Vanessa Springora: "Tardé mucho tiempo en considerarme víctima de Matzneff"
La escritora relata en 'El consentimiento' la relación que mantuvo con el escritor francés, alabado en los círculos intelectuales de su país, cuando ella tenía 14 y él 49 años
14 octubre, 2020 07:41Abalado por los círculos literarios franceses y autor de unos cincuenta libros, Gabriel Matzneff tenía 49 años cuando conoció a Vanessa Springora en una cena organizada por su madre, jefa de prensa de una editorial. Vanessa tenía entonces 14 años. Ambos iniciaron una relación amorosa, a pesar de la diferencia de edad, que la escritora, también editora, narró a finales de 2019 en su libro El consentimiento (Lumen). El conocido como caso Matzneff puso en entredicho la ética de los círculos culturales e intelectuales en Francia y evidenció la complicidad y la falta de visión crítica hacia una obra donde el propio escritor se vanagloriaba de sus relaciones con menores y era conocido por sus historias sobre el arte de seducir a chicos y chicas de diez a quince años.
Aplaudido por el sector literario francés, y galardonado con el Premio Renaudot de ensayo en 2013, Springora se sorprende ahora de que en ese momento nadie con un mínimo conocimiento intelectual se hubiera si quiera planteado si era legítimo o no lo que el autor había escrito. “Incluso hoy en día me cuesta comprenderlo”, señala durante la presentación de su novela, fenómeno de ventas en Francia que ha sido traducida ya a más de veinte idiomas. “Yo creo que entonces estábamos en una época un poco libertaria, había una gran confusión intelectual en aquella época, la pedofidilia era vista como una opción sexual como cualquier otra –intenta analizar-. Hubo una especie de explosión relacionada con la liberación de las cosas. Además también hay que reconocer que la figura del intelectual que escribe en Francia tiene un estatus especial, de figura intocable por encima de la ley. En cierto modo creían que era una especie de ficción. Les costaba creer que había personas reales. Nadie trató de encontrar la verdad en sus escritos pero no era un mitómano, lo que contaba era real”.
Matzneff, que solía presumir en público de sus artes de conquista, era tan carismático que su propia madre acabó seducida por su figura. “Cuando ella intentó explicarme su reputación yo no me lo creí. Si ella hubiera tenido el valor de enfrentarse a mi deseo y prohibírmelo habría sido muy difícil nuestra relación pero me habría resultado más fácil perdonarla. En aquel entonces no fui capaz, luego como adulta sí. Hay que saber ponerles límites a los menores porque para eso está el adulto. Pero mi madre era soltera, muy joven, estaba muy implicada en su trabajo y seguramente ella misma estaba fascinada por esta figura de escritor. Hoy creo que hizo lo mejor que pudo en esas circunstancias pero me alegro de que sea consciente de que no actuó de la mejor forma para protegerme”, reconoce la autora.
Más de treinta años después, Vanessa Springora empezó a escribir El Consentimiento cuando su hijo llegó a la adolescencia y comprobó por ella misma cuánto de manipulables y vulnerables son los menores. “Desgraciadamente hay todavía mucho trabajo en cuanto a la educación y su protección –opina-. No estamos en absoluto en un momento en que la situación esté resuelta. No hay nada más destructivo para un niño que haber sido sexualmente agredido por un adulto. Eso deja una huella profunda y terrorífica de por vida”, reflexiona. Algo que en su caso particular tuvo que pasar por un proceso largo, de trabajo personal y de terapia, antes de poder escribir su novela. “El libro es como la cumbre de este proceso de curación –reconoce-. Es una historia literaria frente a la obra de Gabriel. Un contrapunto que permite redactar la historia que este autor ha escrito durante tantos años desde el punto de vista de todos aquellos jóvenes que se encontraron atrapadas en sus libros”.
