Jaleada por la prensa internacional como la primera novela sobre el Brexit (no ya solo porque fuera publicada originalmente en 2016 sino porque, tal y como ha confesado su autora, fue escrita bajo los efluvios de los resultados del referéndum de marras), Otoño, de la escocesa Ali Smith (Inverness, 1964), puede que se lea ahora (tan solo cuatro años después de su gestación) con otros ojos, puede que incluso más enriquecedores. Para empezar, porque el Brexit de vallas electrificadas y turismofobia que dibuja Smith en su obra ha pasado de ser distópico (cuando escribió sobre él aún no se había materializado) a ucrónico (pues, ya materializado, no termina uno de identificarlo del todo).
Lo anterior, casualmente, ayuda a dar una mayor carnalidad a ese país resquebrajado en el que se ha convertido el Reino Unido en la novela de Smith, cuyas tensiones cotidianas (ese runrún que recorre todo el texto) harán las veces de paisanaje sentimental sobre el que los personajes expurgarán su malestar. Siendo entonces el Brexit poco más que un decorado en esta novela, lo cierto es que su existencia es lo que termina de dar sentido al halo “otoñal” que arrastran los personajes de esta sugerente obra, que lo mismo sabe a cántico del pasado que a elegía sobre las relaciones sociales rotas por culpa del desentendimiento y la incomunicación.
Partiendo de dicha premisa, Ali Smith construye su Otoño alrededor de la figura de Elisabeth Demand, en cierto modo hija del Brexit y ahora joven estudiante universitaria que, en pleno proceso de madurez intelectual, habrá de reencontrarse con tres personajes clave de su pasado: su madre, a la que hacía años no trataba; su enigmático vecino Daniel Gluck, primer gran amigo y mentor, y hoy día un anciano que apenas divaga mentalmente en una residencia; y el objeto de su tesis, Pauline Boty, la única pintora pop de su generación, fallecida en 1966 con apenas 28 años, pendiente de ser reivindicada.
Siendo el Brexit poco más que un decorado, su existencia da sentido al halo “otoñal” que arrastran los personajes de esta sugerente obra
Smith nos plantea así un relato desenfocado, en ocasiones casi exclusivamente sensorial, sobre la forma que su protagonista tiene de relacionarse con el recuerdo. De un lado, el de un pasado familiar y afectuoso que resolver; de otro, el de un pasado sentimental y formativo que recompensar; y por último, el de un pasado inédito, verdaderamente redescubierto, con el que corregir la historia reciente.
Los tres terminarán estando íntimamente interconectados, quizás demasiado si lo miramos dentro de los parámetros realistas que ofrece la narración. En cualquier caso, en ellos late, y he aquí lo importante, la huella de un trozo de país perdido que Elisabeth tratará de recomponer al menos en su fuero interno, como si haciéndolo pudiera uno recomponer no solo una historia personal sino también la de toda una colectividad.
En paralelo a estos descubrimientos, asistiremos también a un proceso de descomposición narrativa según se relaten las historias de unos con otros. Las ensoñaciones delirantes de Gluck, por ejemplo, permitirán a Ali Smith desarrollar una prosa casi poética, excesivamente lírica, que es posible también no sea del gusto de todos. Otoño ofrece en este sentido numerosos pasajes vaporosos, que fuerzan al lector a recorrer partes de la narración como si caminara por el filo de una navaja.
De esa tensión, de esa constante osadía por emplear recursos que fácilmente, ante cualquier traspié, podrían provocar que la novela cayera desde lo más alto y hacerse añicos (hacia lo cursi, hacia lo etéreo), sale Smith siempre victoriosa, y en ello reside buena parte de su interés. Al fin y al cabo, muchas grandes novelas lo son por lo dificultoso que resulta hablar de ellas. Otoño no es, en este sentido, ninguna excepción.
Y quedaría pendiente revalorar su lectura al calor de la publicación completa en España del Cuarteto Estacional, la tetralogía conceptual de la que forma parte esta novela, cuyo último título, Verano —en el que, según he visto, los lectores tendrán la oportunidad de reencontrarse con el “otoñal” Daniel Gluck y que aquí podremos disfrutar el próximo estío— acaba de ser elegido como uno de los libros del año por el Financial Times.