Oh, no, otro libro sobre la pandemia cuando llevamos meses de Covid-19. No queremos otra serie de instantáneas sobrepasadas por los sucesos de mañana. El presentador de la CNN y doctor por Harvard Fareed Zakaria (Mumbai, India, 1964) no cae en esa trampa. Con buen criterio, se mantiene al margen de las batallas diarias por las mascarillas y los confinamientos. Tampoco se dedica a hacer catastrofismo. Por el contrario, Diez lecciones para el mundo de la postpandemia aplica una lente amplia recurriendo a la gobernanza, la economía y la cultura. Llamémosle “historia aplicada”. ¿Qué ideas ofrece durante una catástrofe que evoca la Gripe Española que siguió a la Primera Guerra Mundial y que se llevó 50 —algunos calculan que 100— millones de vidas?
El ensayo viene acompañado por una advertencia sobre las analogías históricas. Zakaria atribuye “efectos sísmicos” a esta clase de cataclismos. La antigua Atenas, una democracia orgullosa, nunca se recuperó de una plaga. La Peste Negra de la Baja Edad Media, con un coste de entre 75 y 200 millones de vidas, asoló Europa casi por completo. Tengamos en cuenta, sin embargo, que se calcula que duró 100 años. La Gripe Española remitió después de dos. Hasta la década de 1930, no pudimos ver un virus al microscopio. Hoy en día, la SARS-CoV-2 se ha secuenciado casi instantáneamente. El pasado, por tanto, es como la Esfinge, con su ambigua admonición. La ciencia no es la única que ha aprendido unas cuantas cosas. También los Gobiernos, que tras al derrumbe de la Bolsa en 1929 optaron por la tacañería y la deflación, ahora reparten billones a manos llenas.
Tras presentar un “sombrío compendio de amenazas”, el autor elogia “la capacidad de respuesta de nuestro mundo”. En realidad, los Estados “se refuerzan en el caos y las crisis”. Zakaria también desdeña la idea fácil de que los déspotas como el chino Xi Jinping hacen las cosas mejor que los líderes democráticos. Debemos la propagación del virus por todo el planeta a la supresión de datos vitales por parte de China. Luego, el Estado policial tomó el relevo. El Irán de Jamenei y la Turquía de Erdogan lo hicieron mal, igual que Brasil, gobernado por un aspirante a caudillo.
Las democracias no han sucumbido al autoritarismo, pero tampoco hay un patrón claro. Al menos hasta hace poco, Alemania, Dinamarca y Austria eran los países que lo habían hecho mejor, y Bélgica, Suecia y Reino Unido, los peores. Taiwán y Corea del Sur contuvieron rápidamente el virus sin tácticas totalitarias. Estados Unidos lo hizo regular, y está casi a la cola de los 10 primeros en muertes por millón. Así pues, ¿qué podemos aprender?
En opinión de Zakaria, lo que importa no es el color ideológico del gobierno ni su tamaño, sino su calidad. El autor defiende un “Estado competente, que funcione bien e inspire confianza”. Suecia es todo eso, pero también ocupa un lugar destacado en la tabla clasificatoria de la muerte. Estados Unidos ha demostrado que ni es competente, ni está cohesionado. Es un archipiélago de 2.600 autoridades estatales y locales encargadas de la política sanitaria. Sin embargo, Alemania, con su antigua historia de descentralización, también es una mezcolanza, y aun así, sigue brillando. El modelo prístino de Estado fuerte es Francia. En muertes por millón, está muy por encima de la Suiza confederada, con sus 26 cantones que mantienen celosamente a raya a Berna.
