El poeta, ensayista y traductor barcelonés Enrique Badosa ha fallecido este lunes a los 94 años. Siempre en segundo plano respecto de los grandes nombres de la Generación de los 50 (que es la de Gil de Biedma y Valente), Badosa ofrecía una poesía de tono menor, grata de leer, sin una disonancia, reflexiva y sabia como corresponde al excelente traductor de Horacio que también era. En tres apartados le gustaba clasificar su obra: la poesía lírica, la viajera y la epigramática.
Nacido en Barcelona en 1927, Badosa se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad de Barcelona y se graduó en periodismo. Pronto se incorporó a la redacción de El Noticiero Universal, donde trabajó hasta la desaparición del rotativo en 1986, junto a su amigo del alma y compañero de inquietudes literarias Julio Manegat. Desde 1956 era autor de una obra abundante, de variado registro y, desde luego, ineludible. Ahí están libros como En román paladino (1970), Mapa de Grecia (1979) o Marco Aurelio, 14 (1998, uno de sus mejores logros, elegíaco, intenso y emocionante) para demostrarlo. Le debemos también una temprana antología de la lírica medieval catalana, su memorable versión de Horacio, o las antologías también bilingües de Salvador Espriu y J. V. Foix. Su ensayo Primero hablemos de Júpiter es uno de los documentos más interesantes de la polémica comunicación/conocimiento que algunos de los poetas de la llamada “escuela de Barcelona” establecieron con Vicente Aleixandre y Carlos Bousoño durante los años 50. Deben mencionarse también los ensayos Razones para el lector (1964) y La libertad del escritor (1968), que dicen mucho acerca de su situación generacional.
Aunque cultivó distintos géneros poéticos, Badosa dio protagonismo en sus últimas creaciones al registro satírico siempre presente en su obra, sobre todo a partir de Dad este escrito a las llamas (1976). Así, desde la diversidad temática de los Epigramas confidenciales (1989) a las sátiras literarias de los Epigramas de la Gaya Ciencia (2000) y de los epitafios que componen Parnaso funerario (2002), el poeta pasaba revista crítica, anónima por supuesto, a los usos y costumbres sociales, en particular a la “poetambre” actual. En Otra silva de varia lección (2004), Ya cada día es más noche (2006) y los inéditos de Segunda silva ofrecía una poesía de senectud de gran altura ética y poética. En 2010 publicó una antología de su obra completa con más de 1000 páginas titulada Trivium.
Recibió el Premio Francisco de Quevedo en 1986, el Premio Ciudad de Barcelona en 1990, el Premio Fastenrath en 1992 y el Premio José Luis Giménez-Frontín en 2010. Durante más de veinte años fue director literario del departamento de Lengua Española de Plaza & Janés, en cuya editorial mantuvo, entre otras, las colecciones Selecciones de Lengua Española -castellano, catalán, gallego-, y Selecciones de Poesía universal. En 2006 recibió la Creu de Sant Jordi que concede la Generalidad de Cataluña.