Javier Montes (Madrid, 1976), escritor y colaborador en la prensa (publica en medios como El País, Granta, Artforum y The Literary Hub) es un autor que conoce el éxito porque recibió el Premio José María de Pereda por su primera novela, Los penúltimos, y el Anagrama de Ensayo por La ceremonia del porno. Con Luz del fuego firma la que de momento es su última obra, un texto en el que relata la vida de Dora Vivacqua, un personaje insólito ya olvidado en su país de origen.
La protagonista es cautivadora. Se trata de una mujer nacida en Belo Horizonte, la capital de Minas Gerais, que desafió a la sociedad brasileña de mediados del siglo pasado y a su familia burguesa (entre sus numerosos hermanos había senadores, científicos, poetas, gente de pretensiones intelectuales y dedicada a los negocios) porque decidió abandonar su situación acomodada para abrazar primero la vida de una hetaira en Río de Janeiro, más tarde la de la artista que ambicionaba superar la celebridad de Carmen Miranda, y finalmente la de la fundadora del Club Naturista con sede en la Isla del Sol.
Este relato de la vida de Dora Vivacqua se lee de un tirón por lo fascinante del personaje y la eficacia narrativa
Si su rival sorprendía con aquellos tocados imposibles y sus espectáculos famosos en Brasil y en el resto del mundo, Dora se propuso provocar a aquella pacata sociedad y brillar donde Carmen Miranda no lo había conseguido. Para ello, salía semidesnuda al escenario, apenas cubierta por serpientes de gran tamaño con las que montaba sus números de variedades. Dorinha Vilacqua, transformada en Luz del fuego, se presentaba como una Lilith moderna, tan indomable, retadora, desconcertante y orgullosa como su antecesora bíblica; una mujer salvaje, hermosa y libertina que en sus primeros años conoció a Carlos Drummond de Andrade, uno de los más admirados poetas de Brasil. Su final fue dramático, pero ella vivió feliz, según sus deseos. Como cuenta el narrador incurriendo en un spoiler irrelevante, “la destriparon antes de arrojar su cadáver a la bahía de Guanabara: para que no flotara cuando se hincharan sus vísceras bajo el agua”.
En la obra aparecen varias voces, entre ellas la del autor, que cuenta su periplo brasileño para visitar los lugares que describe, que relata el final de la historia o que refiere cómo logró la información sobre la vida de Luz del fuego. Para ello, acude al término que utilizan los ingleses en referencia a este tipo de trabajo (quest), que en nuestra lengua es algo como “una mezcla de vagabundeo y pesquisa”.
La obra resultante es una biografía novelada muy bien escrita, que se lee de un tirón y que no pierde un ápice de interés aunque desde el principio se conozca su trágico desenlace. A ello contribuye, sin duda, la fascinación por el personaje; pero también la extraordinaria eficacia narrativa del autor, su conocimiento del Brasil de los años cincuenta y su capacidad para mezclar los hechos reales con las escenas imaginadas.