Las "putas, brujas y locas" de nuestra historia exigen justicia
Mado Martínez reivindica en su último libro, 'Putas, brujas y locas', a doce mujeres extraordinarias que desafiaron las convenciones de su tiempo
19 agosto, 2021 08:59Con la certeza de que las protagonistas de su investigación fueron "especiales" porque en su época ser mujer y romper techos de cristal era una suerte de maldición, la filóloga, antropóloga y escritora Mado Martínez (Alicante, 1979) explica que Putas, brujas y locas (Algaida) nace de su pasión por la historia, y porque, además, resulta imposible asomarse al retrato íntimo de estas mujeres sin sentirse atrapada. No hay que olvidar, insiste, que si una niña nacía en una familia adinerada, su destino era convertirse en animal de lujo; si lo hacía en una de clase media, en animal de compañía, y si era hija de una de escasos recursos, en bestia de carga y trabajo... Por eso, si intentaban vivir "de otra manera", eran despreciadas, tachadas de "putas, locas o brujas" y olvidadas.
"Sí, todas ellas vivieron experiencias fascinantes, extravagantes, estremecedoras, inspiradoras, dramáticas… Me enamoré de todas las mujeres de Putas, brujas y locas, hice un viaje anímico con ellas, me trasladaron a una época de prodigios e imposibles, como fue la Edad Moderna. Creo que era justo resucitarlas, devolverles la voz perdida, permitirles hablar y escuchar los secretos que tenían que contarnos, durante tanto tiempo silenciados", explica Mado Martínez, colaboradora habitual de 'La rosa de los vientos' de Onda Cero.
Pregunta. De todas las protagonistas a las que retrata en estas páginas, ¿cuál es su favorita?
Respuesta. Todas son “mis niñas”, aunque siempre digo que si hubieran de partir juntas en una travesía marítima, la que capitanearía el barco sería, sin duda, Isabel Barreto, la primera mujer almirante de la flota española que supo comandar la expedición a las Islas Salomón con mano de hierro, a pesar de sus enemigos, entre ellos el piloto mayor Pedro Fernández de Quirós, quien desde el principio había mostrado su desagrado ante el hecho de que hubiera mujeres a bordo y no llevó muy bien tener que someterse al gobierno de una mujer.
Cambio de sexo radical
P. Sí, pero ¿quién lo tuvo más difícil y supo romper con más tabúes?
R. Todas tuvieron que enfrentarse a los tabúes y convencionalismos de la época, pero las aventuras de Elena de Céspedes habrían hecho enrojecer al mismísimo Lazarillo de Tormes. Nació esclava, morisca y mujer y logró fraguarse una identidad como hombre libre y cristiano. Se enroló en el ejército para luchar a favor de las tropas del rey contra los moriscos; fue la primera mujer en sacarse la carrera universitaria de cirujano, vestida de hombre (las mujeres tenían prohibido ir a la universidad) y hasta se casó por la iglesia con otra mujer, para lo cual, se sospecha que pudo realizarse la primera operación de cambio de sexo de la historia, bastante rudimentaria y dolorosa, por cierto…
"Todavía nos estamos sacudiendo la caspa de ciertos sesgos culturales machistas de encima y de aquellos barros vienen estos lodos"
Explica la autora del libro que ninguna de estas doce mujeres puede dejar indiferente a nadie, pues resulta imposible no admirar a Isabel Barreto o no disfrutar con las aventuras y desventuras de Eleno de Céspedes. "Desde luego, insiste Mado Martínez, "¿cómo no estremecerse con la desdichada vida de Ana María la Lobera, encantadora de lobos, o las prostitutas del burdel de Valencia? ¿Cómo no emocionarse con Inés de Suárez, luchando contra los mapuches junto a Pedro de Valdivia? ¿O Mencía de Calderón, enfrentándose a piratas y cruzando mil seiscientos kilómetros de selva al frente de una caravana de mujeres, durante seis años?".
