Por afinidades estéticas y coincidencias temporales, Diane di Prima pertenece a la Generación Beat, aquella corriente de desencorsetó la poesía norteamericana con un estilo renovado. Sin embargo, la escritora fue una gran desconocida hasta su desaparición en 2020. Pero la muerte, se sabe, es generosa y, aunque tarde, hace concesiones en forma de reconocimiento. Las afueras ha recuperado las Memorias de una beatnik, que constituyen el epílogo de lo que fue la vida de Di Prima hasta que se quedó encinta por primera vez. El arranque, magistral, describe la habitación en la que despierta tras la noche en que pierde la virginidad, mientras que el cierre es una recreación minuciosa de una orgía de muchos quilates: Jack Kerouac es su pareja sexual y Allen Ginsberg recita a Walt Whitman entre el delirio provocado por la marihuana.
Puede que Di Prima fuera demasiado joven para los beats, y para cuando el movimiento hippie heredó aquellos valores, ya estuviera algo desfasada. En la conversación que inaugura el volumen, publicado en 1969, la poeta sugiere un desprecio por quienes “se vendieron”a la proclama de “paz y amor”. Tal vez desengañada, decide escribir el libro.
Un logrado retrato de aquella Norteamérica desasosegante y en plena transformación que sedujo al mundo
Pese a que son unas memorias prematuras, es el libro más representativo de Di Prima, en la medida en que recoge las inquietudes de una sociedad en plena transformación. El texto, desgarrador y tierno, se impregna de esa atmósfera desasosegante y, dado que fue escrito en esa época, destila verdad a raudales.
Es un logrado retrato de aquella Norteamérica que sedujo al mundo, donde la música, la literatura y las drogas emergen en medio de la militarización. Di Prima es testigo directo y lo cuenta como en un diario. Los explícitos pasajes sexuales contrastan con las majestuosas descripciones, lo más reseñable desde el punto de vista literario.