“Hablar con absoluta libertad y viajar hacia donde nos fuera llevando la conversación”. Esta fue la única premisa que el reputado psicoanalista y escritor argentino Mariano Horenstein (Mendoza, 1966), autor de estudios de esta disciplina freudiana como Psicoanálisis en lengua menor o Brújula y diván, impuso al más de medio centenar de grandes figuras de la cultura contemporánea con las que ha charlado en los últimos años.
Escritores como Juan Villoro, J. M. Coetzee y Siri Hustvedt, artistas como Sophie Calle, Anish Kapoor y Marina Abramovic, músicos como Caetano Veloso o Jorge Drexler, pensadores como Julia Kristeva y Slavoj Zizek o cineastas como David Cronenberg se han reunido con Horenstein, para profundizar en cómo el psicoanálisis ha influido en la forma de enfrentarse a sus procesos de creación y a su vida. Y es que, para el autor de Conversaciones de diván (La Fábrica), donde reúne una veintena de estas charlas, “la práctica psicoanalítica debe ser concebida como parte del ámbito de la cultura, y estar en permanente diálogo con el arte, la literatura, la filosofía…”.
Así ocurre en todas estas charlas, donde los protagonistas aparecen, como explica el autor “de forma íntima, dejando caer sus ropajes, mostrando tras su coraza de persona pública un lugar en el que podemos identificarnos con ellos”. Por ejemplo, Marina Abramovic desvela su única y negativa experiencia con el psicoanálisis al recordar que “una psiquiatra me rompió el corazón”. La artista acudía a terapia con su entonces pareja, con quien las cosas estaban mal, y “ella se puso de su lado todo el tiempo. Me receto antidepresivos, pero soy eslava y en mi cultura, cuando estamos tristes lloramos. En cuanto salía de allí lloraba todo el tiempo”.
Desde la óptica del arte
Sin embargo, para otros fue una vía necesaria, como para Jorge Drexler, a quien sirvió para sortear una profunda crisis vocacional que detalla en la charla, o para el arquitecto Peter Eisenman, que reconoce que “gracias al psicoanálisis”, que practicó durante veinte años con dos profesionales distintos al mismo tiempo, “mi arquitectura cambió y mi trabajo dejó de ser cuestionado”.
Autores como Coetzee, Hustvedt, Abramovic o Zizek “dejan caer sus ropajes” en estas charlas con Horenstein
También estas conversaciones, cuajadas de intimidades son espacio de reflexión sobre la disciplina, que se muestra bajo la óptica del artista. Siri Hustvedt, afirma que “el psicoanálisis, igual que la escritura, es una experiencia creativa, una aventura intelectual que libera a los artistas”. El filósofo Alain Badiou encontró en el psicoanálisis la manera de enlazar el existencialismo sartreano en el que se educó con el estructuralismo, algo que resume diciendo que “la filosofía de nuestra época necesita del psicoanálisis para renovar de manera no metafísica la cuestión del sujeto”.
Por su parte, el cineasta David Cronenberg, reflexiona sobre el drama inherente a que uno vuelque en otra persona todas sus intimidades de forma esperanzada, y un verborreico Slavoj Zizek afirma, fiel a su estilo, que “Freud no tenía ni idea de lo que había descubierto” a la vez que dice que “el psicoanálisis no es una filosofía de vida con la que uno se justifica, sino que sirve para entender que incluso nuestras pasiones irracionales son algo construido”. Por último, Juan Villoro relaciona estrechamente psicoanálisis y literatura con una frase contundente: “Freud es inexplicable sin Sófocles, pero Freud explica a Sófocles”.
Extranjeros de la realidad
El talento narrativo de Horenstein salpica las charlas con certeras y reveladoras descripciones de los personajes y sus espacios, y el autor reconoce que ha disfrutado mucho el contexto de las charlas “entre animales embalsamados o entre libros, en medio de una escenografía en el MET o en una casa en Park Slope, frente a la bahía de Guanabara o en una cafetería en Nueva Delhi. La humanidad de los entrevistados, su ternura o su afán de provocar, aparecía de modo único en los espacios que cada uno habita”.
"El hilo conductor que hermana el talento de todos estos creadores es su interés en los cruces de fronteras reales y profesionales", explica Horenstein
También desvela Horenstein algunas de las charlas que se han quedado en el tintero. Por ejemplo, la que mantuvo con Abbas Kiarostami “mientras entraba al hospital donde se le diagnosticaría la enfermedad que acabaría con su vida”. Y recuerda que fue a Trieste “mientras Claudio Magris perdía a su mujer, y conversaba con Ricardo Piglia cuando éste ya luchaba contra la enfermedad que se lo llevó”. Tampoco llegaron a buen puerto las charlas con Bernardo Bertolucci, fervoroso practicante del psicoanálisis durante años, “que estaba cuando hablamos inmerso en el escándalo sobre El último tango en París y demasiado enojado como para encontrarnos”.
Ante tal concentración de talento, el autor opina que, si hay un hilo conductor que hermana a todos los entrevistados es “su ejercicio de algún tipo de extranjería, su interés en los cruces de fronteras reales y profesionales. Todos están abiertos a discursos distintos a los de su pequeño terruño de actividad”. En este sentido, HorensteIn valora “esta larga conversación con personajes que van tomando la posta uno tras otro como un manifiesto polifónico en favor de esa extraña práctica que es el psicoanálisis, apenas un recorte de esa conversación infinita que es la vida humana”.