A menudo el añorado Claudio López Lamadrid, editor de Penguin Random House, recordaba cómo aprendió el oficio trabajando en Tusquets, la editorial de sus tíos Beatriz de Moura y Toni López, “con el método de ensayo y error. Aprendías a corregir, a maquetar, a diagramar o a editar de manera intuitiva”. También Lourdes Lucía fue la mejor colaboradora de su padre, Ángel, al frente de Debate, cuando este sello, entonces independiente, apostaba por los Ray Loriga, Rosa Montero o Marta Sanz; el nieto de Carlos Barral, Malcolm Otero, intentó seguir los pasos de su abuelo creando Malpaso, aunque sus tratos con un socio mexicano de Jordi Pujol hijo malograsen su sueño.
Y en nuestros días, detrás de muchos de los mejores sellos independientes están parejas sentimentales como Jacobo Siruela e Inka Marti (Atalanta), Enrique Redel y Pilar Adón (Impedimenta), Juan Casamayor y Encarni Molina (Páginas de Espuma)... Incluso los hermanos Moreno, Diego y David, trabajaron juntos antes de crear sus propias editoriales independientes, Nórdica y Capitán Swing. Son editoriales nuevas, nacidas de la pasión y la complicidad.
Pero, ¿qué pasa cuando un viejo editor quiere garantizar la supervivencia de su sello, su independencia? Los editores que hoy conversan con El Cultural lo tienen claro: nadie mejor que sus propios hijos para formarlos en la filosofía que les inspiró al crear la editorial y apostar por su futuro.
Malas compañías
Distribuidor y librero, Miguel García Sánchez (1942) se convirtió en editor “por las malas compañías y por haber estado rodeado de libros desde que en 1959 me hice cargo de la librería Visor”. En 1969 creó con Valeriano Bozal y Alberto Corazón la editorial Comunicación, y, ese mismo año “con mi hermano Jesús, la colección Visor de poesía. Después cerramos Comunicación, emprendimos una nueva aventura Valeriano Bozal y yo y luego, con Aldo, mi hijo, nos embarcamos en nuevas colecciones ya bajo el sello Antonio Machado Libros”.
“La cultura es una de las industrias que más aportan al PIB nacional, y una de las menos apoyada”
Rodeado de títulos desde niño, Aldo García fue siempre un lector apasionado. “Lo increíble, a medida que me hacía mayor, fue descubrir que existía la posibilidad de vivir de los libros”, comenta el joven editor, que destaca cómo su padre “tiene un conocimiento e instinto muy claro sobre lo que puede funcionar o no, lo que quería publicar o lo que no merecía la pena. Yo he ampliado en un par de colecciones la editorial, pero la línea no ha cambiado mucho”.
Lo que tampoco ha cambiado, denuncia Aldo García, es que “la cultura es una de las industrias que más aportan al PIB nacional y de las menos apoyadas económicamente de todas, pero se ha instalado la idea contraria en la sociedad. Hace unos años se calculó que la contribución directa de la cultura estaba en un 3,9 %, casi al nivel de las eléctricas o la banca, pero mientras ellas recibían ayudas por encima de esa contribución, la cultura solo un escandaloso 0,06 %”.
El caso de Renacimiento y los Linares es parecido, aunque en este caso están implicados todos, el fundador de la editorial y librero Abelardo Linares, su mujer, Marie-Christine del Castillo-Valero y su hija pequeña, Christina. El origen de esta aventura fue la legendaria librería Renacimiento, que Linares montó en 1974 en Sevilla. A comienzos de los 80, ya convertido en editor, lanzaba su primer libro, Juegos para aplazar la muerte,de Juan Luis Panero.
“La relación de mi hija Christina con los libros ha sido siempre muy natural. Bueno, a la fuerza, ya que en nuestra casa de entonces, cuatro habitaciones y un largo pasillo, estaban cubiertas de libros. El que Christina sea hoy editora es una decisión absolutamente suya, que le agradezco mucho”, afirma Linares. Su hija lo confirma, pues para ella seguir los pasos de su padre “fue una bonita mezcla entre el deber y el deseo de continuar con el legado familiar, porque siempre quise dedicarme a la cultura”.
“Si mi padre es el cerebro, mi madre es el corazón de Renacimiento”
Hoy, explica Marie-Christine del Castillo, su hija “no sólo facilita la divulgación de la editorial por las redes sociales, sino que ha abierto la editorial hacia la literatura escrita por mujeres y, dentro de esto, es la responsable de la recuperación de obras de autoras olvidadas”.
La compenetración entre los tres parece perfecta, tanto que Christina define así la editorial: “Tras 45 años dedicando sus vidas a los libros, si mi padre es el cerebro ella es el corazón de la editorial. De ambos he aprendido lo importante que es tener un buen equipo. De mi madre a trabajar con rigor y pasión en todo lo que hago. De mi padre que de la alabanza no se aprende; solo de la crítica (constructiva)”.
Pasado cargado de futuro
El caso de Pasado & Presente es muy distinto: un editor veterano, Gonzalo Pontón (1944), creador de Crítica, vende su sello a un gran grupo, que lo mantiene al frente hasta que lo jubila. Y es entonces cuando, como sostiene su hijo Ferrán, “comprendimos que era imperativo que siguiera editando. Por ello, junto con mi hermano Gonzalo, le propusimos iniciar un proyecto familiar, pequeño e independiente, donde pudiéramos editar solo aquellos títulos que realmente nos apasionaran. Y así, a finales de 2011 nació nuestra editorial”.
