Desde que en 1521 rodaran en Villalar las cabezas de Padilla, Bravo y Maldonado, principales líderes comuneros, en la localidad que hoy lleva su nombre, la interpretación de la rebelión de las Comunidades ha oscilado entre varios polos, siendo abanderados, según los casos, del pensamiento progresista, liberal y antimonárquico o, para otros, del reaccionarismo medievalizante y antimoderno. Lo que está claro es que, durante medio milenio, la gesta comunera no ha dejado indiferente a ninguna generación de españoles. Pero ¿qué fue realmente el movimiento comunero? ¿Quiénes lo integraban y cuáles fueron los ideales que pese al fracaso político original logra seguir vivo cinco siglos después?
“Pocos acontecimientos históricos han tenido tanta resonancia en España como la guerra de las Comunidades, uno de los mayores mitos colectivos del pueblo español”, afirmaba el hispanista Joseph Pérez, uno de los más versados expertos en este determinante conflicto que marcaría la historia de nuestro país durante siglos. Fallecido en 2020, no ha podido disfrutar de la multitud de actos y reivindicaciones que han marcado el 500 aniversario de la lucha comunera, pero a él se han dedicado muchos homenajes reconociendo su destacado papel de estudioso.
"La lucha comunera se convirtió en una verdadera guerra de papel en la que la propaganda comienza a tomar cuerpo"
Entre ellos se incluye la dedicatoria que encabeza el volumen Impresos comuneros. Propaganda y legitimación política al fragor de las prensas, libro objeto coeditado por la Universidad de Salamanca y la Fundación Castilla y León en el que las historiadoras Mercedes Fernández Valladares y Alexandra Merle analizan con revelador detalle y fecundo rigor la importancia que tuvieron las imprentas castellanas, que ya llevan unas tres décadas de producción, en la difusión de este conflicto entre los partidarios del bando comunero y los realistas seguidores del emperador Carlos V. Verdadera guerra de papel donde la propaganda comienza a tomar cuerpo, dando a esta lucha un rasgo más de la modernidad que la define.
Llegar a todos los oídos
El importante papel de los escritos desde el germen mismo de la revuelta comunera queda de manifiesto cuando, constituida en Ávila en el 29 de julio de 1520 la llamada Santa Junta del Reino, órgano del gobierno revolucionario castellano, pocos días después se promulgan las Leyes Perpetuas (hoy conservadas en la Biblioteca Nacional), consideradas por muchos como la primera Constitución democrática del mundo. Esta establecía la idea de la limitación del poder real, con la supeditación del rey a los representantes del pueblo; la abolición de privilegios, la dación de cuentas de los gestores, la independencia de la justicia, y dejaba claro el carácter protonacionalista de un movimiento que consideraba que Carlos estaba sacrificando el bien común de Castilla, los intereses del reino, a sus intereses personales y dinásticos. “Los pecunios de Castilla hay que gastarlos en Castilla”, escribieron."
"Ambos bandos entendieron que, para llegar a todos los oídos, se hacía imprescindible utilizar la imprenta, 'revolvedora de opiniones y voluntades', como fue llamada"
Con el fin de amplificar la repercusión de sus alegatos, manifiestos y disposiciones, los comuneros pronto entendieron que estos textos esencialmente político-propagandísticos debían ser difundidos a una escala espacial y temporal mayor que la que habrían logrado mediante la difusión oral o la transmisión de papeles manuscritos. Para llegar a todos los oídos, se hacía imprescindible utilizar la imprenta, “revolvedora de opiniones y voluntades”, como fue llamada en la época, un medio que no debía ser monopolizado únicamente por el poder, pues los realistas, partidarios de Carlos también hicieron notable uso del mismo mecanismo difusor.
“El uso de la imprenta no puede subestimarse como un hecho esporádico o de limitado alcance, habida cuenta, además, de la amplitud geográfica que abarcó”, apunta Fernández Valladares, que en su ensayo establece una cartografía editorial comunera en un radio que abarca desde las prensas toledanas a las burgalesas, pincianas, salmantinas, sevillanas y complutenses, “es decir, la totalidad de los grandes núcleos editoriales castellanos activos en aquellos años”.
Además, la historiadora recuerda la relevancia de un fenómeno que fue “contemporáneo y paralelo a la eclosión de la propaganda impresa como arma de confrontación ideológica de primera magnitud en la Reforma protestante, con la que se batieron los campos centroeuropeos en una impresionante guerra de plumas con municiones de tinta y papel, cebadas con el plomo de los tipos en las imprentas”.
En palabras de la época
Además de analizar el surgimiento y las motivaciones de esta guerra de papel, los ensayos de Impresos comuneros desmenuzan y contextualizan, cual batallas o asedios, los principales hitos informativos de esta peculiar guerra, que incluyen tergiversaciones y descalificaciones de las posturas de los oponentes. Entre todas estas muestras, el volumen incluye una cuidada y magistral reproducción facsímil de ocho de los principales documentos de la época, cuyos originales se conservan hoy en día en diferentes bibliotecas públicas y privadas de España y Estados Unidos.
Están ejemplos de correspondencia, como la que “el Emperador y Rey don Carlos nuestro señor escriuió a esta muy noble y siempre muy leal villa de Valladolid”, a principios de julio de 1520, exhortándola a no participar en la incipiente revuelta, o las que, ya en diciembre, y en l fragor del conflicto, Fadrique Enríquez, “el muy yllustre señor Almirante de Castilla embió a la muy noble y muy más leal ciudad de Seuilla en la qual da entera relación de las cosas succedidas con la Junta de las comunidades”.
"Los ocho documentos reproducidos permiten al lector reconstruir con sus propios ojos el desarrollo de un conflicto, apasionante y clave de nuestro pasado"
Pero también los muy relevantes Capítulos de Tordesillas, en los que “los procuradores de Cortes y Sancta Junta del reyno embiaron suplicar al emperador Rey nuestro señor”, donde muestran como causa principal de la revolución comunera el aumento de impuestos ordenado por Carlos V sobre un reino ya exhausto económicamente, que evidencian la legitimidad de sus demandas.
Fragmentos vivos de historia
En el bando contrario destacan el estudio y reproducción de dos escritos fundamentales en el desarrollo y fin del conflicto. El primero es la reproducción del llamado Edicto de Worms de 1520, conservado en ejemplar único en la Biblioteca General Histórica de la Universidad de Salamanca, la disposición original en la que Carlos V ordenó el enjuiciamiento de los comuneros inculpados de determinados delitos, cuyo encabezado reza: “Treslado de la carta, original de sus majestades, firmada del Emperador y rey nuestro señor, sellada con su sello real, contra los traydores y rebeldes a su servicio y del proceso que contra ellos se haze”.
Y también el digamos, epílogo de todo el movimiento comunero, el Perdón general de 1522, en el que una vez cruelmente reprimida la revuelta, con los principales cabecillas asesinados, y ante la pertinaz resistencia de Toledo, Carlos V, ya de vuelta en España, exculpó a 293 comuneros en busca de una definitiva pacificación del reino.
Un recopilatorio, en definitiva, de fragmentos vivos de historia que permiten al lector, apoyándose en la lectura de los ensayos, reconstruir con sus propios ojos el desarrollo de un conflicto, apasionante, complejo y clave de nuestro pasado que, como apunta el historiador José Álvarez Junco “no sólo poseía una ideología inspiradora y perseguía un objetivo político coherente, sino que ambos eran modernos. La lucha comunera fue preludio de las luchas políticas modernas libradas contra el absolutismo regio”.