María Fernanda Ampuero, ecuatoriana de Guayaquil (1976), periodista y escritora que se dio a conocer con dos recopilaciones de crónicas (Lo que aprendí en la peluquería y Permiso de residencia), acaba de publicar Sacrificios humanos, su segundo libro de relatos. En el primero, Pelea de gallos (2018), hablaba de las desigualdades en América Latina, pergeñaba personajes femeninos y dibujaba una vida llena de dificultades en el ámbito de la familia, a menudo vinculada con la agresión. Allí incluía un cuento —“Ñam”— con el que había conseguido el premio “Cosecha Eñe” en 2016.
En Sacrificios humanos, Ampuero abunda en la visión del mundo que mostraba en Pelea de gallos. La violencia extrema, la intranquilidad, el horror incontrolado, la religión fanatizada, lo maligno, las tinieblas, los gritos de dolor o la locura de unos personajes abocados a la tragedia, son ingredientes que el lector encontrará en una obra escrita desde el convencimiento de que el tormento y la angustia forman parte de la cotidianidad del ser humano.
El libro está dominado por una colosal sensación de inquietud, la de unos protagonistas que se saben en terreno ajeno, en espacios oscuros donde se palpa la incertidumbre incluso sobre la propia vida, según se observa en “Biografía”. A menudo, las historias están contadas desde el punto de vista de un niño o de una niña, como sucede en “Creyentes”.
"'Sacrificios humanos' es un libro que golpea y levanta un sarpullido en el alma. Un libro atroz e inclemente; pura herida"
En estos relatos, la imagen que se muestra de la realidad es parcial y limitada –propia de la visión infantil– y la información que se recoge en ellos bucea subterránea y se manifiesta por medio de indicios. Ampuero sabe, sin duda, que el horror contado desde la perspectiva de un inocente aumenta de forma exponencial su capacidad de espanto. “La edad de la inocencia es la edad de la violencia”, leemos en “Hermanita”. Además, las atrocidades solo entrevistas estimulan el lado oscuro del lector.
Muchos de los cuentos se ambientan en el entorno familiar, pero en la literatura de esta autora kamikaze no se trata de un espacio de refugio y acogida. De ahí que nos encontremos con abuelas que maltratan a sus nietos, que haya niñas que piensan en el suicidio, niños ebrios de odio que especulan con matar a otros (“Sanguijuelas”) y madres que parecen odiar a sus hijos. Muchos de estos relatos abordan la realidad desde una clara perspectiva feminista, mostrando que la desgracia se ceba en particular con las mujeres como sucede en “Silba” o en “Elegidas”.
Ampuero escribe desde su idea de la desigualdad (“Pietá”), de la crueldad (“Invasores”), de la angustia (“Sacrificios”), del sexo que todo lo borra (“Edith”), de la violencia en la pareja (“Lorena”) o de la desesperación (“Freaks”). Y firma un libro que golpea y levanta un sarpullido en el alma. Un libro atroz e inclemente; pura herida.