“Descubrir que Matzneff tenía relación con niños de otros países me hizo cuestionarme mi propia historia –continúa-. Estaba claro que aquellos niños eran víctimas, pero yo tardé mucho en considerarme víctima también”. Editora, escritora y cineasta, cuenta que aquellos acontecimientos le alejaron de la literatura y de la edición pero que irónicamente fueron sus libros los que le salvaron. En sus obras “había cierta verdad de él que me permitió iniciarme en esa otra parte relacionada con uno de sus aspectos más maquiavélicos”.
Autor y obra, ¿una misma realidad?
El caso Matzneff pone además de relieve uno de los aspectos actuales más complejos de dirimir. ¿Habría que censurar la obra de un escritor si su autor tiene un comportamiento moralmente reprobable? Una de las consecuencias directas de la publicación de El consentimiento, de hecho, fue la retirada inmediata de los diarios de Matzneff del mercado por parte de la editorial Gallimard. “No estoy del todo de acuerdo con esta decisión porque yo estoy en contra de la censura –señala la escritora-. Es un lástima no dejar que los lectores tengan acceso a sus textos porque no podemos analizar la historia si no tenemos la prueba de que esa historia ha existido. A título personal me hubiera gustado que el libro fuera reeditado dentro de una contextualización en la que se explicara que se publicaron en un tiempo determinado, tratando de comprender por qué esos libros se publicaron en su momento y por qué no chocaron ni afectaron al público como hoy lo haría ahora”, se cuestiona.
Es necesario, continúa Springora, separar a la persona del artista y de su obra para poder avanzar. "Si una obra defiende un delito y se puede asociar los hechos de la obra a la persona que los ha acometido, esa obra debe ser cuestionada y la persona debe rendir cuenta de sus actos ante la ley", matiza. Se trata de una cuestión legal. "En el caso de Matzneff es alguien que escribe una obra autobiográfica que se identifica como personaje y autor y que relata actos pedófilos. Pero las películas de Polanski, por ejemplo, no hacen apología de la violación. Entonces yo no veo por qué hay que censurarlas, aunque él sí tendrá que responder ante los tribunales". En este sentido, la escritora apunta algo más alto. "Cuando el autor se reivindica como el monstruo que está en los libros es responsabilidad del editor. Yo a título personal como editora jamás hubiese publicado ninguna obra de Matzneff”.
También, advierte, hay una fina línea entre realidad y ficción. El escritor francés, autor de títulos como Les moins de seize ans o Mes amour decomposes, presumía de manera explícita de sus relaciones con menores pero sus textos no se puede comparar con la obra de Nabokov o incluso la de Sade. “El escritor ruso tuvo el mérito de mostrar a un personaje pedófilo, algo que nunca se había mostrado antes. Es importante que esos personajes se puedan ver. Para mí él sí condena al personaje. Desde el principio de la narración este personaje sabe que es culpable, reconoce que ha destruido la vida de Lolita. Pero ese no es el caso de Matzneff”. En cuanto a Sade, “los historiadores han intentado encontrar acciones que correspondan a los horrores que cuenta en sus libros pero no han encontrado nada. Hay que ver cuál es la relación entre la ficción y los hechos reales –concluye-. Uno no puede ser juez de eso. Yo no estoy aquí para juzgar las obras maestras de la literatura mundial”.
Contraria a cualquier tipo de censura, Vanessa Springora no cree que se esté viviendo ahora una oleada de puritanismo. “La libertad que existe es extraordinaria –valora-. Se hablan de cosas que antes no se mencionaban. No veo puritanismo en absoluto en ningún lado. Creo que hay un error de juicio en las personas que piensan que estamos censurando la literatura o el arte. Veo lo contrario. Quizás los autores masculinos tengan que prestar más atención a la forma de sexismo que antes se utilizaban de forma natural. Hay mayor igualdad entre hombres y mujeres. Creo que tenemos que ver las cosas desde un punto de vista de progreso en vez de regresión”, arguye.