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Letras

Umberto Eco, memoria inédita de un bibliófilo irredento

¿Cómo sería un mundo sin libros? En los artículos de 'La memoria vegetal' el autor responde que probablemente sin matices, sin interpretaciones y tal vez sin verdaderas ideas

16 julio, 2021 17:53

La memoria vegetalUmberto Eco

Traducción de Helena Lozano. Lumen. Barcelona, 2021. 272 páginas. 18,90 €. Ebook: 8,99 €

¿Viajan los libros hacia el pasado, como un objeto reservado a los nostálgicos? Borges afirmó que el libro es la creación más asombrosa del hombre, pues constituye una extensión de su memoria e imaginación. Bibliófilo y bibliómano, Umberto Eco (Alessandria, 1932 - Milán, 2016) dedicó muchos ensayos y conferencias al libro. La memoria vegetal recoge una selección de estos trabajos, hasta ahora inéditos en español.

Aunque se trata de textos dispersos, aglutinados en un volumen adquieren una misteriosa unidad. No son piezas contiguas o sucesivas, sino complementarias. Eco cita a Borges en muchas ocasiones, escogiendo largos pasajes de su obra, como el fragmento de "Funes, el memorioso" —uno de los relatos más famosos de Ficciones— donde se ironiza sobre el miedo al olvido de los hombres. Si el hombre no fuera capaz de olvidar, su vida consistiría en una fatigosa y absurda evocación de lo vivido. Eco nos recuerda que la función del libro no es solo recordar, sino significar. Es decir, transformar los recuerdos, prolijos, incompletos y confusos, en una secuencia dotada de orden y sentido. El libro no es un mero soporte, sino un acontecimiento de gran espesor ontológico.

El primer texto del libro de Eco se titula “La memoria vegetal”. Se trata de una conferencia dictada en Milán el 23 de noviembre de 1991 en la Sala Teresiana de la Biblioteca Nazionale Braidense. Son treinta páginas que trazan una historia y apología del libro, especulando sobre su porvenir. Eco apunta que la memoria se volcó primero en la piedra; después, en soportes vegetales, como el junco, el papiro o la madera, y hoy en día se aloja en el silicio. La proliferación de soportes y obras ha favorecido la multiplicación de los textos, engendrando un ruido que conduce a la insignificancia. “La abundancia de información —escribe— puede generar la absoluta ignorancia”. Es importante restaurar la trascendencia y singularidad del libro, pues ha desempeñado un papel esencial en la constitución del individuo como célula básica de las sociedades libres y plurales.

¿Cómo sería un mundo sin libros? Probablemente, un mundo plano, sin matices, sin interpretaciones y tal vez sin verdaderas ideas

Con el libro, la escritura adquiere una dimensión personal. Cuando lo abrimos, “buscamos a una persona, una manera individual de ver las cosas”. El libro no es solo subjetividad. También es autoridad, pues todo lo que aparece en sus páginas nos parece fiable: “Hoy los libros son nuestros ancianos”. Ese prestigio contrasta con los obstáculos que han soportado los grandes clásicos. Eco cita los casos de Proust, Joyce, Melville o Dickinson, que sufrieron el rechazo de editores y críticos. A veces, ni siquiera la posteridad fue benévola. El jesuita, crítico literario y escritor Saverio Bettinelli recomendó en el siglo XVIII tirar a la basura la Comedia de Dante.

El libro siempre ha representado un desafío para el poder absoluto. Déspotas y tiranos han enviado a la hoguera las obras que les hacían sentirse amenazados. Heine no se equivocó al señalar que allí donde arden libros, acabará quemándose a las personas. “Se empieza siempre por los libros —apunta Eco—, luego se abren las cámaras de gas”. Platón desterró a los poetas de la República, acusándolos de difamar a los dioses. En el Fedro, cuando el dios Theuth le presenta la escritura al faraón Thamus, este deplora el invento, asegurando que destruirá la memoria de los hombres. Eco objeta que el libro no ha acabado con la memoria. Al revés, la ha potenciado, pues un libro siempre suscita interpretaciones y, por tanto, “produce nuevos pensamientos”. Y finaliza este primer ensayo, corazón de la obra, explicando que la lectura es una experiencia fisiológica, tal como se aprecia en un pasaje del Ulises, de Joyce. Mientras Leopold Bloom lee en el retrete, sus intestinos se acompasan al tono de cada párrafo.

