Ser Elvis. Una vida solitaria
Ray Connolly
Traducción de Ana Pérez Galván. Alianza. Madrid, 2021. 440 pp.. 22 €. Ebook: 14,99 €
Hay personajes que no se hacen grandes por ser grandes sino por ser los primeros. Elvis Presley fue grande y fue el primero. Nadie antes que él pisó un planeta al mismo tiempo que lo creaba. Elvis fue el mesías del sincretismo, el canal por el que transcurrieron los serpenteantes afluentes del blues, del country y del rock. No en vano su mundo (¿o cabría decir submundo?) se creó en torno al Misisipi (Tupelo, Memphis…) y a la cultura de un caudal que arrastraba los lamentos de la cultura negra y los sedimentos que llegaban de la tradición blanca.
Elvis fue devorado por su inseguridad, por una fama y una fortuna sin control, desbocadas, nunca vistas antes en un músico
Elvis estampó su huella en los surcos de Sun Records y se convirtió en un producto único que, como demuestra Ray Connolly (Lancashire, Reino Unido, 1940) en este libro, acabó en la más absoluta soledad. Fue devorado por su inseguridad, por una fama y una fortuna sin control, desbocadas, nunca vistas antes en un músico y, digámoslo ya, por un mefistofélico Coronel Parker que en lugar de entender el fenómeno lo exprimió hasta convertirlo en una máquina de actuar y de ingerir fármacos. Connolly construye su biografía respetando una estudiada sucesión cronológica, con abundancia de datos, anécdotas y declaraciones de los protagonistas (ilustradas con las icónicas fotos que cuentan, ellas solas, su historia) y despejando algunas de las incógnitas que arrastró el intérprete de temas como If I Can Dream o In The Ghetto y que lo han convertido en un mito de la cultura del s. XX.
Su imagen impecable, sus sacudidas sobre el escenario y su “extraordinaria voz de dos octavas y media”, como lo define el autor, traspasó la intuición del productor Sam Phillips, lo incorporó al “cuarteto del millón de dólares” junto a Jerry lee Lewis, Carl Perkins y Johnny Cash e impactó sin esfuerzo en el imaginario de nuevos fenómenos como los Beatles, Springsteen o Dylan, que llegarían al firmamento musical avisados ya de que la música iba en serio. El titular del Memphis Press del 17 de agosto de 1977 lo decía todo: “Una vida solitaria acaba en Elvis Boulevard”. Y es que este Rey, como el creador bíblico, tuvo un principio pero jamás un final.