En Miami, en La Florida, también en gran parte de California y algo menos en Texas, los españoles que cruzaban el Atlántico en el siglo XIX y principios del XX –con el paréntesis de la guerra con Estados Unidos de 1898– solían ser personas adineradas que quedaban asombrados por el pasado colonial que pervivía en bastante buen estado en la república norteamericana; y por la calurosa acogida que recibían.
Muy distinto, sin embargo, era el trato que sufrían los “pringosos” mexicanos, denominación de origen que les colgaron los pioneros puritanos y blancos descendientes del Mayflower, instalados principalmente en lo que denominaron Nueva Inglaterra. Estos cristianos protestantes no escondían su racismo, que resulta insoportable a nuestros ojos de hoy (aunque una buena parte de americanos blancos del Norte siga actualmente pensando lo mismo). Como botón de muestra baste traer la cita del naturalista Ernest Ingersoll que el historiador estadounidense Richard L. Kagan (1943) nos descubre y que describía a los habitantes de Nuevo México como “españoles parecidos a Fra Diávolo, soldados negros, ganaderos de cara sucia, canosos mineros, dependientes con nariz de judío y mexicanos mestizos” a los que tildaba de “vagos y maleantes”.
Kagan compara ese tratamiento con aquél tan distinto que se daba a los Fray Junípero Serra, que llevó la enseñanza a los indios; o al mismo Colón o incluso a Ponce de León que, aunque a veces brutal –brutal era su época– fue el primer colonizador de La Florida. Recordemos que las tempranas compilaciones de Leyes de Indias, promovidas por Fray Bartolomé de las Casas y sancionadas por la Reina Isabel I de Castilla, datan de principios del siglo XVI. Una pequeña diferencia de trato el que daban a las colonias los españoles o los anglosajones, aunque como dice Kagan, la “leyenda negra” había calado hondo.
El libro del profesor emérito de la John Hopkins University, discípulo del gran hispanista e historiador John H. Elliot en Cambridge, es una obra importante con una cantidad de datos asombrosa, a veces algo abigarrados o con algún error, como decir que la Inmaculada Concepción de Murillo, conocida como la Inmaculada de Soult se encuentra expuesta en el Louvre, cuando todos sabemos que la devolvió el mariscal Petain a Franco en 1941 junto a la Dama de Elche, y que se encuentra expuesta en el Museo del Prado.
Los datos se explayan en la influencia española en los Estados Unidos, que se empieza a hacer visible a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y en el primer tercio del XX, que declina durante el franquismo, y que resucita con fuerza durante todo el reinado de Juan Carlos I. También Kagan cuenta la influencia española pasada por el tamiz de México. Pero quizás lo más desconocido es lo que el autor denomina “el estilo de ida y vuelta”, o sea la influencia de Norteamérica en España.
Kagan retrata la influencia española en Estados unidos, que se empieza a hacer visible a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX
En ese viaje de ida y vuelta habrían tenido un papel trascendental, principalmente dos personajes que, según se desprende de las páginas de este monumental trabajo recopilatorio, son, por parte española Don Benigno Vega Inclán, Marqués de la Vega-Inclán, Comisario Regio de Turismo durante el reinado de Alfonso XIII, y por parte americana, el culto y multimillonario Archer H. Huntington, fundador de la “Hispanic Society of America” cuya colección de arte y biblioteca especializada en España y la Hispanidad es, hoy, única en el mundo. Hace apenas cuatro años, en 2017, pudimos admirar en el Museo del Prado una exposición con una parte muy importante de sus tesoros.
Gracias a personajes como Huntington o Vega-Inclán vino a España, desde Estados Unidos, un tipo de cultura de la construcción y de la preservación del patrimonio que dio sus frutos en el barrio de Santa Cruz de Sevilla con su alcantarillado y pavimentación, y reconstrucción de algunas de sus casas para que sirvieran de hotelitos a precios asequibles para los turistas americanos; la restauración de la Sinagoga del Tránsito o del Alcázar de Segovia; y también unos cuantos patios de la Alhambra granadina. La construcción de hoteles de lujo como el Palace y el Ritz de Madrid o el Alhambra Palace de Granada, fue otro de sus efectos de esa simbiosis.
No todo eran corridas, toreros, bandoleros, gitanas, cigarreras o la España “auténtica”, que de un modo u otro describen los escritores americanos como Willian Dean Howels, Stein, John Dos Passos, Frank o Ernest Hemingway, que vinieron a esta tierra soleada y bravía en busca de una fuente de inspiración, sino que también ha dado sus frutos económicos en empresas actuales como Zara, Camper, Banco de Santander, Iberdrola, Cintra o Repsol instaladas en Estados Unidos.
Efectivamente, aunque ahora nuestras relaciones diplomáticas con los Estados Unidos no están pasando un buen momento, sí están impregnadas de un “estilo de ida y vuelta”, como afirma Richard Kagan.