Hoy he experimentado una especie de sacudida y no he sabido a qué atribuirlo. No ha sido una sensación suave, sino algo brusco y contundente. Parecía que el mundo había interrumpido su marcha. Poco después, me han llamado y me han dicho que Quino había muerto. De inmediato he comprendido lo que había sucedido. El mundo se había parado un instante, estupefacto y confuso. Cuando muere un gran creador, los cielos se oscurecen y los ríos remontan su curso. Imagino que Mafalda ha gritado con todas sus fuerzas y sus palabras han dado la vuelta a la Tierra, convocando a todos los elementos para que expresaran su pesar. Hoy el mundo está de luto. Hemos perdido a uno de los espíritus más lúcidos, insobornables y creativos de ese género menospreciado que cambia constantemente de nombre: tebeo, cómic, historieta. Son variantes que nacen de un propósito común: dignificar una forma de creación y expresión que combina el dibujo, la inteligencia y el humor.

Cuando me han pedido un artículo para honrar la memoria de Quino, he subido las escaleras de mi casa en las afueras de un pueblo, buscando a sus personajes en las estanterías de mi biblioteca, donde conviven los libros y los tebeos en perfecta armonía. Desolado, he comprobado que mis sobrinos habían saqueado ferozmente mi pequeña colección de Quino, dejando tan solo piezas menores. Mi contrariedad se ha convertido en júbilo cuando he comprendido que no cabía mejor homenaje a Quino y a sus criaturas. Las nuevas generaciones siguen leyendo a Mafalda con regocijo. No es un simple vestigio del pasado o un recuerdo nostálgico, sino un personaje muy vivo que sigue incendiando conciencias y promoviendo el inconformismo.  

La niña argentina del lazo que flota sobre dos abundantes crenchas negras se convirtió en un mito hace décadas. Nacida en 1964, fue inicialmente concebida para promocionar la marca de electrodomésticos Mansfield de la empresa Siam Di Tella. No cuajó como icono publicitario, pero enseguida desembarcó en las páginas de la revista Primera Plana. En 1965 pasó al diario argentino El Mundo y en 1968 saltó al semanario Siete Días Ilustrados. El 25 de junio de 1973 y, después de 1.928 tiras, se publicó la última historieta de Mafalda por decisión de Quino.

Muchos sintieron que les despojaban de una querida amiga y el mundo perdió una voz incorruptible. En solo una década, Mafalda revolucionó el planeta. Yo creo que fue la precursora del Mayo del 68, una auténtica subversiva, siempre en guerra con los abusos del capitalismo y con la mano alzada para agitar la bandera de la utopía. Su sangre jacobina procedía de su creador, el entrañable Joaquín Salvador Lavado, mundialmente conocido como Quino, un hombre de convicciones laicas y republicanas.

Hijo de emigrantes andaluces, nació en Mendoza, Argentina, en 1932. Su vocación despuntó pronto por influencia de su tío Joaquín Tejón, pintor y diseñador gráfico. A los treces años comenzó los estudios de Bellas Artes, pero los dejó a medias para dedicarse a las historietas. Publicó su primera página en 1954, pero el éxito le llegó con Mafalda. Su hija de papel —no tuvo hijos biológicos, pues siempre opinó que el mundo era una porquería y que constituía una faena arrojar a él una nueva vida— pronunció algunas de las mejores frases del siglo, agitando las conciencias. Mafalda nos enseñó que la vida nos lleva muchas veces por delante, frustrando el espejismo de ser dueños de nuestro destino; que “lo urgente no deja tiempo para lo importante”; que a veces sería necesario vivir sin darse cuenta o felizmente engañados; que el espíritu necesita maquillaje desde una edad muy temprana; que el Sur, pobre y subdesarrollado, no ha hecho nada para merecer al Norte, rico y arrogante.

Iconoclasta y deslenguada, Mafalda elevó su voz al cielo, preguntándole a Dios si “había patentado esta idea del manicomio redondo”. Demasiada provocación para la Argentina de Videla, que consideró a Quino un agitador. El dibujante no esperó a que una noche llamaran a su puerta y no fuera el lechero, sino un “grupo de tareas” (escuadrones de policías y militares) dedicado a “chupar” (secuestrar) a subversivos. En 1976  se exilió en Milán y en 1990 obtuvo la ciudadanía española. Mafalda reapareció puntualmente para promocionar causas humanitarias, pero la fama de la “heroína iracunda”, por utilizar una expresión de Umberto Eco, no cesó de crecer. Se convirtió en el símbolo del inconformismo juvenil. Amante de la música de los Beatles, enamorada del Pájaro Loco y mortalmente enemistada con la sopa, Mafalda vertió en más más de treinta idiomas su ironía y su clarividencia.

En una de sus tiras más memorables, lee en un voluminoso diccionario la definición de democracia: “Gobierno en que el pueblo ejerce su soberanía”. No puede contener las carcajadas. Ni en la mesa, ni la cama, doce horas después. Al igual que el Valle-Inclán de Luces de bohemia, Mafalda sabe que el mundo es una farsa, “una triste mojiganga”. En 2014, Quino recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. En un principio, no le hizo mucha gracia ser galardonado por una monarquía, pero tras conversar con Felipe VI y Doña Letizia descubrió que una testa coronada también puede albergar una mente abierta, cultivada y dialogante.

Después de separarse de Mafalda, Quino se orientó a un público más adulto, publicando libros de humor. Tengo sobre mi escritorio uno de ellos: Ni arte ni parte. Es un hilarante recorrido por la música, la literatura, la pintura y la escultura. Quino aprovecha la ocasión para manifestar su devoción por Bach y para denunciar que el artista siempre será un incomprendido. Para la sociedad, el genio es un chiflado que incomoda a corto plazo y al que la posteridad honra por una serie de incomprensibles malentendidos. Quino resucitó a Mafalda en 1987 cuando el presidente Raúl Alfonsín sufrió un golpe de estado. Mafalda apareció, gritando: “¡Sí a la democracia! ¡Sí a la justicia! ¡Sí a la libertad! ¡Sí a la vida!”. Quino desautorizó el uso de su personaje en una campaña contra el aborto, declarando que apoyaba las leyes que autorizaban la interrupción del embarazo.

Mafalda llegó al cine en un largometraje de dibujos animados, pero cuando Quino acudió al estreno escuchó a algunos espectadores quejarse, diciendo: “¡Esa no es la voz de Mafalda!”. Las siguientes versiones cinematográficas prescindieron de los diálogos. Curiosamente, sucedió lo mismo con la adaptación de las aventuras de Tintín realizadas por Spielberg. Muchos espectadores afirmaban que esa no era la voz de Haddock. Estas anécdotas revelan la grandeza de Quino y Hergé, capaces de crear personajes mucho más reales que la prosaica y fantasmagórica realidad

La muerte de Quino deja grandes enigmas sin resolver. ¿Cuál es el apellido de Mafalda? Sabemos que su madre se llama Raquel, pero ¿cómo se llama el padre? Quino confesó que se sentía muy cerca de Felipe, uno de los amigos de Mafalda. Ingenuo, soñador, algo vago, tímido y despistado, todo sugiere que personaje y creador compartían la misma visión del mundo y el mismo talante vital. La muerte de Quino me ha dejado muy triste. Hoy me gustaría que el mundo se parara para poder bajarme. Al menos un rato. Pero el mundo sigue girando y Mafalda, más indignada que nunca, nos pide que sigamos luchando contra las injusticias y, si es posible, borremos la sopa de la faz de la tierra.

@Rafael_Narbona