La Feria del Libro de Madrid asegura que su 80.ª edición ha sido todo un éxito, con cifras de ventas casi tan buenas como en 2019, a pesar de las restricciones de espacio y aforo impuestas por la pandemia. No obstante, como dice el refrán, cada uno cuenta la feria según como le va en ella. Y a las editoriales pequeñas parece que no les ha ido tan bien. Ante la reducción de la superficie de la feria, la dirección decidió ubicar sus casetas en las isletas centrales que en ediciones normales se destinan a pabellones, puestos de información o de comida y bebida.
El resultado, según 28 sellos independientes que han firmado un comunicado conjunto para expresar su enfado, es que el público se detuvo menos (y por tanto, compró menos) en esta zona de la feria que en las largas hileras laterales del Paseo de Coches del Retiro. "Se habla ya de que las editoriales de lo que Gil [Manuel Gil, director de la feria] llamó el 'espacio experimental' facturaron un 40% menos que las otras", afirman en el documento, firmado por editoriales como Alpha Decay, Astiberri, Bartleby, Demipage, Cálamo, Barrett, Errata Naturae, Fulgencio Pimentel, Hermida, Gatopardo, Menoscuarto, Libros del K.O., Libros del Kultrum, Pepitas y Reino de Cordelia, entre otras.
Según los responsables de estas editoriales, el público visitó menos la zona central "porque no estaba familiarizado con ella y porque alternaba expositores, chiringuitos y casetas institucionales". Aceptaron "con resignación (o con humor)" el resultado de lo que ellos creían que había sido un sorteo. Pero la resignación se ha convertido en indignación a raíz de unas declaraciones de Gil en elDiario.es, donde reconocía que fue "una decisión estudiada". Decidieron poner en la isleta central "a editoriales de catálogos pequeños y a aquellas que tienen la necesidad de rejuntarse con otras editorales".
Después de mencionar los "efectos desiguales" que la pandemia de Covid-19 ha tenido en el mundo del libro, el comunicado prosigue: "Con el viento en contra, lo normal es que se vean más perjudicados los sellos de menor tamaño, los que no están arropados por un gran grupo. Es lo lógico, y las pequeñas editoriales lo afrontamos. Sacamos a la luz libros que otros no publicarían y a menudo apostamos por autores que luego ficharán por grandes grupos. Lo sabemos: son las reglas del juego y aun así jugamos. Lo que no sabíamos es que la Feria nos estaba sacrificando conscientemente".
El escrito continúa entre el resquemor y la ironía: "A la organización de la Feria y a su director le debemos, eso sí, una identidad renovada. Antes éramos solo editoriales pequeñas. Ahora somos las EEE (Editoriales del Espacio Experimental). También les debemos la energía con la que nos hemos puesto, justamente, a experimentar nuevas vías de organización en un momento de crisis en el que no podemos permitirnos que nuestro gremio, que debería ser nuestro principal aliado, nos dé la espalda. Necesitamos su apoyo".
Y finaliza con una advertencia: "A lo mejor no somos un gran grupo. Pero podemos llegar a ser un grupo muy grande".