Con su lenguaje ágil y sus acertados ejemplos, Zakaria ofrece un buen relato al tiempo que se resiste a los clichés de izquierda y derecha
Entonces, ¿qué es una buena gobernanza? ¿Una burocracia eficaz como la de Prusia impregnada del espíritu de libertad que emana del credo americano? Estados Unidos, opina Zakaria, tiene que aprender “que no es cuestión de gobierno grande o pequeño, sino de buen gobierno”. El autor traza la línea que une la pandemia con la trascendencia del Estados Unidos disfuncional. No obstante, los problemas del mundo no son solo obra de Estados Unidos, señala con razón. Tienen su origen en la ultramodernidad: la globalización, la automatización, la alienación, la emigración masiva, la seducción y la decadencia de las metrópolis en expansión, materia de la miseria y alimento de los críticos de la cultura desde los albores de la era industrial.
Con su lenguaje ágil y sus acertados ejemplos, Zakaria ofrece un buen relato, al mismo tiempo que resiste los clichés servidos por la izquierda y la derecha. Tampoco libra a la clase liberal a la que él mismo pertenece, la “meritocracia” de los mejor educados y los más acomodados, a quienes apunta con delicadeza por profundizar la división entre el mundo urbano y el rural, las élites y los “deplorables”. Tal vez podría haber dicho algo más sobre los usos y los abusos de la hegemonía cultural que empujaron a las masas a los brazos de Trump y provocaron deserciones de la izquierda democrática en Europa.
El mensaje central del libro se encuentra en el último párrafo: “Esta horrible pandemia… ha abierto el camino hacia un nuevo mundo”. ¿Qué mundo? La esencia del programa de Zakaria fue revelada por un reciente editorial del Financial Times que el autor cita con aprobación. El periódico, en el pasado un hincha del capitalismo global, sostiene ahora que “muchas sociedades ricas no respetan un contrato social que beneficie a todos”. En consecuencia, el neoliberalismo de décadas pasadas debe rendirse a la necesidad de “reformas radicales”. Los Gobiernos “tendrán que aceptar un papel más activo en la economía. Deben ver los servicios públicos como inversiones. La redistribución tendrá que volver a figurar en la agenda; los privilegios de los ricos se podrán en cuestión”. Ha llegado el momento de la “renta básica y los impuestos a la riqueza”.
Mientras llega el futuro, lean este ensayo, una guía inteligente, erudita y juiciosa para un mundo que ya se está gestando
No está mal para un portavoz supuestamente capitalista. Sin embargo, no debería sorprendernos. Tanto el Financial Times como el libro de Zakaria instan a una revolución que ya tenemos encima, y probablemente representen el espíritu de los tiempos y la realidad actuales. A la economía de libre mercado a la manera de Reagan y Thatcher le ha ido muy bien desde la década de 1980. Actualmente, la Covid-19 no está haciendo sino acelerar el giro mental engendrado por la crisis financiera de 2008. Ahora, todos somos socialdemócratas.
El gobierno de Occidente ha vuelto con la política industrial y billones en efectivo. No se trata de un proyecto radical, sino consensuado. La fiscalidad, un instrumento de redistribución, aumentará junto con los muros fronterizos. Y es que un Estado del bienestar más perfecto solo puede florecer en un mundo vallado que frene la entrada de personas y productos competidores. Si con eso se arregla el lamentable sistema sanitario, de transporte y educativo de muchos países, más poder para el derrochador. No obstante, “firmar cheques”, advierte Zakaria, “a veces sale mal”. Sobre todo si alimenta el consumo y no la inversión. O si favorece a las megacorporaciones. Después de media vida retirado de la economía, el gobierno ha vuelto, y parece que para quedarse. Pero cuidado con lo que se desea.
Mientras tanto, lean esta guía inteligente, erudita y juiciosa para un mundo que ya se está gestando. Ojalá todos seamos tan listos como los daneses, que han combinado de manera maravillosa la protección del bienestar público con la responsabilidad individual. Pero a cambio no han inventado el PC, el iPhone o Tesla, por no hablar de los Post-it y las palomitas para microondas.
© The New York Times Book Review
Traducción: News Clips