Resulta difícil clasificar Solo quedamos nosotros, un libro que nace del último grito ideológico y que resulta un híbrido tanto en forma como en contenido. La obra tiene, entre otras, una lectura política en la era de TikTok, el poliamor, los adolescentes trans y el lenguaje no binario. Incluso indaga en la reconstrucción de las nuevas masculinidades surgidas del feminismo. Su autor es Jaime Rodríguez Z. (Lima, Perú, 1973), un escritor, periodista y editor que dirigió la revista Quimera y que ha publicado dos libros de poemas, Las ciudades aparentes (2001) y Canción de Vic Morrow (2009). Solo quedamos nosotros es su primer trabajo en prosa, aunque rezuma expresión poética.
La obra, como decía en el primer párrafo, es inclasificable. Hay en ella espacio para la autobiografía, el relato psicológico, el cuento más o menos ficcional, el monólogo televisivo, la reflexión y la poesía. Y es, ante todo, un ejercicio de escritura con el que su autor no solo busca componer la novela que lleva diez años intentando, sino también exorcizar los recuerdos, reconvertir la culpa, expresar lo inefable, recolocar hechos y recuerdos…
Es decir, convertir el caos de la realidad (de su realidad) en un cosmos ordenado que le permita encontrar el hilo conductor de su vida, aquello que une su pasado limeño con su presente en Madrid. Por un lado, están su infancia y juventud, y, paralelamente, la espera con su padre casi moribundo en un hospital de Lima. Por el otro, su madurez de padre de un hije y otra espera igualmente angustiosa, la que mantuvo durante treinta y dos horas en las Urgencias del Hospital Doce de Octubre al principio de la pandemia.
En este debut narrativo el autor no solo busca componer la novela que lleva diez años intentando, sino reconvertir la culpa, exorcizar los recuerdos
El libro está dividido en dieciséis capítulos breves que desarrollan pasajes importantes de la vida del autor. En los primeros aparece un hombre desestructurado, casi sin atributos, obsesionado por reeducar su masculinidad para adaptarla a lo que se le exige a un varón del siglo XXI. Además, ha contraído el covid y en él se mezcla el miedo a la enfermedad con otro mucho más inclemente: el temor fundado a no ser capaz de reconducirse y frustrar las expectativas que sus dos mujeres (forman una tripareja) han depositado en él.
Antes de la pandemia había sufrido años de ansiedad, depresión y paranoia. Algunos episodios abundan en la culpa y bucean en el lugar donde habitan los monstruos, a veces con trazas oníricas. Otros recuperan un pasado difícil, con un modelo paterno rechazable y una madre dolorosa que también vive en la autorecriminación.
La obra, bien escrita, tiene pasajes conmovedores, sobre todo dos: el de las sensaciones del enfermo que llega con sintomatología a un hospital del primer mundo y el que recrea una videoconferencia con una madre vencida y, a pesar del tiempo transcurrido, con la herida aún sangrante. Frustración. Hartazgo. Intemperie. Abandono. Dolor. Palabras en desorden para una realidad desconcertada.