La atención que los medios de comunicación han prestado al prematuro fallecimiento de Carlos Ruiz Zafón (Barcelona, 1964-Los Ángeles, 2020) refleja su cualidad definitoria de escritor popular. La enorme acogida de su obra ha sido el resultado de una literatura personal que amasa con destreza invención sin límites, aventuras, misterio, culturalismo, relato gótico, folletín y cierto testimonio histórico. Con todo ello fraguó la caudalosa tetralogía “El Cementerio de los Libros Olvidados”. Aunque fuera un narrador dotado por naturaleza para la escritura larga y divagatoria, también se arriesgó a cultivar las formas breves. Esta clase de piezas se reúnen ahora en La Ciudad de Vapor al cuidado de Émile de Rosiers Castellaine, el director de Editions de la Lumière que aparece en El laberinto de los espíritus, última entrega de la serie, y esconde al editor Emili Rosales.
Es una feliz ocurrencia esta broma para iniciados como encabezamiento de la compilación póstuma de los cuentos dispersos del novelista porque en sí misma indica el interés principal del libro, su conexión anecdótica o imaginativa con la famosa saga. Este valor fundamental tienen sus piezas: se vinculan con el tiempo y la atmósfera de las novelas y, como dice el apócrifo De Rosiers, el volumen “es una ampliación del mundo literario del Cementerio de los Libros Olvidados”. Solo tres de los once relatos son inéditos.
Los cuentos de 'La Ciudad de vapor' revisitan los escenarios de la saga de Ruiz Zafón y reflejan sus dotes inventivas
Los cuentos de La Ciudad de Vapor —buen título por sintetizar un rasgo distintivo de la ambientación predilecta de Zafón— revisitan los escenarios barceloneses de la famosa saga, aunque también se internan en Madrid o Nueva York, y añaden noticias sobre algún personaje emblemático o sobre la legendaria biblioteca con la que comenzó el ciclo novelesco. Aparte esta fidelidad o tributo a un mundo imaginario singular, no escasean en los cuentos las dotes inventivas del autor.
Lo vemos en las anécdotas: en la metaliteraria historia de la proposición fáustica que recibe Cervantes en una visita a Barcelona o en las humorísticas andanzas de un arquitecto comisionado por Gaudí para levantar en Manhattan un rascacielos, “una catedral para gente que, en vez de creer en Dios, cree en el dinero”. Lo constatamos también en la ideación de personajes y en la recreación de espacios o en el recurso a la fantasía.
El cuento “Hombres de gris” revela bien las fortalezas y flaquezas de Zafón. Refiere las vicisitudes de un asesino a sueldo. Tiene una trama intensa, su ritmo y estructura narrativos son perfectos y desenlaza con un final sorpresivo y abierto. Pero la prosa es un desfile de metáforas, sinestesias y adjetivos sonoros; un ejercicio modernista de brillantez expresiva y presunto tono poético. A quienes así entienden lo literario, La Ciudad de Vapor les encantará.