El resto de los artículos y conferencias de La memoria vegetal hablan de bibliofilia, bibliomanía, bibliotecas, historia del libro, erudición, catálogos, rarezas y libros digitales. Además, Eco se permite alguna pirueta narrativa, adoptando la perspectiva de un libro electrónico que reflexiona sobre su existencia o la de un erudito que investiga sobre la relación entre Shakespeare y Francis Bacon. Eco no es Borges. Su prosa es más periodística y ligera, pero siempre es incisiva y perspicaz. Se inscribe en la tradición de la alta divulgación, género muy popular en el mundo anglosajón pero con menos raigambre en otras tradiciones.

Se declara bibliófilo, no bibliómano. Su amor al libro no le impide hacer pequeñas marcas con lápiz en los márgenes. Los bibliómanos anhelan tanto poseer rarezas bibliográficas que no retroceden ante el robo. Serían incapaces de apropiarse de una fruta ajena, pero cuando se trata de un libro, inhiben sus objeciones morales. Eco no los justifica, pero habla de ellos con indulgencia: “por amor a un hermoso libro estamos dispuestos a cualquier bajeza”.

Frente a la bibliocasia, desdén o desinterés por el libro, el bibliófilo cuida una biblioteca como si fuera un jardín. Cuida porque una biblioteca es “un organismo vivo con una vida autónoma”. Es inevitable pensar en el donoso escrutinio de la biblioteca de Alonso Quijano, que sufre como una criatura cuando el cura y el barbero le amputan títulos, pues en cada volumen hay un pasaje de la vida de su desgraciado dueño. Una biblioteca es el hombre que la ha compuesto. Así lo entiende Miguel Delibes cuando habla del protagonista de Cinco horas con Mario.

Esta ingeniosa y erudita miscelánea de textos sobre el libro regocijará a los amantes de la escritura y las bibliotecas

Eco cita poco a los autores en lengua española, con excepción de Borges y Cervantes. Parece preferir otras geografías literarias. Muestra especial interés por las obras con miniaturas e ilustraciones. Su ficción sobre Shakespeare y Bacon, que supuestamente intercambiaron sus identidades, pone de manifiesto su talento narrativo, donde confluyen la habilidad para la intriga y la filigrana erudita. La memoria vegetal es una miscelánea, pero su carácter disperso e híbrido no le resta valor. Es un conjunto de textos sobre el libro que regocijará a los amantes de la escritura y las bibliotecas. En sus páginas hay humor, erudición, ingenio y, sobre todo, amor a la literatura.

El semiólogo afirmó que internet le había dado la palabra a legiones de idiotas, convirtiendo al tonto del pueblo en portavoz de la verdad. El libro aún es un territorio vedado para esos nuevos bárbaros. Aunque hay libros mediocres e incluso deleznables, persiste cierto criterio de selección que frena a los botarates más incorregibles. Eco no cree que nos encaminemos hacia la muerte del libro. Nunca se habían editado tantas obras y jamás habían existido tantos hombres y mujeres trasladando al papel sus ideas, fantasías, ilusiones y temores.

¿Podríamos vivir sin memoria vegetal? ¿Cómo sería un mundo sin libros? Probablemente, un mundo plano, sin matices, sin interpretaciones y tal vez sin verdaderas ideas. Mientras haya bibliotecas, el ser humano preservará su espíritu, manteniéndose abierto al bien y la belleza. El libro no es un objeto, sino un ser vivo. Nos seduce, nos provoca, nos irrita. En las horas más trágicas, nos proporciona consuelo. En los momentos de dicha, nos ayuda a sentir el espesor del tiempo. El libro es el mejor aliado de la vida. Creo que el Eco estaría de acuerdo.

La memoria vegetal me ha hecho sentir que la muerte solo es una ilusión. El pasado vive en los libros y dialoga con nosotros, mostrando que la palabra realmente no es letra inerte, sino un signo fructífero con el poder de resucitar lo que el tiempo ha devorado. Escribe Borges: “Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros, otros sin agua; en lo que a mí se refiere, soy incapaz de imaginar un mundo sin libros”. Eco piensa que eso nunca sucederá. El libro es un lugar de encuentro y la única patria que jamás alzará muros para alejar al hombre. Si desaparece, nuestro destino será vagabundear como Ulises, pero sin una Ítaca a la que regresar.

@Rafael_Narbona