“Los niveles de lectura tal vez se mantengan, pero la capacidad lectora se ha venido abajo”
Lector precoz, dice Gonzalo Pontón que a los 13 años un corrector de pruebas le enseñó el oficio y que desde entonces solo quiso ser editor. Ferrán, por su parte, fue librero durante 16 años, y “tras esa experiencia, y habiendo vivido en casa el mundo editorial a diario, se despertó el gusanillo de ponerme en el otro lado de la barrera”. Su padre lo subraya: “Ferrán comparte mi modo de pensar y mis inquietudes políticas y sociales. Pero yo soy ya un anciano y mi tiempo como editor se está acabando, Ferrán está al día y sabe lo que nuestro público necesita”. En lo que ambos coinciden es al valorar las políticas culturales de los últimos 25 años, que han sido, lamentan, “siempre de cara a la galería electoral. Los niveles de lectura tal vez se mantengan o suban, pero la calidad de esa capacidad lectora se ha venido abajo. Sólo hay que mirar las listas de los más vendidos de los últimos años”.
Es curioso, pero también Arpa nació tras el reajuste de un gran grupo editorial: Joaquim Palau, ex editor de RBA, Destino y Edicions 62, la fundó en 2015 con la complicidad de su hijo Álvaro, que era consciente de que su vocación ha sido siempre “aprender y pasarlo bien. ¿Y qué mejor manera de perseguir ambos objetivos que con una editorial propia?”
“Mi trabajo como editor de Arpa tiene mucho que ver con mi padre, que me lo ha enseñado todo”
Contundente, Álvaro Palau reconoce que su actual trabajo como editor “tiene mucho que ver con mi padre, que me lo ha enseñado todo sobre su profesión desde que soy pequeño. Al mismo tiempo, yo no quiero exactamente ‘editar’, sino liderar una empresa cultural con voluntad de crecimiento”. Por su parte, su padre asegura que ahora mismo aprende más de él, “que él de mí. A menudo le he visto empecinado en no hacerme caso en algo que me dictaba ‘la experiencia’ para llegar luego al mismo criterio. Al principio eso me irritaba un poco, luego lo he ido entendiendo, y es un método espléndido”.
Y eso que el panorama editorial ha cambiado muchísimo en estos años, y que los cambios “han afectado a toda la cadena de valor y todas las fases del ciclo de vida del libro. Por ejemplo, hoy casi el 40 % de los libros en papel se venden online. Otro: la impresión digital nos ayuda a ajustar las primeras tiradas y gestionar el stock y la devolución”, explica J. Palau.
Sin embargo, no siempre el inicio de una editorial es tan eufórico. Los Trapiello, por ejemplo, pusieron en marcha Ediciones del Arrabal en la primavera de 2020, en los meses duros de la pandemia. “Se nos ocurrió como una manera de hacer viables proyectos que difícilmente se mantienen en la rueda tradicional de los libros. El sistema actual de porcentajes (50/60 % para el distribuidor y librero; 40 % para el editor, que corre con los gastos de impresión, y 10 % para el autor) impide que un autor de poca venta pueda vivir de su trabajo: trabaja para otros”, explica Andrés Trapiello.
Su idea es editar libros “de una manera tranquila y cercana a los lectores, con una red de distribución modesta y con la rentabilidad justa”. Tanto que sus expectativas son las de vender dos o tres mil ejemplares: “Ediciones mayores no podríamos abordarlas. Esas más pequeñas sí, gracias a internet, tratando de llegar directamente a los lectores y sin suprimir de la cadena a los libreros que lo deseen. Así lo hicimos, y funcionó. Quasi una fantasia, el vigesimotercero de los tomos del Salón de pasos perdidos, se agotó en cuatro semanas”, destaca Trapiello, cabeza visible de un proyecto en el que están involucrados su mujer, Miriam Moreno, y sus hijos, Guillermo y Rafael.
“Ediciones del Arrabal nace porque el sistema actual de porcentajes impide que un autor de poca venta pueda vivir de su trabajo”
“En mi caso el amor por los libros es heredado”, anota Rafael Trapiello, que explica cómo “todos hemos aportado nuestro conocimiento para hacer la editorial viable”. “Sí –confirma divertido Andrés–, esto ha sido cosa de cuatro, en realidad de tres. El que menos ha trabajado he sido yo. Los que más, Miriam y Rafael. Y Guillermo en la parte de diseño. A mí se me han ocurrido algunas ideas, pocas. y ninguna que no se les pudiera haber ocurrido a ellos. Nos conocemos todos mucho”.
Nuevos públicos
También la insatisfacción está detrás de Nocturna: tras toda una vida trabajando en editoriales, Luis de la Peña decidió crear, con su hija Irina P. Salabert, la editorial en 2008, para publicar “esos libros que no estaban disponibles en el mercado español y que nos gustaría recomendar. Y fue una locura nacer en plena crisis económica, pero creo que esos momentos difíciles nos enseñaron mucho por el camino”, subraya Irina Salabert, que siempre ha vivido rodeada de libros y de escritores, editores, traductores, agentes…, amigos de su madre, Juana Salabert. Además, insiste su padre, “Irina leía de todo y conocía bien las editoriales, así que planteó: ¿y si no nos limitamos a la ficción general, sino que lo alternamos con libros juveniles?” Esa ha sido su gran acierto, la veta que cultivan con éxito desde entonces. Una apuesta cargada de futuro.