La conquista de la Transición (1960-1978)

Óscar Alzaga Villaamil

Marcial Pons. Madrid, 2021

589 páginas. 20 €. Ebook: 15 €

Óscar Álzaga (Madrid, 1942) fue en la última década del régimen de Franco y durante la Transición una de las figuras más destacadas de la democracia cristiana española, una corriente política a la que se había augurado un papel destacado. Las suyas son unas “memorias documentadas” (como reza el subtítulo del libro) en el sentido de que no se ha limitado a bucear en sus recuerdos y en sus papeles, sino que ha acudido a archivos y bibliotecas para situarlas en un contexto histórico amplio. Su tesis es que la transición a la democracia no fue tan sólo el resultado de la tardía conversión de ex franquistas como Adolfo Suárez, Rodolfo Martín Villa y el propio rey Juan Carlos, sino que fue preparada desde muchos años atrás por quienes de verdad creían en un futuro democrático conforme al modelo europeo.

No es fácil evaluar la orientación política del pueblo español en los años finales del régimen, dada la ausencia de libertades, y es significativo que el cincuenta y tres por ciento de los participantes de una encuesta de 1974 sobre simpatías políticas no respondiera, pero también lo es que el veinticinco por ciento se decantara por democristianos, socialdemócratas y socialistas frente al dieciocho por ciento que prefería al Movimiento Nacional o a Falange: la opción por el modelo europeo era clara.

El precedente de Italia y Alemania tras la guerra mundial hacía suponer que en el futuro sistema de partidos la democracia cristiana jugaría un papel fundamental. ¿Por qué no fue así? A nivel nacional existían dos partidos de esta orientación, encabezados respectivamente por un exministro de la República, José María Gil Robles, y un exministro de Franco, Joaquín Ruiz Jiménez. Alzaga pertenecía al grupo de este último, sobre el que ofrece mucha información, mientras que Gil Robles aparece en contadas ocasiones.

La tesis de Alzaga es que la Transición a la democracia no fue sólo el resultado de la conversión democrática de ex franquistas

El retrato crítico que hace de don Joaquín, como todos le llamaban, resulta muy convincente: aspiraba a ejercer de hombre-puente en un futuro consenso, no rompía del todo con el régimen del que procedía y a la vez manifestaba una creciente proclividad hacia la izquierda, pero desdeñaba en cambio la formación de los cuadros de un partido de amplia base y se mostraba distante respecto a la democracia cristiana europea.



No se puede sin embargo achacar el fracaso de la democracia cristiana tan sólo a las contradicciones de Ruiz Jiménez. Un factor importante, que subraya Alzaga, fue la decapitación de los movimientos católicos seglares efectuada en 1967 por la cúpula de la Iglesia española, monseñores Morcillo y Guerra Campos, en abierta contradicción con las indicaciones del Vaticano. No ayudó la posterior incorporación al PSOE de jóvenes y prometedores seguidores de Ruiz Jiménez como Gregorio Peces Barba. Pero el factor fundamental fue uno en el que Óscar Alzaga deliberadamente no entra: la creciente secularización de la sociedad española.

La Iglesia del cardenal Enrique Tarancón dio un apoyo crucial a la transición democrática pero no quiso apoyar a un partido específico. Así se lo dijo al propio Óscar Alzaga en un almuerzo que tuvieron en el año 1976, que le hizo concluir a éste que tanto Tarancón como el conjunto del episcopado sabían poco de lo que era la democracia cristiana en la Europa de entonces. Puede que fuera así, pero creo que Tarancón acertó en su opción por la neutralidad política y que Alzaga no era suficientemente consciente de las diferencias entre la Italia de la postguerra, en la que la Democracia Cristiana fue el gran dique de contención frente al Partido Comunista, y la España de 1976, en la que esa amenaza no existía.