Ritual del laberinto
Julio Mas Alcaraz
Bartelby. Madrid, 2021. 138 páginas. 14 €
Además de poeta, Julio Mas Alcaraz (Madrid, 1970) es cineasta, traductor, economista. Su segunda obra poética, El niño que bebió agua de brújula, fue seleccionada por los críticos de El Cultural como uno de los cinco mejores poemarios españoles del año 2011.
Ritual del laberinto, tercer libro de versos de Mas Alcaraz, contiene 83 poemas distribuidos en trece secciones. En él dialogan dos mujeres separadas por el tiempo: la abuela Lucía y su nieta Lorea. El autor separa con maestría las voces de las protagonistas. La joven llega a los escenarios de la Guerra Civil española y, en un paisaje de sombras y maleza, contempla la huida de los desterrados. También unos huesos y la mecedora vacía de su abuela. Ocho palabras fotografían la tragedia: “Somos el humo de una guerra mal apagada”.
Lucía se expresa con serenidad amarga. La derrota de su marido abarca una celda, unos adoquines ensangrentados, unas figuras familiares. Cerca, gatos ciegos, cenizas y llamas. En medio del dolor, espera “el asombro precario de la belleza”.
Julio Mas Alcaraz logra combinar la sobriedad expresiva con una dosis certera de metáforas inesperadas
Julio Mas Alcaraz le presta una voz conmovedora, a menudo con imágenes contundentes: “Intentar olvidar es dejar a una persona viva enterrada bajo la nieve”. Las visiones de Lorea encierran las larvas de su infancia. Es una muchacha que se opone a las crueldades modernas; elige una vida alejada del ansia; ve ánforas griegas convertidas en ceniceros.
Si Lucía se sabe acompañada por el miedo o el recuerdo de una hija muerta, su nieta opta por la denuncia desde un paraje urbano: “A lo largo de la avenida, todo son prisiones decoradas como oficinas, o cajas de cartón para los desheredados”.
Se percibe la destreza cinematográfica de Julio Mas Alcaraz en su manera de unir los tiempos distantes. También en su forma sutil de describir realidades complementarias. El escritor logra combinar la sobriedad expresiva con una dosis certera de metáforas inesperadas. Un equilibrio sin adornos. “Palabras mensajeras”, epílogo del poeta Jordi Doce, clarifica no pocos aspectos de este Ritual del laberinto. Son siete páginas que nos invitan a la relectura de un libro encomiable.