Sobre César González Ruano, noble apócrifo, leyenda de sí mismo, ha ido tejiéndose una mitología envenenada que el autor, desde que se vio escritor, ayudó a propalar. "O César o nada", "de mi desiderio gozo" fueron las divisas que el primer columnista del siglo pasado se aplicó para confundir y destacar en el embarrado mundo de la literatura. 

Quienes lo conocieron lo recuerdan vestido de escritor, y ese escritor iba desangrándose entre vicios confesables e inconfesables que iban del café al menudeo de obras de arte y una fidelidad de voyeur a su Mary de Navascués. Durante mucho tiempo por Ruano corrió, ya digo, esa leyenda que él mismo forjó y que queda verificada o desmentida en el libro que Marino Gómez-Santos (Oviedo, 1930) acaba de publicar sobre él. Gómez-Santos conoció al personaje de verdad, con los vericuetos con los que un calco de Dalí, con heráldicas falseadas, se paseaba por un Madrid en el que pasó de las vanguardias al costumbrismo literario en prensa, al artículo sin "tema" o a lo que el propio Ruano llamaba "el vuelo sin motor".

Gómez-Santos rechaza la hagiografía, acaso porque el propio Ruano la hubiera refutado y lo que nos da es un perfil cronológico, familiar, barroco y sentido de aquel César con quien tanto quiso. Ruano, por otra parte, ha dado lugar a prólogos memorables (Pardeza, Alcántara...) y a unas especulaciones sobre sus sombras que ni siquiera merecen reseñarse por intentar darle a la conjetura categoría de ensayo o de indagación periodística.

Gómez-Santos, en el fondo de su César González-Ruano en blanco y negro (Ed. Renacimiento), le da una versión real a las fabulaciones de Mi medio siglo se confiesa a medias, una joya del dietarismo que Ruano perla/trufa de olvidos dulces porque todo en Ruano, insistimos, es Literatura: de la pitillera al bigote y de ahí al Gijón o al Teide. Es el esfuerzo de matarse en cada metáfora, en cada artículo, y así lo iba viendo Gómez-Santos mientras que el escritor acechaba a Marañón con enfermedades inesperadas, hipocondrias, y algo de la falta paterna según la correspondencia que nos ofrece también el libro.

Ina Labrada, el marqués de Hermosilla, Ruano y Mary de Navascués en el Café Gijón

Decía Manuel Alcántara que la tos, su tos, iba y venía rebotando por los espejos del Café Teide -su refugio después del Gijón- y que esa tos era su morir aunque nunca fallaban ni su pitillera ni sus cigarrrillos. Gómez-Santos cuenta a El Cultural cómo del 'no tema', Ruano elevaba un monumento diario. Más allá de disquisiciones metafísicas, Ruano escribía sobre la propia tos, sobre una niña perdida o sobre la castañera de El Retiro: igual porque en la reiteración, en lo que llaman el costumbrismo, anida la inmortalidad del periodismo literario.

El libro de Gómez-Santos hay que entenderlo como todo lo contrario a una hagiografía; quizá como una anotación de las vivencias junto a un ser delgado y excesivo. El mismo que se fue al Berlín bombardeado y como corresponsal de ABC remitía una crónica basada en un reloj de cuco que seguía funcionando pese a todo: el mismo que dejó el café, dejó el alcohol, volvió al café y volvió al alcohol y que "allá donde iba organizaba una tertulia". 

Ruano fue excesivo para su época. Principió como poeta ultraísta, pero las vanguardias acabaron en el arroyo -en las Rondas madrileñas- y él, a falta de una gran obra, se fue matando y consagrando en la supervivencia del artículo diario. 

Gómez-Santos rememora el desapego monetario del personaje, que, según nos confiesa, no dudaba en publicar en su artículo cómo había gastado la mensualidad en un anticuario. Algo que este cronista también escuchó de boca de Manuel Alcántara cuando ponía la voz campanuda y remedaba una frase recurrente de Ruano: "Soy mejor de lo que la gente cree".

Gómez-Santos nos insiste, a sus noventa años, en la necesidad del artículo literario que encumbró a Ruano y que consagró un género que es una rareza en Europa. Con una suerte de greguería, Marino revela a El Cultural lo que era la escritura para César: "Sacaba peces de un sifón".

Luego, claro, está la correspondencia que el libro desvela; con los claroscuros de toda una vida. Y el Ruano viajero, el Ruano al que los nazis encarcelaron en un episodio que él llevó al martirologio y sus detractores al esperpento. 

Al margen de los apriorismos, el libro de Marino Gómez-Santos da el tono sobre uno de los santos tutelares del hecho diferencial de que en España se escriba bien en los periódicos. Que no es poco...

@pica_nieto