Conocido y honrado como el libertador de Cuba, José Martí (La Habana, 1853 - Dos Ríos, 1895), luchó sin descanso por la independencia de la colonia española. Él no llegó a verla pero fue determinante en ella, y aunque no era hombre de armas sino de letras, murió durante una batalla tres años antes de que su sueño se hiciera realidad.
Es esta dimensión política de Martí, principalmente, la que desde entonces han enaltecido los cubanos, y muy especialmente el régimen castrista en los últimos 60 años. Su cara enjuta, rematada por un frondoso bigote, aparece en los billetes de un peso, y su nombre figura con letras de oro en el santoral laico de la revolución.
Pero Martí fue también un intelectual de altura y un talentoso y prolífico escritor. Es esta otra faceta la que exalta el libro José Martí en su universo, una antología de su ingente obra narrativa, poética, periodística y epistolar preparada por la Academia Cubana de la Lengua y editada por la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española, dentro de su ya emblemática colección Ediciones conmemorativas, que se inauguró en 2004 con una edición del Quijote de la que se vendieron varios millones de ejemplares, y en la que también figuran otros grandes autores de la literatura en español como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Julio Cortázar, Camilo José Cela o Augusto Roa Bastos.
El director de la Academia Cubana de la Lengua, Rogelio Rodríguez Coronel, afirma que "fue después de su muerte cuando Martí como escritor iba a recibir los más altos enjuiciamientos, al empezar a darse a conocer su legado". Así lo demuestran los escritos y estudios sobre la obra de Martí firmados por autores de la talla de Rubén Darío, Gabriela Mistral o Juan Ramón Jiménez, incluidos en el apartado crítico del volumen.
Precursor del modernismo
La alargada sombra política de Martí a menudo eclipsa el hecho de que fue el gran precursor del modernismo en América Latina. Un movimiento asociado de manera indeleble a Rubén Darío, que consideraba a Martí como un padre espiritual. Este, a su vez, llamaba “hijo” al poeta nicaragüense. Ambos se encontraron en Nueva York en 1893. Para Rodríguez Coronel, encargado de la selección de textos, “el Ismaelillo de Martí marca el inicio del modernismo, que cuaja en Azul de Darío”.
En el texto de Rubén Darío recogido en la antología, este define a Martí como un “orador de grande influencia. Arrastraba muchedumbre. Su vida fue un combate”, a la vez que muestra su admiración y afecto: “Su cultura era proverbial, su honra intacta y cristalina; quien se acercó a él se retiró queriéndole”. En el mismo sentido, el escritor galardonado con el Premio Cervantes Sergio Ramírez opina que su capacidad de convicción fue "un factor decisivo" para lograr la unidad de las fuerzas que se unían contra la colonia española en Cuba. Lo define como "un apóstol americano" y un "apagafuegos", yendo siempre de un lado a otro, de Cuba a Florida o de México a Cuba, a veces de incógnito, dispuesto a ganar para la causa a los distintos grupos políticos disidentes.
Martí, nacido en La Habana de padres españoles, pasó parte de su infancia en Valencia, donde se le conmemora con una placa en la casa en la que vivió durante dos años. Luego la familia regresó a Cuba, donde con solo 16 años Martí fue acusado de traición por significarse a favor de la independencia en una carta. Estuvo un breve periodo en la cárcel y desterrado en la Isla de Pinos, al suoreste de Cuba, pero sus padres consiguieron que fuera deportado a España. Estudió en Madrid y en Zaragoza, donde se graduó en Derecho Civil y en Filosofía y Letras y participó en la vida social de la ciudad y en los debates políticos entre monárquicos y republicanos. De España pasó a París, de allí a Nueva York y finalmente se reunió en Veracruz con su familia.
A partir de entonces comenzó una intensa actividad reclutando adeptos para la causa de la independencia de Cuba e instigando varios levantamientos, entre ellos la Guerra Chiquita (1879-1880), motivo por el cual fue deportado de nuevo. En la siguiente década ganó fama como escritor con los artículos y crónicas que enviaba desde Nueva York y se publicaban en distintos periódicos de Latinoamérica.
Sergio Ramírez considera que “no podemos explicar a Martí sin su anhelo de independencia, sin su lucha política, desde Estados Unidos y otros países para unir a los cubanos alrededor de la bandera de la independencia. En mucha de su literatura está patente este compromiso político que lo llevó a la muerte”, opina el escritor nicaragüense, que, exiliado de su país, encarna también los valores del intelectual comprometido con la vida pública.
“Guardó a España la verdadera lealtad que le debemos, la de la lengua”, sentenció en otro escrito la Premio Nobel chilena Gabriela Mistral. Otro Nobel, Juan Ramón Jiménez, destaca lo mucho que debían al cubano Unamuno y Rubén Darío, y lo mucho que hicieron por que se le conociera en España. También reconoce el papel de Martí en la divulgación de la obra de Walt Whitman en la órbita hispana.
"Mi impresión es, dejada aparte la prosa, la de que los Versos sencillos son la isla genuina de la originalidad poética de Martí, que son la médula martiana, adonde no pudo colarse el enemigo", escribió Mistral. "Esta isla me es, por eso, particularmente querida. Tengo en ella mis mayores gozos con el Maestro; tengo allí con él mi coloquio más logrado; desde este pedazo de su obra cae sobre mí el rayo martiano más vertical".
Por su parte, el académico de la RAE Guillermo Díaz-Plaja destacó especialmente la calidad literaria de su correspondencia. “Hay fragmentos de cartas, escritos sobre el arzón del caballo, en plena manigua, que son verdaderos prodigios de novedad. Frases relámpago que asombran por su originalidad y por su eficacia”.
Otros cuatro académicos cubanos actuales dan cuenta en Martí en su universo de las características de la obra del político y escritor. Roberto Fernández Retamar afirma que no fue precursor sino fundador de una nueva literatura; Roberto Méndez Martínez estudia la huella cristiana en la espiritualidad de Martí; Sergio Valdés Bernal se ocupa de su faceta como lingüista y lo define "como gran defensor de la lengua española en América y como uno de sus mejores representantes"; y Marlen Domínguez Hernández aborda su estilo literario.
Martí hoy, dentro y fuera de la isla
“Martí está vivo en Cuba. Tal vez hay facetas que se acentúan más que otras, por el mismo proceso social de Cuba en los últimos 60 años, el Martí político antiimperialista y revolucionario se ha exaltado y se ha propuesto como modelo, como el más universal de los cubanos”, opina Rogelio Rodríguez, que ha confesado que, aunque lo más divulgado son sus Versos sencillos, el prefiere sus Versos libres, “de una riqueza y expresividad extraordinarias, pero más difíciles y no fácilmente divulgables”, o Ismaelillo, que considera uno de los mejores poemarios en español escritos por un padre a un hijo.
Pero la figura de Martí ha conseguido lo que nadie más: poner de acuerdo al castrismo y al exilio cubano. “A partir de 1959 Martí se vuelve un símbolo de la revolución cubana y pasa a formar parte de su aparato de propaganda”, señala Sergio Ramírez. “Pero hay algo importante: Martí es Martí para todos los cubanos, también para los exiliados en el sur de la Florida, cualquier cubano donde esté le tiene respeto. No es una figura vista como sectaria o instrumentalizada. Es universal”.