La norteamericana Maya Angelou nació en San Luis, Missouri, en 1928 (murió en 2014) y se llamaba en realidad Marguerite Annie Johnson. Era afroamericana. Tuvo una vida intensa de la que da fe no sólo su poesía, sino además siete volúmenes autobiográficos. Hija de padres divorciados, fue violada cuando era niña (por el novio de su madre, luego asesinado). Su hermano y ella vivieron su infancia entre la casa de la abuela paterna en Arkansas y la de la madre. Estuvo seis años sin hablar. A los diecisiete, trajo al mundo un hijo. Trabajó como conductora de tranvía, prostituta y proxeneta. Tras su primera boda con Tosh Angelos, trabajó como cantante y bailarina.
Pronto conoce a M. Luther King y se convierte en miembro selecto del Movimiento por los Derechos Civiles. Viaja a África como pareja del activista sudafricano Vusumzi Make. Después de publicar en 1968 su primera autobiografía, todo cambia. En 1972, su primer libro de poesía es nominado para el Pulitzer. Un año más tarde se casó con Paul Du Feu. Vinieron años de éxito y fama. Fue la elegida por Clinton para leer un poema en su toma de posesión como presidente o por Oprah Winfrey para celebrar su medio siglo televisivo.
Si cuento todo esto es porque su poesía es inseparable de estas circunstancias; otra suerte de autobiografía, pero en verso. Con música, diría. De blues, naturalmente. Poemas sencillos, efectivos y claros para ser leídos en voz alta (así consiguió tres Grammy). Hímnicos y con gran sentido del ritmo y la naturalidad. Inherentes a su condición femenina. ¿Sus temas? La conciencia de clase, la libertad, la igualdad y el humanismo; la negritud, ya sea la africana o la del profundo Sur; las mujeres y los hombres, a los que conoció bien (su sexualidad, por ejemplo); la soledad y la familia; su país (léase “Arkansas mía” o “Una canción de Georgia”); y, en fin, la inevitable resiliencia de alguien que ha vivido mucho y peligrosamente, pero sin miedo, con autoestima, tal como narra en poemas (como “Mujer extraordinaria”) sustentados en la memoria. Poblados de gente corriente, por cierto.
Puede que esta poesía gane en la corta distancia antológica, pero es muy destacable el esfuerzo de la traductora Nieves García Prados para verterla con la debida solvencia poética al castellano.