Delparaíso

Juan del Val

Espasa. Barcelona, 2021. 312 páginas. 19,90 €. Ebook: 9,99 €

Fabular con la verdad es una de las aspiraciones más antiguas que legitiman la necesidad de ficción del ser humano. Lo saben quienes ponen en ello su empeño, como saben que no es fácil la construcción de un microcosmo narrativo sin arroparlo con artificios de estilo. Lo sencillo es, muchas veces, lo más complejo de manejar en el ámbito de la invención novelesca. Y es lo que ambicionan muchos lectores. Quizá por eso son legión los que en pocas semanas se han acercado a la nueva novela de Juan del Val (Madrid, 1970) después de descubrir en Candela (Premio Primavera 2019) una realidad con la que empatizar de inmediato, un tono cautivador y un estilo envolvente y fluido. Recursos que el autor despliega de nuevo en Delparaíso, un relato urbano cuya intriga invita a revolver en las paradojas ocultas tras la normalidad de muchas vidas.

Cierto que no hay especial originalidad en la elección de una galería de tipos humanos que entrecruzan sus vidas e interactúan sin saberlo. Tampoco es nueva la técnica narrativa del contrapunto para contar, en presente, una historia colectiva, simultaneando tiempos, espacios y personajes. Ni lo es el punto de vista único enfocando a unos y otros, como una cámara cinematográfica que insta al espectador a seguir las secuencias que va registrando sin emitir juicios ni aclaraciones. Ahora bien, lograr la complicidad del lector no es fácil, y en esta ocasión es éste quien acepta complacido verse envuelto en el reto de sortear una elipsis tras otra hasta llenar los huecos de lo no contando, como acepta ordenar y montar los fragmentos de tantas vidas de segmentos sociales y generacionales distintos, piezas de un puzle que retrata la miseria moral de nuestro tiempo.

'Delparaíso' es como una película que entretiene y absorbe, y que se recomienda por la normalidad de lo que narra

Todo transcurre en calles y barrios de Madrid. Por un lado, en una urbanización de lujo alejada del centro (“Delparaíso”), donde viven familias protegidas por muros, vigilantes y cámaras de seguridad. Todo es normal en “Delparaíso”, ni siquiera habían tenido robos (hasta ahora) ni muertes. Trabajan en bancos, despachos de abogados, galerías de arte, bien protegidos. Lo están menos sus hijos adolescentes, que también buscan y se buscan más allá de la urbanización. También “Las Tablas” donde residen Pascual y Dolores, es objeto de este recorrido, como lo es el edificio de Moratalaz en el que vive el jefe de seguridad de Delparaíso. Otras secuencias nos llevan al centro de Madrid, a la historia de Borja, hermano de Eli, y Don Julio. Y callejeando llegamos hasta Vallecas, tras los pasos de la cuadrilla de rumanos que trabaja en la reforma de una de las casas de “Delparaíso”.

Así es: como una película que entretiene y absorbe, que se recomienda por la normalidad de lo que narra, y porque lo que cuenta es precisamente la “normalidad” que todos ambicionan como algo excepcional para sus vidas.