Con algo del desparpajo reivindicativo de Elizabeth Duval en Reina (Caballo de Troya, 2020), y bastante de la sinceridad abrumadora de Jan Morris (excapitán James Morris) en El enigma (RBA, 2011), la argentina Camila Sosa (Córdoba, 1982) aborda en Las malas su experiencia como travesti y transexual, desde que, siendo niño y viviendo en una atrasada aldea, comenzara a recibir las palizas de un padre brutal, alcohólico y resentido, que intentaba corregir a golpes el afeminamiento de su hijo.
El rechazo, el odio, eran tales que el muchacho acabó huyendo a la capital, y allí, convertida ya en Camila, se vio obligada a ejercer la prostitución en el Parque Sarmiento de Córdoba capital para sobrevivir. Sin embargo, lo que podría haberse quedado sólo en una historia sórdida de violencia, abusos y soledad (y de estos hay muchos episodios en el libro) se convierte, gracias al talento de la escritora, en un relato que combina amargura y magia y, que en algunos episodios, resplandece de alegría de vivir.
Hay también personajes inolvidables como la Tía Encarna, la mamá de 178 años de todas las desamparadas, a las que cobija en su pensión ante el horror de los vecinos, y que acaba convirtiéndose en madre adoptiva de un bebé encontrado en una zanja. O la mujer pájaro. O las amigas/hermanas, “yermas, agrias, malas”. Un debut inolvidable.