Esta nueva novela breve de Juan Cárdenas (Popayán, Colombia, 1978) nace al amparo de las investigaciones que el autor realizó en el sur de su país, y su ‘Nota Liminar’ afirma que tiene como objetivo contribuir al “proyecto más urgente de la cultura universal, a saber, la aniquilación definitiva del Hombre Blanco”. Sabemos que quedan lejos los días en que podía darse por sentado un consenso mínimo sobre la necesidad de criticar el colonialismo (ahora, eso pone nerviosa a mucha gente); que las inequívocas mayúsculas con que se habla del Gran Blanco no servirán para que los lectores más a la defensiva distingan entre sus vidas individuales y la alusión a un arquetipo; en fin, sabemos que un texto literario que, antes de empezar, explicita lo político entre sus ejes vertebrales despertará recelos.
Una lástima para quienes los alberguen, porque Elástico de sombra merece una lectura. Precisamente, y como siempre en su autor, es intrigante descubrir los sofisticados caminos estilísticos y artísticos por los que esa carga política avanza y se articula en el texto: por ejemplo, sus elecciones lingüísticas (de una riqueza concreta, local, que gozamos como locos); o la introducción de un tono que sería realismo mágico si no fuera porque está a años luz, generacional, poética, conceptualmente de lo que dio en llamarse así durante décadas, y ahora apenas se recuerda. Cien páginas de seriedad, pero muy juguetonas en su superficie, lúdicas, leves en el mejor sentido. Arraigadas.
¿Cómo contribuye Elástico de sombra a poner en un brete al colonizador “blancoide”? Pues recuperando como eje del relato la esgrima de machete, una tradición negra de sutileza tan digna de mitificarse como cualquier arte marcial oriental, solo que, ¡ay!, jamás ha gozado de Imperio alguno que lo reivindique. En estas páginas, un joven estudioso acompaña a dos maestros esgrimistas en la búsqueda de los conocimientos extraviados de esa disciplina, a punto de perderse para siempre en medio de la globalización. Por el camino, se producen transformaciones, apariciones daimónicas y duelos terribles, y asistimos a la pervivencia de una cultura orgullosa y sabia.
'Elástico de sombra' es cien páginas de seriedad, pero muy juguetonas en su superficie, lúdicas, leves en el mejor sentido. Una novela que merece una lectura
Como tantos escritores, pero también como el antropólogo Michael Taussing en Palma africana (sin traducción castellana a día de hoy), Cárdenas sabe que al discurso que sustenta al poder se lo vence, o se intenta, desde la reinvención constante de la narrativa. En su caso, las formas de oralidad antiquísimas en aquel territorio devienen gesto de desprecio frente a una modernidad criminal. Es cierto que tal vez al libro se le nota un poco su origen ligado a una investigación, y que su estructura tiene un no sé qué didáctico o mecánico, pero el lenguaje salva ese corsé en todo momento. Es el sabor del lenguaje el que nos traslada el conocimiento revulsivo: en dos páginas extraordinarias, el autor vincula el conocimiento, el misterio, la memoria, el “saber”, con el “sabor”, es decir, con el cuerpo, el ritmo, la fisicidad (sabor y memoria, ¿nos suena de algo a los señores blancos? ¿A la escritura de un antepasado venerable citado siempre en su desayuno?).
Pero, para acabar con el Hombre Blanco, hay que asaltar su Hombría así como su Blanquitud (seguimos con las mayúsculas). Hacia el final del libro, Elástico de sombra convoca también una fuerza femenina, tejedora y luchadora por igual, que no cree en héroes sino en redes y transportes, guardiana de la memoria, avanzando en la sombra sin miedo a dar miedo, pero sin miedo a acoger. Una esgrima del contrapoder.