Todavía existen en el mundo regiones donde el viaje, más allá de ser un mero desplazamiento, conserva el antiguo hálito de peregrinaje ilustrativo y sapiencial tan alejado del moderno turismo de ocio y relax. Parajes donde la comunión entre paisaje y cultura hunde sus raíces en las arenas del tiempo. Hasta uno de esos privilegiados lugares, la Provenza francesa, nos arrastran las páginas de este delicioso y sugerente ensayo del narrador y poeta Vicente Valero (Ibiza, 1963), que combina aquí la crónica de su deambular por los pueblos, campos y ciudades de la antigua provincia gala con anécdotas y avatares de muchos de los grandes artistas y escritores de la historia europea.
Arranca su recorrido Valero narrando el hito iniciático de la estética humanista, la escalada al Mont Ventoux del poeta Petrarca, que vivió en Aviñón entre 1333 y 1349 y escribió allí su seminal Cancionero. La inspiración que la naturaleza ofreció al medieval escritor italiano no sería un caso aislado, poetas como René Char –natural de Vaucluse–, Francis Ponge o el parisino Stéphane Mallarmé encontraron asiento para sus versos en las viejas y oscuras callejuelas de la antigua sede papal.
Valero recorre junto al lector una Provenza plagada de huellas de grandes maestros del arte
Continúa su ruta el autor atravesando esos ancestrales pueblos campesinos cuya alma, hecha de un luminoso fatalismo, capturó con bella certeza la pluma de Jean Giono. En uno de ellos, Lourmarin, decidiría instalarse un Albert Camus al que atraía ese paisaje solar, que también fue el anzuelo que mordieron infinidad de pintores. Y es que la luz y la naturaleza de Provenza han quedado inmortalizadas en las hechizadas pinceladas de Cézanne, a cuyas motivaciones pictóricas dedica Valero intensas páginas y que está enterrado en el cementerio de su Aix-en-Provence natal, y de otros maestros alóctonos como Van Gogh o Picasso.
El broche a este frondoso viaje por los valiosos y recónditos secretos del paisaje provenzal lo pone un bello diario poético donde Valero aborda de modo íntimo la explosión creativa que genera ese vínculo inmortal entre la naturaleza y la poesía.