Carmen María Machado (1986) es reconocida como una de las voces más inquietantes de la actual narrativa hispana en Estados Unidos. No es el primer título de esta autora de origen cubano nacida en Pensilvania que se publica en nuestro país; quienes hayan leído su volumen de relatos Su cuerpo y otras fiestas, que llegó a ser finalista del National Book Award en 2017, difícilmente habrán olvidado el cuento “Madres”. Historia, dicho sea de paso, que resulta ser un excelente aperitivo para lo que el lector encontrará En la casa de los sueños.
Transgresora, experimental, irreverente o inquietante son adjetivaciones que encajan a la perfección con el contenido de esta primeriza novela que me ha recordado poderosamente la audacia de aquella lejana Frutos de Rubí de Rita Mae Brown en la década de los 70. Entre los numerosos paralelismos que podemos referir entre ambas novelas, el más significativo es el relativo al elemento autobiográfico, confesional, testimonial –“Crónica de mi vida lesbiana” era el subtítulo de Frutos de Rubí.
Ahora, En la casa de los sueños volvemos a encontrarnos con las revelaciones confidenciales de una lesbiana, pero la perspectiva actual es radicalmente distinta a la de hace medio siglo. La protagonista de la novela revela con valentía otra realidad del mundo “queer” –la traductora respeta el término–, aquella relativa a los malos tratos en una pareja de lesbianas.
Esta historia de maltrato y alienación transcurre como la de cualquier pareja heterosexual: la protagonista conoce a una anónima mujer que ya mantiene una relación amorosa y ambas se enamoran. Se especula con la posibilidad de una relación a tres bandas, pero finalmente ambas comienzan a vivir su propia historia en lo que a priori sería “la casa de los sueños”. La idílica situación inicial comienza a degenerar por unos obsesivos celos que desembocarán en un maltrato psicológico y físico.
Poco o nada tiene la historia de innovadora más allá de la singularidad de la pareja lésbica, aunque bien es cierto que este detalle le confiere una singularidad propia. La vertiente rupturista y el componente distintivamente experimental, más que la trama, lo constituye la forma de contar la historia. Al escoger un novedoso modelo narrativo de compleja descripción en unas líneas, la autora muestra que lo narrado es diferente por el ámbito en que acontece, y por ello, también novedosa debe ser la forma de contarlo.
'En la casa de los sueños' es una novela transgresora, experimental, irreverente e inquietante
Cada sección se desarrolla como una microhistoria, en forma de viñetas, rememorando el estilo de Una casa en la calle Mango de Sandra Cisneros; por lo general tienen un par de páginas, pero también los encontramos de un solo párrafo e incluso una sola línea: “Podemos follar —dice— pero no podemos enamorarnos” (p. 39). En otros casos la evocación puede ser a la Rayuela de Cortázar o a Las cartas de Mixquiahuala de Ana Castillo, al ofrecernos distintas posibilidades de lectura según nuestro estado de ánimo o reacción ante el hecho descrito.
Más singular resulta la narración en segunda persona en un atrevido retruécano narrativo como si el Dr. Jekyll escribiera dirigiéndose a Mr. Hyde: “… fui dividida: un tajo limpio apartó a la primera persona —aquella mujer segura y llena de confianza, la chica detective, la aventurera— de la segunda, que siempre se mostraba angustiada y temblorosa como un perro de una raza demasiado pequeña” (p. 28).
Como ocurriera en la referenciada obra de Mae Brown, el elemento catártico de la literatura alcanza en esta novela de Machado su grado superlativo. La protagonista surge como una nueva mujer que ha logrado entender su propia sexualidad; en la conclusión es alguien más segura de sí misma y mucho más fuerte que la timorata jovencita al comienzo de la obra. Si el precio pagado ha sido o no demasiado alto es algo que únicamente ella podrá valorar. Es la propia autora quien confiesa: “…el hecho de que haya un final verdadero para algo es la mentira de todos los escritos autobiográficos”. (p. 306).