El checo Mirko Lauer (Zatec, 1947) reside en Perú y compone su literatura en español. Periodista, editor, novelista y politólogo, es autor de una treintena de libros. Tradujo a nuestra lengua y publicó el clásico chino I Ching. Ha dedicado numerosos ensayos al arte vanguardista. El Ministerio de Cultura de Francia lo distinguió como Chevalier de l’Ordre des Arts et des Lettres.
El título del libro, Sologuren, es un homenaje al poeta peruano Javier Sologuren. En las primeras páginas de la obra, Mirko Lauer reflexiona sobre la renovada presencia de una poesía que ahora le llega con “silbidos de asmático”. El escritor afila su ironía para referirse a los juegos entre la originalidad y las convenciones; recibe la visita de unos jóvenes que hurgan en sus papeles; menciona a los burócratas de la literatura.
En los doce poemas del apartado “Songs of experience”, el surrealismo impone su estética. Ambulancias, tarántulas, mirlos y helicópteros acompañan a los gatos. Se suceden aires calientes, gritos y cantos rodados. Pasa un asteroide helado. Una isla se posa sobre una cama de relojes. Se nombra a condesas y astronautas que “van a morir al espacio exterior. / Es decir a morir con todo, / Con el tiempo, la gravedad, la civilización”.
En los poemas de 'Sologuren' sobresale un empeño de singularidad y su autor logra transmitir una voz propia
Mirko Lauer asegura que un lugar inhóspito —el arrecife— es su idioma materno. Con animales silenciosos y “ráfagas de jeroglíficos”, sus versos evitan las expresiones trilladas. Por ejemplo, en la sección “Poetas en la vida” abundan las imágenes insólitas. Javier Solaguren observa la tristeza gramatical de los diccionarios y Lauer rememora la habilidad de su maestro para percibir las realidades menos visibles: “En cualquier desierto del mundo / Un viento de las cuatro de la tarde / Echa las formas a volar”.
El escritor recuerda después a una mujer de trato difícil; asimismo a César Vallejo, situado en Machu Picchu y evocado con maleta y piedras cansadas. También otro creador, Rafael de la Fuente (sin su alias Martín Adán), es retratado con afecto. La parte final del libro, “Las arqueólogas”, aúna tiempos históricos distantes e incluye una imitación de Ginsberg en 58 líneas. Un empeño de singularidad sobresale en Sologuren. Y Lauer logra su objetivo de transmitir una voz propia.