El sevillano Jacobo Cortines (Lebrija, 1946), traductor y ensayista, reunió su obra lírica en Pasión y paisaje. Poesía reunida (1974-2016), publicado en la colección Vandalia, que dirige él mismo y que celebra las cien primeras entregas de su catálogo con el florilegio Casi veinte años de poesía hispánica contemporánea.
Tras Pasión y paisaje (1983; que incorpora su ópera prima, del 78: Primera entrega), Carta de junio y otros poemas (1994), Consolaciones (2004, Premio de la Crítica) y Nombre entre nombres (2014), llega Días y trabajos, que, en homenaje a Hesíodo, canta la virtud del trabajo, que desconoce el “zángano”. Del trabajo bien hecho, añadiría quien compruebe la excelencia de esta poética escueta y singular como pocas que bebe, con original naturalidad, de las fuentes clásicas. De este libro ya dio Cortines un adelanto en la citada recopilación. Por medio, un luctuoso, decisivo acontecimiento: la enfermedad y muerte de su mujer, Cecilia Romero de Solís, Lilí.
El año pasado apareció la antología En el mejor silencio (con prólogo de Ignacio F. Garmendia, Renacimiento), que recogía, entre otros poemas amorosos, el tríptico Pasos de amor. Es acaso la parte más sustancial y emotiva de Días y trabajos, un libro que comienza con “De vita beata”, ocho poemas breves (salvo un par) donde el paisaje —del jardín, sobre todo, un motivo frecuente—, tan del alma como físico, queda expresado mediante una métrica (endecasílabos, alejandrinos) limpia y efectiva que no oculta su carácter epigramático (como en “Lluvia”). Tampoco su raíz popular, en el más hondo y andaluz sentido (léase “Pétalos”).
La condición de miglior fabbro no le pasa tampoco desapercibida al lector cuando observa el uso que Cortines hace de la sintaxis. “En esta primavera”, por ejemplo, un poema sin puntos ni comas que fluye con inspirada elegancia: “recuerda que fui polvo y he de serlo /vida sin mí yo muerto pero vivo / en esta primavera de mis versos”. La naturaleza, otra presencia habitual, es protagonista en “Calendario”.
“Afinidades” agrupa una serie de homenajes: a los músicos Manuel Castillo y Alberto Zedda (una elegía en forma de monólogo dramático donde Cortines, entre versos, se confiesa: “Desterré de mi vida la pereza”) y también a la pintora Carmen Laffón (“¡Cuánto detrás de estos ‘Sarmientos’, Carmen!”).
“Días y trabajos” se compone de tres poemas largos. “Europa” (una denuncia de los horrores de la guerra representados en la figura de Ferida Osmanovic, víctima bosnia de la masacre de Srebrenica, que nos transmite la medida moral y humanística de Cortines) y “Réplica final” (un elogio de la mujer y contra el mito de Pandora: “¿Sin la mujer la vida qué sería?”) ya estaban en libros anteriores.
Se subrayó la importancia de Pasos de amor, “uno de los grandes cancioneros de la poesía española contemporánea”, según Garmendia; digno de alguien que ha traducido a Petrarca. Una melancólica crónica del dolor, con estaciones de esperanza, que no desdeña la felicidad del inmortal enamoramiento. “Todo eres tú y todo te responde, / y sin ti no hay verdad ni hay hermosura”. “Razón de mi vivir será cantarte”. “Mientras yo viva vivirás conmigo”. “Todo es misterio, amor”. “Te pienso, te vivo, te converso”.
Allí, la casa, refugio y fortaleza que tiene por centro el jardín. Y ya que de casas hablamos, en Micones se fecha, el 6 de abril de 2020, “Extraño regreso”, un espacioso poema meditativo (como su memorable “Carta de junio”) escrito durante el pandémico confinamiento y que, como quería Eliot, mezcla lo sustancial con lo anecdótico, lo grave y lo menudo. Le acompañan en la finca donde pasó su infancia (que regresa a ráfagas) una parte de su familia (un hermano seriamente enfermo, una joven embarazada…). No falta su mujer: “y en su dolor a solas / el nombre de ella invoca como bálsamo”. “Mejor volver a los recuerdos”, escribe un hombre “adulto, solitario, / desengañado y triste”.
Con Coda, siete poemas de dispar extensión, se cierra el círculo. Ahí, la muerte: “También yo he de morir”. Y, como siempre, Cecilia: “Que tu recuerdo se convierta en bálsamo / hasta el momento en que contigo duerma”. Porque “Todo es y no es al mismo tiempo, / y todo pasa y nada queda inmóvil, / pues la quietud destruye y aniquila”.
RESPLANDOR
Dorado resplandor en el silencio
de la infinita sucesión de lomas.
La silueta al fondo de las casas
del blanco pueblo apenas entrevisto,
y más allá el mar que se presiente
adonde muere el río en su sosiego.
También yo he de morir que he recorrido
marismas de alegría y de tristezas,
y el mar me espera donde tantos fueron
cumplidas va sus vidas tan cercanas.
Morir en el silencio de un ocaso
con todo el resplandor de los recuerdos.