Si recogiéramos los pedazos dejados por John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr tras su ruptura definitiva en 1970 podríamos reconstruir, nota a nota, el inmenso legado dejado por los Fab Four, las claves de su revolución (social y cultural) y, sobre todo, los ingredientes individuales que cada uno aportó a ese volcán en erupción que fueron los Beatles durante la década escasa que duró su sueño.
Uno de esos valiosos fragmentos lo encontramos en las grutas, aún humeantes, de este I Me Mine, la autobiografía que George Harrison publicó con Genesis en 1980 y que ahora edita Kultrum por primera vez en castellano y con introducción de su mujer Olivia. Harrison, de cuya muerte se cumplen 20 años el 29 de noviembre, fue mucho más que la guitarra “callada” de los Beatles. Tardó en abrirse camino entre el prodigioso y mediático tándem Lennon-McCartney pero eso no le restó ni un ápice de grandeza a sus convulsas corrientes creativas y espirituales. I Me Mine es una canción y un irónico golpe en la mesa con el que adelantaba a sus compañeros en la carrera por contar lo que pasó en un momento en el que “era horrible estar en primera plana de la vida de todo el mundo cada día”.
Estamos ante una original autobiografía construida con sinceridad y crudeza. Los textos trenzados de Derek Taylor (periodista y sombra del grupo durante años) dialogando con Harrison en una cursiva intrusa pero fecunda la convierten en algo único. Además, encontramos un álbum fotográfico con “láminas” inéditas y un cancionero con un centenar largo de títulos comentados por su autor y, atención fans, en versión manuscrita. ¿Se podría entender el mundo sin While My Guitar Gently Weeps, Something o My Sweet Lord? Quizá sí, pero lo haría más difícil.
"Él ha sido bendecido con dos de los dones del buen narrador: una memoria extraordinaria para los detalles (fechas, indicaciones, climas, estados de ánimo, horas del día, apariencias, etc) y el deseo sincero de dejar bien clara su exposición", explica Taylor en una de sus intervenciones, relatadas con tanta intimidad como las del propio Harrison.
Finalmente, en nuestro protagonista son las canciones las que terminan contando más que la propia declaración abierta de sus recuerdos escritos, las que delatan un rastro existencial cargado de experiencias que muy pocos seres humanos han llegado a vivir. "Mi guitarra sigue vertiendo dulcemente sus lágrimas" (While My Guitar Gently Weeps) mientras "en algún lugar de su sonrisa ella sabe que no necesito a ninguna otra amante" (Something). "Mi dulce Señor, realmente quiero conocerte" (My Sweet Lord). Harrison en carne viva.