Imposible no mencionar también a otras extraordinarias mujeres que se apoderan de las páginas del libro, como la legendaria Malinche, la mujer que abrió a Hernán Cortés las puertas de México; Lucrecia de León, la profeta de Felipe II, o Eugenia Martínez Vallejo, la "monstrua de Avilés", niña giganta y disminuida mental, convertida en juguete de Carlos II.
Arrinconadas en el hogar
P. ¿Alguna obtuvo finalmente el reconocimiento o aprecio, o incluso admiración de sus iguales hombres, o acabaron pagando su osadía?
R- Las hubo que acabaron obteniendo aprecio y admiración, como la monja alférez Catalina de Erauso, a quien el propio papa Urbano VIII le permitió seguir vistiendo ropas de hombre, y el mismísimo rey Felipe IV le concedió una renta de 800 escudos por haber luchado en sus filas, y hasta la permitió heredar en testamento de su madre con el nombre masculino de Antonio de Erauso, como ella se hacía llamar. Otras no corrieron la misma suerte, y tras dar el do de pecho como el que más, como Isabel Barreto, Inés de Suárez o Mencía de Calderón, fueron relegadas a un segundo plano, las despojaron de sus cargos, arrinconadas al ámbito doméstico.
P. Explica en el prólogo que las mujeres que lo protagonizan son especiales porque "vivieron en una época en que serlo no tenia nada de especial, solo constituía un demérito". ¿Realmente cree que, al margen de cuotas, hemos cambiado tanto como creemos, o si indagamos un poco seguiremos descubriendo el mismo machismo, el mismo desprecio que antes, apenas disfrazado?
R. Machismo es una palabra muy light y anacrónica para describir lo que pasaba en tiempos pretéritos y oscuros como la Edad Moderna. Lo que existía en esa época era misoginia, un odio exacerbado a la mujer, a quien se consideraba fuente de todos los males, hija del pecado, ciudadana de segunda, el sexo débil, emocional, desprovista de juicio. Eran esclavas, pues no podían escapar de la tutela del padre o el esposo, o en todo caso de una estructura jerárquica patriarcal. Ahora bien, a pesar de que hemos progresado muchísimo, también es cierto que somos herederos de ese patrón cultural del canon androcentrista (hombre/blanco/heterosexual/cristiano) que las grandes religiones abrahámicas han impuesto durante siglos, y que nos hablan de un Dios Alfa, un dios mono, que explica en buena parte el papel de sometimiento de la mujer y gran parte de la historia de violencia y opresión justificada en forma de guerras santas, cruzadas (hoy en día todavía presente en movimientos fundamentalistas). No es fácil escapar de eso. Todavía nos estamos sacudiendo la caspa de ciertos sesgos culturales machistas de encima y de aquellos barros, obviamente, vienen estos lodos. Por ejemplo, la industria de la explotación sexual y los motivos que llevaban a una mujer a prostituirse en la mancebía de Valencia durante la Edad Media y la Edad Moderna siguen vigentes en la actualidad. Es muy triste.
Juicio crítico y transversal
P. ¿Qué tendría que pasar para estas "putas y locas" se estudiaran con normalidad en nuestras escuelas? ¿cree que quizá libros como el suyo marcan, o abren el camino?
R. No soy amiga de censurar, nunca lo he sido. No creo que haya que borrar de la historia el cuento de la Bella Durmiente porque el beso no sea consentido y cosas así. Más bien, siempre me he inclinado por dotar a los estudiantes de juicio crítico para que sean capaces de entender una película como Lo que el viento se llevó dentro de un contexto determinado. Para ello, es fundamental enseñar historia. El problema es que a menudo, la historia que nos enseñan en la escuela es una sucesión de fechas y acontecimientos históricos, y hace falta algo más: hacen falta temarios más transversales, que ahonden más, herramientas antropológicas que nos permitan saber, para empezar, qué es un sistema de creencias o un sesgo cultural, dos categorías analíticas fundamentales para entender las sociedades en las que vivimos.