Si bien este libro es, como se dice en el título, una reunión selecta de su poesía a lo largo de más de cuarenta años, con poemas ya publicados y otros inéditos, Andrés Trapiello (León, 1953) no se ha limitado, como es muy común, a redactar un prólogo. El autor ha escrito un extenso relato autobiográfico, para el que ha rescatado unos pocos textos anteriores, tan extenso que supera por mucho las páginas dedicadas a los poemas. Así, La fuente del encanto es mucho más que los “poemas de una vida”, que también, pues son la razón de ser de todo lo demás. Lo que aquí se ofrece es una autobiografía en clave sentimental e intelectual, al modo de una novela de formación, en donde no faltan las noticias de lecturas germinales y la iniciación a la poesía. Completa el volumen un álbum fotográfico.
No ha de parecer extraño que la prosa en la que se van encajando los poemas ocupe tantas páginas, pues es de sobra sabido que Trapiello es un autor prolífico. Entre otras obras, ha publicado ocho libros de poesía, nueve novelas y varios volúmenes de relatos y nada menos que, a día de hoy, veintitrés tomos de diarios, titulados genéricamente Salón de pasos perdidos, a los que hay que añadir traducciones, artículos y numerosos libros de ensayo, entre otros, el muy conocido Las armas y las letras. Libros y más libros que enmarcan una vida entregada a la pasión por los mismos.
El relato que sirve de envoltorio a los poemas es confesional y de lectura amena. De ningún modo tiene una función accesoria con respecto a los poemas, vale por sí mismo. Sin poder entrar aquí en mayores detalles, hay que subrayar la importancia de la infancia, del “paraíso perdido” y la vivencia en la naturaleza que se plasmará tiempo después en sus poemas. No en vano el autor escribe que “La poesía es un intento de alcanzar el estado de Naturaleza y recuperar la inocencia propia del paraíso”. Y en otra formulación, donde regresa el énfasis de la letra mayúscula: “La poesía es no solo la traducción de la Naturaleza en espíritu, sino la del espíritu en Naturaleza”.
Los poemas dicen cómo el ser humano se siente ligado a la vida por el amor y la muerte, la dicha y la desdicha
En cuanto a la poesía de Trapiello, es bien sabido, está dictada por la sencillez o, si se prefiere, por la naturalidad, como aquí se lee, “ha de ser lengua materna […] Y el lenguaje materno es el de los sentimientos y la emoción”. Es, pues, una escritura alejada de manierismos y gestos vanguardistas. Su concepción poética trata de fijar, a partir de una situación que no necesita en absoluto ser excepcional, sino perfectamente cotidiana, una emoción que alcanza la altura de una revelación, algo que conmueve al sujeto y que, sabe este, no puede dejar desvanecerse.
Los poemas dicen eso, cómo el ser humano se siente ligado a la vida por múltiples motivos, dados todos “de forma natural: el amor y la muerte, la dicha y la desdicha, la plenitud y la decadencia, la elegía y la celebración, y desde luego la belleza”. Con algo de todo eso escribe sus poemas Trapiello y quizá no sea desajustado recalcar que en casi todos ellos la nota elegíaca tiene un lugar. En último término, el tiempo de la infancia, del descubrimiento continuo de la vida, ese ya no volverá y su presente, no puede manifestarse si no es tamizado por el halo de la nostalgia.
Puesta al día de una obra, este libro es mucho más, contiene la narración de una aventura poética, la “explicación” de esa escritura en las palabras del propio autor, sus lecturas más influyentes, en fin, su recorrido intelectual y vital.
El camino de vuelta
Cuanto más necesarias son las cosas,
más tardamos en verlas,
aunque estén a la vista.
Todas esas palabras que has escrito
en poemas, ensayos y novelas
vienen a ser como guijarros blancos
que sembraste en la noche,
el camino de vuelta.
No sé qué ocurrirá cuando no queden
más guijos, y los pájaros
den cuenta de las migas,
y no haya ya camino ni regreso ni casa.
Noche estrellada, si te acuerdas, dile
a tus pequeños astros
que me lleven de vuelta
siquiera hasta mi infancia,
que desde allí yo ya sabré orientarme.