Hay algo de parábola sugerente y cautivadora en la idea de esta novela, la segunda que se traduce del gallego al castellano de la escritora Silvia Bardelás (Vigo, 1967). Ese algo tiene que ver con el estado de ánimo que impregna el collage de voces empastadas que va desfilando ante nosotros y en las que pone orden la narradora, que es quien orquesta lo que entre todas van contando sobre el mundo rural gallego en el que habitan.
Identidad, paisaje, búsqueda, culpas, son algunos de los temas por los que transitan unas y otras de manera obsesiva. Tiene que ver, también, con el estilo envolvente, acertado en la manera de sugerir que detrás de estas vidas desajustadas está la necesidad urgente de actuar, que para hacerlo, deben poner en palabras todo lo que han callado, lo que no han vivido, y que lograrlo les hará sentirse vivas.
Son sobre todo mujeres mayores, de campo, abuelas que han soportado el peso de normas impuestas, hijas empujadas a buscarse un futuro exitoso muy lejos de allí, nietos en esa edad de necesitar encontrarse en algún lugar. Mati es quien protagoniza la particular lucha a pie de calle por imponer estas ideas nuevas, y junto a ella sus vecinas, el párroco del pueblo (en cierto modo) y los jóvenes. Ella es la poderosa voz que domina, la que no calla hasta encontrar la manera de encarar (a destiempo, cree) ataduras sociales y morales de su tiempo.
Destiempo es un relato alentador, precisamente por lograr transmitir la fuerza de las palabras, por reivindicar que son esenciales a la hora de poner barreras
Es, además, la abuela de Luis, un joven que vuelve al pueblo desde Boston (donde vive con su madre) a pasar un verano, instado por ella, que hizo las veces de madre, y que ahora querría recuperarlo para devolverle a la casa lo que perdió con su marcha, tres años atrás. Cree que cerrar el pasado es el camino para dejar un futuro mejor a los jóvenes, aunque en realidad a él nada parece ligarle al escenario de su abuela, ni a ningún otro, pero un giro inesperado modificará su posición en esta historia y hará que cambie su enfoque y se prolongue su presencia más allá de lo previsto.
Es mérito de Silvia Bardelás dar una vuelta de tuerca a esta realidad vivida de manera tan distinta por las diferentes generaciones, diferencia que enfatiza la arriesgada estructura de un discurso narrativo denso y de ritmo irregular. Su intención busca dar cuerpo a la idea de cómo maneras tan distintas de ver el mundo viven encalladas en un pasado sobre el que pesan demasiados secretos, culpas y silencios, lo que hace que no avance el presente y difícilmente se despejen dudas sobre el futuro.
Y sí, es un relato alentador, precisamente por lograr trasmitir la fuerza de las palabras, por reivindicar que son esenciales a la hora de poner o quitar barreras.