Jonás Trueba debuta como editor de Caballo de Troya recuperando Todo sigue tranquilo, el libro póstumo de cuentos de Chusé Izuel (Zaragoza, 1968-Barcelona, 1992) publicado en 1994 gracias a los desvelos de Félix Romeo, cómplice y amigo, al que se han añadido tres relatos inéditos. El resultado es un volumen estremecedor, de insólitas intensidad y belleza, que recuerda al mejor Bukowski y a Carver, y que nos pasea por el alma de un joven desesperado por el desencanto, el vacío y el desamor. Una suerte de Peter Pan borracho de tabaco, cerveza y whisky barato, que bebe por litros en interminables juergas con sus amigos y una novia cada vez más lejana.
¿Fragmentos de una novela inacabada, como creía Romeo? Tal vez, pero incluso sin esa unión, los relatos, violentos y desgarrados, muestran un pulso narrativo poderoso, que arrastra al lector a una creciente oscuridad no exenta de humor, y revelan a un autor de una sorprendente modernidad. Así, “Calor”, “Ojalá llueva”, “De vacaciones” narran el desmoronamiento de una relación y de su protagonista, en el que es difícil no reconocer al propio autor. A fin de cuentas, Jonás Trueba hace un extraordinario perfil en el prólogo del libro y rinde homenaje a un escritor que hubiese acabado siendo excepcional y que poco antes de suicidarse escribió: “Tengo veinticuatro años y soy un anciano que agoniza”.