Una vida breve

Michèle Audin

Traducción de Pablo Moíño Sánchez. Periférica. Cáceres, 2020. 168 páginas. 16,50 €. Ebook: 8,99 €

Como bien sabemos en España, cada país tiene sus propios traumas y obsesiones, momentos oscuros de su historia que supuran cada cierto tiempo como una herida abierta que vuelve para reclamar una deuda sin saldar. En el caso de la Francia actual, el episodio que cumple este papel es la cruenta Guerra de Independencia de Argelia, que aún esconde terribles secretos. Uno de los más sonados fue el llamado por la prensa de la época Caso Audin, la desaparición en junio de 1957, durante la batalla de Argel, del matemático y militante comunista Maurice Audin, apresado por el Ejército francés acusado de colaborar con el movimiento de independencia argelino.

Según se fue sabiendo después, Audin, de veinticinco años, fue torturado hasta la muerte por los militares, se organizó un simulacro de evasión y se hicieron desaparecer las huellas de su muerte y su cadáver, nunca encontrado. Fue ya en 2014 cuando el Gobierno francés por fin reconoció que su desaparición había sido un asesinato de Estado, y en 2018 cuando el presidente Macron pidió perdón públicamente a la familia por un crimen que, según dijo, simboliza la brutalidad del conflicto francoargelino.

Con este libro sobre su padre, Audin confirma que cualquier vida, por breve y anónima que sea, puede convertirse en el emblema de una época

Sin embargo, no es este suceso ni sus implicaciones políticas el tema sobre el que versa Una vida breve. Como afirma al inicio su hija, la también matemática y escritora Michèle Audin (Argel, 1954), “No veo qué podría añadir a una verdad breve y brutal. Ni el mártir, ni su muerte y desaparición son el tema de este libro. Todo lo contrario: de su vida, de una vida cuyas huellas no han desaparecido por completo, pretendo hablarles aquí”.

Así, en este libro a medio camino entre el documento más minucioso y la imaginación más literaria, Audin reconstruye, a modo de inventario perecquiano, los orígenes de su familia —que se pierden tanto en la élite de colonos franceses argelinos como en el campesinado italiano de Saboya y el Piamonte— y el día a día de la prematuramente segada vida de su padre, una existencia que la autora solo ha podido conocer de oídas.

Michèle Audin junto al presidente Macron

Como se aprecia en los momentos más intimistas, esta narración nace en buena medida de la imposibilidad de una hija por recordar, un dolor lacerante surgido previamente a la memoria, pues Audin confiesa que además de todas las bondades que dicen de su padre, y de los objetos materiales que la dividen entre “la profunda aversión por el fetichismo y el deseo de conservar sus huellas”, querría conservar “una costumbre una expresión, el modo que tenía de llevar tal o cual prenda… Me gustaría conocerle defectos”.

“Sería fácil escribir aquí que me acuerdo de haber ido caminando por la calle con él, con mi vestidito rojo, porque mi madre me lo ha contado tantas veces… pero no, de eso no me acuerdo, aunque no puedo obviar todo lo que se ha contado, repetido, congelado”, afirma también en este desgarrador testimonio que a la vez que homenaje privado constituye un triunfo de uno de los fines últimos de la literatura: confirmar que cualquier vida, por breve, común y anónima que sea, puede condensar la Historia y convertirse en el emblema de una época.