Oír directamente las voces de la Grecia antigua, de donde vienen las raíces culturales más intensas del universo cultural de Occidente. Eso es lo que nos da este libro ejemplar de uno de los conocedores más profundos de aquel tiempo histórico: Karl Kerényi (1897-1973). Nacido de padres húngaros de origen alemán en una localidad del entonces Imperio austrohúngaro, hoy situada en Rumanía, Kerényi acabaría adquiriendo la nacionalidad suiza, utilizando como lengua de docencia y escritura el alemán.
Su especialidad fue la filología clásica, pero su amistad con Thomas Mann nos da una clave sobre la importancia de la literatura en su trabajo. Junto a ello es también importante señalar su interés por el psicoanálisis de Freud y Jung, que nos permite comprender mejor la proximidad que establece entre los relatos míticos de la antigüedad y la psicología.
No son pocas las ediciones en español de su amplísimo conjunto de obras, y la llegada de esta nueva versión de uno de sus libros más relevantes es todo un acontecimiento. Los dioses de los griegos fue publicado en español por la editorial venezolana Monte Ávila en 1991, y es esa la traducción, revisada por el mismo que la hizo entonces: Jaime López-Sanz, la que se publica ahora en Atalanta, con un sugerente prólogo de Luis Alberto de Cuenca.
La edición actual es impecable, aunque lamentablemente no recoge las reproducciones impresas de imágenes visuales de la antigüedad griega, seleccionadas por Kerényi. Y es ésta una cuestión importante, pues como señala el propio Kerényi en su Introducción el objetivo central del libro es revelar el contexto original de la mitología griega, para producir “el efecto de una actividad de la psique caracterizada en imágenes”. Es decir, Kerényi traza una línea de continuidad entre las imágenes verbales, recogidas en los relatos, y las imágenes visuales que se conservan en la cerámica y las esculturas de la antigua Grecia.
Kerényi propicia un viaje vivo en el que nos lleva hasta una antigüedad griega cuyos símbolos siguen hoy vigentes
Siguiendo ese objetivo, y con un trasfondo de erudición verdaderamente impresionante, Kerényi crea un personaje ficticio: un narrador que nos habla directamente, que despliega su voz en el texto en el que se recogen las diversidades y variantes de los relatos míticos, construyendo así un relato en espejo. Una narración que propicia un viaje vivo en el tiempo, hasta la época de la antigüedad griega, a través de un relato trazado y expresado con la sensibilidad moderna del mundo occidental.
En palabras de Kerényi: “Este libro es un intento experimental de reponer la mitología de los griegos en su medio original: en el contar historias mitológico”. El texto del libro se despliega en su plenitud literaria, eso sí: acompañado en los apéndices de toda una serie de registros que nos remiten a las fuentes en las que bebe el relato, así como a los índices de dioses, personajes mitológicos y lugares.
El libro se articula en 15 secciones que tienen como base nada menos que 909 fuentes originales desplegadas en una articulación genealógica que proyecta luz acerca de dónde venimos: el mundo de los dioses, los titanes, los héroes, y dónde se sitúa nuestro inicio: los procesos de nacimiento y despliegue de la humanidad. Kerényi alude al psicoanálisis cuando establece una comparación de gran relieve entre obra mitológica y obra de arte: “la ‘obra’ mitológica contenía, como toda obra de arte, elementos tanto conscientes como inconscientes”.
El mar, los ríos, la noche, el viento: las raíces del mundo. La figura de Eros, el que nació primero de todos los dioses y reveló el mundo. De los astros a los cuerpos, de las metamorfosis a la estabilidad de lo que permanece. La voz del narrador pone ante nuestros ojos y nuestra sensibilidad cómo todo aquello que fue en otro tiempo sigue estando, a través de variaciones, en nuestras vidas. Relatos de dioses, imágenes de las vidas humanas.