Pablo Martín Coble (Madrid, 1960) ganó algunos premios de poesía y sus textos fueron incluidos en tres obras colectivas. Ha publicado tres libros de versos.
Música, dividido en seis secciones, se compone de cincuenta y siete poemas; treinta y cinco en verso, veintidós en prosa. El escritor desenfunda un cuaderno de apuntes y anota las variaciones que se producen en su memoria y en su herbario. Después observa a los viajeros del metro. La soledad se anuncia en los carteles publicitarios y en los diálogos anodinos. El poeta se define como un ser fragmentado y opina que los autores de grafitis son enfermeros del lenguaje. Nombra cuerdas, espejos o gubias para describir nuestro aislamiento: “Enorme la distancia / de los suburbios de la carne / al centro de la palabra”.
En “Colores sin regreso” y “La noche duplicada”, tercer y cuarto apartados del libro, Pablo Martín Coble asume que no puede descifrar un cuerpo amado; retrata a unos durmientes; intuye que cada pensamiento contiene un patio de luz para la huida. Sus imágenes poéticas encierran elementos humildes: una guija, un vaso de agua, una marca de tiza, los insectos del río. Encontramos casi siempre el rastro de algún pequeño enigma: “He dejado dos sílabas de nieve, / desaparecerán antes de tocarse”.
“Habitación 327” y “Música”, las dos últimas secciones del libro, están redactadas en prosa. Pablo Martín Coble da una vuelta sorprendente a los recuerdos rurales de almanaques, zarzas y rebaños. Se fija en el fogón, la trastienda, el barril, las radios de galena, y extrae la poesía oculta en cualquier objeto. Afirma que el miedo rodea a los hombres y soldados de plástico; también a una niña-loba que desciende del monte. Desfilan obispos, perros, capataces, lavanderas.
Con frecuencia, la última línea de los poemas abre una vía inesperada e invita a la relectura. Al referirse a una reunión musical, el poeta libera su talento surrealista: “Un libro de corderos vegetales levita sobre la mesa, cuelgan sus patas de cárcel”.
Pablo Martín Coble compagina con destreza la sencillez expresiva y el onirismo. Música es un ejemplo acertado de esta combinación.