Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) acaba de publicar El castillo de Barbazul (Tusquets), la tercera parte de las novelas protagonizadas por el policía y exdelincuente Melchor Marín. En la ficción es el mosso d’Esquadra que abatió a los terroristas de Cambrils en 2017 y arrastra los fantasmas de la muerte de su madre y de su esposa. Años después de cambiar su profesión por la de bibliotecario, la vida le tiene preparado otro revés: la desaparición de su hija Cosette, que ahora es una adolescente de 17 años. Ella se marcha de vacaciones a Mallorca en pleno enfado con su padre por haberle ocultado cómo murió su madre, y en la isla deja de dar señales de vida hasta que Melchor sospecha que le ha pasado algo malo. Con esta premisa comienza una novela en la que el protagonista descubre una trama de abusos sexuales perpetrados por gente muy poderosa y se rodea de gente dispuesta a todo —“auténticos kamikazes”, dice el escritor— para hacerlos caer.
“En realidad estas tres novelas conforman un solo libro”, explica Cercas a El Cultural. “Cuando terminé de escribir Terra Alta me di cuenta de que era una novela en sí misma pero también que formaba parte de una más extensa. Inmediatamente la imaginé como una tetralogía y que uno de los volúmenes tendría que ver con la hija del protagonista y su desaparición. Supongo que se me ocurrió porque uno de los temas fundamentales de este libro es la violencia que ejercemos desde que el mundo es mundo contra las mujeres. Este asunto es como un elefante dentro de una casa: sabemos que la mitad de la humanidad ha estado siempre sometida a la otra mitad, pero solo en las últimas décadas hemos sido conscientes de ello. Mi generación no ha sido educada en este asunto, y es un hecho que esa violencia y esos abusos se ejercen constantemente. Es algo alarmante. Hace poco leí un informe de la policía española según el cual cada hora se cometen dos agresiones sexuales en nuestro país. Esto es un hecho monstruoso, descomunal, en torno al cual gira la tetralogía entera. Melchor Marín ha vivido de cerca esas agresiones sexuales en toda su familia: su madre, su mujer y ahora su hija. No lo tenía planeado exactamente así, pero sí sabía que esa violencia se iba a ejercer sobre su entorno más íntimo era lo que iba a cargar al personaje de furia, de dolor y de deseos de venganza”.
Dice Cercas que cada uno de sus libros parte de una pregunta, y en este caso es la misma que en Terra Alta —con la que ganó el Premio Planeta— e Independencia, las dos entregas anteriores: ¿es legítima la venganza cuando la justicia no nos hace justicia? “Cualquier lector dirá que por supuesto que no es legítimo tomarse la justicia por cuenta propia. Y yo también digo que no”, afirma el autor. “Como dice un viejo policía en la novela, quien no respeta las formas de la justicia no respeta la justicia. Ahora bien, eso ocurre en la realidad, pero en la ficción las cosas son completamente distintas. La literatura tiene la función de poner en cuestión nuestras certezas más arraigadas, nos obliga a empatizar con acciones y personas con ideologías de las cuales nos sentimos lejanos o incluso abominamos en la vida real. El Ricardo III de Shakespeare es el mayor monstruo de la historia de la literatura universal, pero por un momento estás de su lado. Y en Crimen y castigo estás del lado de Raskólnikov, que es un asesino que ha matado a una pobre vieja. Y en El padrino estás del lado de Michael Corleone cuando matan a su hija en las escaleras del Teatro Massimo y pega un grito aterrador. Lloras con él, a pesar de que el tipo es un auténtico asesino capaz de matar a su propio hermano. Eso es lo que hace la literatura verdadera y es lo que yo intento humildemente: que el lector, que está convencido, como tú y como yo o cualquier persona civilizada, de que eso de tomarse la justicia por su mano no puede ser, celebre algunas cosas que pasan al final de la novela. Cosas que en la vida real nunca aprobaría”.
Pregunta. Una mansión en una isla y una red de gente poderosa que abusa sexualmente de menores. ¿Se ha inspirado en el caso de Jeffrey Epstein?
Respuesta. No me ha hecho falta. El caso Epstein y el caso Weinstein son muy famosos, pero casos así, a mayor o menor escala, ocurren a diario. Los ricos y los poderosos abusan de su poder cada día y la violencia contra las mujeres es una forma del abuso de poder, así de sencillo.
P. Si nos atenemos a los casos de violencia sexual que aparecen en las noticias, parecería que es un problema que no atañe a las clases sociales más pudientes, pero sabemos que no es así. ¿El dinero compra impunidad?
