Seis años después de debutar como narradora con Meteoro (Caballo de Troya), Mireya Hernández (Madrid, 1981) reúne en Modos de caer una serie de prosas interconectadas sobre personajes históricos, célebres y anónimos, zarandeados por el absurdo y el azar. No sé si es el efecto que buscaba la autora, pero desde el principio me sentí como una suerte de paseante en un espacio intemporal muy parecido al retratado en Spoon River, ya saben, la espléndida antología de Edgar Lee Masters en la que cada poema-lápida, cada muerto, contaba la historia de su vida, generalmente frustrada e infeliz.
Las que rescata Mireya Hernández en este fascinante librito, que habla de desorden, caos y muerte, comparten esa misma desolación, ya sea la de una Amelia Earhart perdida en los mares del sur cuando estaba a punto de culminar una nueva gesta en su avión o la de un soldado egipcio que en plena campaña contra los enemigos del faraón lamenta en una carta que los suyos no le escriban y no se acuerden de él.
Acompañamos a Kenzaburo Oe cuando, tras el nacimiento de su único hijo, Hiroki, tuvo que elegir entre la pena y la nada “y eligió la pena”; viajamos al Londres de la peste negra con Samuel Pepys y Edmund Halley, y descubrimos cómo un grupo de músicos bolivianos de gira en Europa durante la pandemia de 2020 acabó recluido en un viejo castillo. Al final, el lector se queda con ganas de más piezas y más seductora literatura.