En 1900 cuando España presentó su pabellón para la Exposición Universal de París, los organizadores franceses echaron en falta que nuestro país se pareciera más a la España que encajaba con su ideario romántico. Así que presentaron su propia propuesta: Andalucía en la época de los moros. Un vodevil de decoraciones de Granada, Córdoba y Sevilla que incluía la reconstrucción del Alcázar, la Giralda y la Alhambra en un mundo protagonizado por toreros, flamencos y gitanos. Para ilustrarlo, el póster de aquella exposición introdujo a un encantador de serpientes. Habían confundido Sevilla con Marrakech, cuenta Joseph Pérez en Andalucía, verdades y leyendas, el último libro que el historiador e hispanista francés escribió antes de fallecer en octubre de 2020.
Título: Andalucía, verdades y leyendas
Autor: Joseph Pérez; Traducción de Rafael G. Peinado Santaella y Pablo H. Zapata Cano
Editorial: Universidad de Granada
Año de publicación: 2021
Disponible en Editorial UGR
Disponible en Unebook
Publicado ahora en nuestro idioma por la Editorial Universidad de Granada, con traducción de Rafael G. Peinado Santaella y Pablo H. Zapata Cano, este interesante y heterodoxo ensayo cuestiona con valentía las principales premisas que se erigieron en torno a la identidad de Andalucía —y por extensión muchas veces de España—, empezando, cómo no, por sus tópicos, donde la literatura romántica francesa, con sus licencias narrativas, jugó un papel cómplice y determinante.
Aunque ya desde el siglo XV se había creado en España el género literario de la maurofilia —que idealizaba a los personajes, usos y costumbres musulmanas— fue en el siglo XVIII, y especialmente en el XIX, cuando tomó forma la imagen de la Andalucía que hoy prevalece, y que puso el foco en las tres ciudades que, dos siglos después, representarían a esa otra España en el pabellón de París: Granada, Córdoba y Sevilla.
Según Pérez, que dedicó toda su vida a los estudios sobre la cultura y la historia españolas, para los románticos Andalucía era más africana que europea, la antesala perfecta hacia Oriente, una imagen a la que contribuyeron, sin duda, escritores como Chateaubriand y Washington Irving, que pronto quedaron fascinados por una Alhambra en decadencia.
Andalucía, la tierra de Carmen
Junto a aquel paraíso perdido, las corridas de toros, los gitanos y el flamenco pronto pasaron también a formar parte de aquella imagen que se forjó a hierro a mediados de 1700. Aunque existen evidencias de que ya existía en la Edad Media, fue en el siglo XVIII cuando toreros de la talla de Pedro Romero, Joaquín Rodríguez “Costillares” y José Delgado “Pepe Hillo” profesionalizaron la tauromaquia. Así, las corridas de toros, que atraían a miles de espectadores, pasaron a convertirse en las sucesoras naturales del teatro, que había gozado hasta entonces del favor del público.
Aquel espectáculo “nuevo”, que se vio reforzado a finales del XIX y durante la dictadura franquista, pronto atrajo también la atención de algunos artistas como Goya, Manet o Picasso y de escritores como Vicente Blasco Ibáñez —cuya novela Sangre y arena fue adaptada en varias ocasiones a la gran pantalla—, o Ernest Hemingway y su conocido idilio con los San Fermines. No fue el caso de Jovellanos, Larra o Machado, que vieron en ella la representación de una España más rancia e incivilizada.
Fue también en el siglo XVIII, sostiene en su ensayo Pérez, cuando los majos, los toreros y los gitanos cobraron vida en un mundo de bandoleros, contrabandistas y cigarreras. Era el universo de la Carmen de Prosper Mérimée, “un mundo en el que la violencia, el instinto y la pasividad prevalecen sobre los grandes sentimientos”, describe.
“Nada más opuesto a la Granada idealizada de los nazaríes, que evocaba, en un escenario oriental, el mundo de la caballería y la bucólica Arcadia de la novela pastoril, un mundo que seducía a las élites sociales y a la aristocracia de toda Europa –continúa el especialista-. Y, sin embargo, muchos españoles y viajeros extranjeros que visitaron la península en el siglo XIX —la mayoría hombres educados que pertenecían a la mejor sociedad— no vieron ninguna contradicción entre ambos”. Ambos mundos pertenecían, no obstante, a una realidad que solo existía sobre el negro sobre blanco, y que contribuyeron, además, a crear otros autores como Richard Ford, George Borrow o el alpujarreño honorífico Gerald Brenan.
Al-Ándalus más allá del mito
Autor de títulos como Historia de una tragedia: la expulsión de los judíos de España, El humanismo de Fray Luis de León, La leyenda negra, Breve historia de la Inquisición en España, o Carlos V, soberano de dos mundos ,quizás, la parte más interesante de este libro la constituye su último tramo, cuando Joseph Pérez rebate con arrojo algunas de las cuestiones y leyendas más afianzadas sobre la conquista árabe. Así, se plantea, ¿existió realmente una España de las tres religiones o las tres culturas? ¿Fueron los árabes tan tolerantes y avanzados como se nos ha contado? O, más bien, ¿se trataba de una idealización más ideológica que histórica?
Con una mirada crítica y analítica, el hispanista, Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales en 2014, acude a las fuentes históricas para desmontar y responder a estos y otros interrogantes que se deslizan por esta época de la historia española. Por ejemplo, sostiene, la libertad religiosa de la que supuestamente gozaban en el siglo VIII es un fenómeno más bien reciente que no podía existir hace más de diez siglos, en una época en la que defender la verdad de una religión constituía, precisamente, rechazar a las demás.
“Fue después de la muerte de Franco en 1975 —apunta Pérez— cuando la seudotolerancia de al-Ándalus se puso de moda, pero los historiadores y los arabistas no tuvieron nada que ver; fueron los políticos y los periodistas quienes explotaron este tema”. A esta visión, contribuyeron especialmente dos literatos, destaca, el novelista Juan Goytisolo y el profesor Francisco Márquez Villanueva. Defensor a lo largo de su vida de la verdad histórica por encima de las leyendas negras y de los idealismos exacerbados, el hispanista cuenta en Andalucía, verdades y leyendas la historia que puede demostrar con hechos y una evaluación más serena, consciente de que lo demás es cosa de la literatura.