni una persecución política o religiosa, sino simplemente la necesidad de huir de la miseria, el sueño de prosperar.
Margaryta Yakovenko (Tokmak, Ucrania, 1992), autodefinida como “periodista y emigrante”, asume el mismo desafío en su primer libro, Desencajada, y narra de manera espléndida, en primera persona, lo sentido y vivido por una joven ucraniana muy parecida a ella misma, Daria, que se convierte en ciudadana española a los 27 años, tras pasar 20 viviendo aquí.
El libro, un relato autobiográfico rebosante de tristeza, nostalgia y humor, retrata certezas como que el lugar del que te vas y al que regresas nunca es el mismo, que las palabras que mejor retratan nuestro país son “mañana” y “poco a poco”, y que no hay nada ni nadie que “tenga que ayudarte” o que pueda hacerlo, porque jamás te va a abandonar una palabra que aprendiste de niña: odinochestvo. Soledad.