R. Obviamente sí. Hay un personaje en la novela, Carrasco, que es la encarnación de la integridad, que dice que cuanta menos impunidad hay, más democrática es una sociedad. Esta es la clave, tenemos que luchar para ser todos iguales ante la ley. Cuando eso ocurra, tendremos una sociedad realmente democrática. Es algo muy complicado y no hay ninguna sociedad así, porque la democracia perfecta no existe. Es muy difícil romper el blindaje de los poderosos, lo de Epstein tardó décadas en salir a la luz. En esta novela lo que ocurre es que hay unos kamikazes capaces de hacer algo excepcional que provoca un terremoto.
P. En estas novelas incluye siempre un apartado de agradecimientos a personas concretas de los cuerpos de seguridad. ¿Qué le aporta el contacto directo con policías, mossos y guardias civiles a la hora de documentarse?
R. Una novela no es exactamente una mentira, pero se le parece bastante. Para hacer verosímil la ficción tienes que conocer muy bien la realidad de los hechos. Por eso procuro documentarme al máximo. En este caso, lo he hecho sobre la vida en Mallorca y sobre los procedimientos policiales, que son muy complejos. He hablado con muchos policías de Mallorca que han sido absolutamente fundamentales, pero también lo ha sido el jefe de desaparecidos de la Policía Nacional, Pedro Herranz.
"Melchor Marín nació de mi furia, de mi dolor, de mis deseos de venganza, o sea, de lo peor que había en mí, pero es infinitamente mejor que yo"
P. Después de estas tres novelas ya conocerá a fondo a Melchor Marín. ¿Cómo definiría al personaje?
R. Melchor Marín nació de mi furia, de mi dolor, de mis deseos de venganza, o sea, de lo peor que había en mí, por eso de algún modo Melchor soy yo. Pero al mismo tiempo él es infinitamente mejor que yo. Me he enamorado de este personaje porque tiene dos virtudes muy importantes. Una es el coraje, que, como decía Churchill, es el fundamento de las demás virtudes. Tú puedes ser una buena persona, pero ¿en una circunstancia extrema tendrías el coraje de ejercer esa bondad? No sabemos quién lo tiene y quién no hasta que no llega la hora de la verdad y es mejor que nunca llegue, como lo están comprobando ahora los ucranianos. Es mejor vivir toda la vida sin tener que saber si somos valientes o no. Y su segunda virtud es el carisma, y no me refiero al carisma que asociamos a los políticos. De hecho yo no quiero políticos carismáticos, quiero políticos que resuelvan problemas. El carisma al que yo me refiero tiene más que ver con el origen religioso de la palabra: ese don que tienen las personas capaces de aglutinar en torno a ellos una comunidad. No es un carisma llamativo y enfático, sino discreto y silencioso.
P. La novela acaba con un final abierto. ¿Habrá una cuarta parte?
R. Yo concebí esto como una tetralogía. No obstante, cuando acabé este tercer libro pensé en dejarlo aquí. Pero efectivamente acaba con un final completamente abierto. No lo sé, ahora mismo es una trilogía que podría convertirse en una tetralogía. Lo cierto es que yo nunca imaginé esto como una serie policial, de hecho me da lo mismo si se consideran novelas policiales o no. Para mí solo hay dos tipos de novelas: buenas y malas. Todo lo demás es palabrería.
"Cuando empecé a escribir autoficción y novelas sin ficción, ni siquiera existían. Ahora parece que no se escribe otra cosa. Si vuelvo a eso será distinto"
P. Y cuando acabe con este ciclo de novelas, ¿volverá a la autoficción y a esa narrativa sin ficción que tanto tiempo definió su literatura, como Soldados de Salamina o Anatomía de un instante?
R. Si vuelvo será de una manera distinta. Cuando empecé a escribir autoficción y novelas sin ficción, la palabra “autoficción” ni siquiera existía y tampoco las novelas sin ficción. Ahora parece que todo el mundo escribe eso, que no se escribe otra cosa. Bueno, pues ya lo están haciendo otros. Si vuelvo a eso será completamente distinto. Hay escritores que se consideran experimentales y escriben siempre la misma novela, me parece que es una trampa. Lo peor que puede hacer un escritor es tener una fórmula y repetirla ad nauseam, aunque esa forma te haya hecho conocido o te haya dado prestigio. Yo intento descubrir todos los escritores que hay en mí. Me gustaría descubrir otro Javier Cercas, porque me parece que es la única forma de decir cosas nuevas.