Las mujeres han desempeñado un papel fundamental en la creación literaria desde el principio de los tiempos, aunque su labor nunca fue tan reconocida como hasta ahora. Como explicó Irene Vallejo en su indispensable El infinito en el junco, la primera novela moderna, La historia de Genji, fue escrita por una mujer, Murasaki Shikibu, una joven noble nacida en Japón en 978. Pero, en general, la historia ha condenado a las escritoras al silencio y la invisibilidad. A lo sumo, se las ha relegado a géneros “menores”.
Afortunadamente, el cuento, los diarios íntimos o las formas poéticas del ensayo breve dejaron atrás ese estigma y en la actualidad gozan de la reputación que merecen.
Cuando de publicar una novela se trataba, en ocasiones se vieron forzadas a recurrir a un seudónimo masculino. Así, Charlotte Brontë, tuvo que publicar Jane Eyre bajo el nombre de Currer Bell; su hermana Emily se disfrazó de Ellis Bell para que Cumbres borrascosas viera la luz.
Las mujeres son más publicadas que nunca y en la última década la recuperación de autoras es una constante
El avance de los tiempos o, más bien, la reacción de las mujeres dueñas al fin de esa habitación propia que reclamaba Virginia Woolf, desencadenó una concienciación del sector editorial que ahora ve surgir nuevas editoriales dedicadas a publicar solo literatura escrita por mujeres. Pero ¿cuáles son los objetivos de quienes las publican? ¿Es una moda pasajera o perdurará en el tiempo?
Es el momento de detenerse para analizar y contrastar algunos paradigmas. En primer lugar, nadie como las mujeres está haciendo tanto por las autoras en estos tiempos donde parece que la voluntad de prestigiar a las escritoras es colectiva. Pero antes de esta avalancha de nuevos sellos, la editorial Torremozas abrió camino. Fundada por Luzmaría Jiménez Faro hace ahora cuarenta años, en este tiempo ha recuperado mil poemarios, diarios y correspondencia de autoras tan célebres como Carmen Conde, Alfonsina Storni, Concha Espina o Audre Lorde, conservando el “mismo espíritu” de sus inicios, en los que recibió críticas por publicar solo a mujeres.
Un feminismo tramposo
“Es llamativo ver cómo editoriales que apenas publicaban a autoras han tenido un interés repentino y han creado colecciones para ellas”, ironiza Marta Porpetta, la responsable en la actualidad. Sol Salama, de Tránsito, se muestra más contundente: “aunque hemos conseguido que esté a la orden del día hablar de violencia machista, de desigualdad y de acoso”, esa conquista se traslada al ámbito cultural “de forma tramposa”, dice. Creada en 2018, Tránsito puede presumir de haber publicado novelas de Fernanda Trías, Natalia Carrero, Caroline Lamarche, la cineasta Chantal Akerman o Alda Merini, autoras que en algunos casos fueron después “fichadas” por grandes grupos editoriales. Y añade Salama: “los intereses de marketing están ahí, y ello hace que a menudo obras que se venden como feministas en verdad tengan una mirada cerrada o conservadora”.
“Es llamativo observar cómo algunos sellos editoriales que apenas publican a autoras, ahora tienen un interés repentino"
En este sentido, “tenemos que cuidar que ese interés por la literatura de mujeres no sea absorbido por el sistema capitalista”, advierten desde Índigo. Sam Cárdenas, una de las responsables del sello que “surgió de una conversación entre amigas en un café de Madrid”, teme que la tendencia “se convierta en una cortina de humo que pueda desaparecer”. En definitiva, “no nos vale un feminismo de postureo sino uno interseccional e integrado”, dice Salama, mientras que Cárdenas va más allá: “que entren todas aquellas escritoras que lo tienen mucho más difícil: mujeres racializadas, mujeres trans, etc”. Por el momento han publicado a autoras como Sol Iametti, Violeta Serrano o Laura Blanchi, así como antologías de relatos como Diarios de encierro, pero también organizan talleres “para romper el techo de cristal”.
Más lectoras que lectores
Además de los intereses comerciales, el ascenso se explica por otras causas. Porpetta, de Torremozas, considera que “la cuota femenina es más alta porque las estadísticas indican que las mujeres leemos más”. Efectivamente, los recientes datos del Barómetro de Hábitos de Lectura, elaborado por la Federación de Gremios de Editores de España, revela que “el porcentaje de mujeres lectoras es superior al de los hombres en todos los grupos de edad, excepto a partir de los 65 años”. Hasta un 69,6 % de mujeres leen en su tiempo libre, un dato más que significativo si lo comparamos con el de los hombres, que se reduce a un 59 %. “Aunque también se cumple esta cuota en nuestro caso, tenemos muchos lectores masculinos, ya que los libros son de interés general”, matiza Porpetta, cuyo sello publica entre 30 y 40 libros al año.
"Los hombres tienen más reparo en leer a mujeres, mientras que nosotras no tenemos tantos prejuicios"
¿Qué géneros interesan más entre los lectores? De toda la literatura escrita por mujeres, se cumplen los gustos generales. “En Índigo nos hemos abierto a la ficción o al ensayo”, dice Cárdenas, aunque empezaron publicando “lo que llamamos literaturas de la intimidad, diarios, cartas…”, a su juicio “injustamente denostadas por el juego patriarcal de ningunear el trabajo de la mujer”. Desde Ménades, fundada en 2008, consideran que “las mujeres somos más eclécticas leyendo y no miramos tanto el género del que escribe”.
Yolanda Manso, la editora, asegura que “nosotras no tenemos tantos prejuicios, mientras que los hombres tienen más reparo en leer a mujeres”. Por suerte, “esa sensación parece estar cambiando”, concede, mientras que Salama, de Tránsito, considera que “se trata de publicar libros acerca de lo que nos preocupa a las mujeres, más allá del hecho de que tengan vagina o no”.
En todo caso, la editora de Ménades coincide con las responsables de los otros sellos en la “necesidad de revisar el canon literario e incorporar la perspectiva de género también al mundo editorial”. Desde Sabina, un sello creado hace ahora quince años, confían en que “publicar obras de mujeres es contribuir a una transformación necesaria”. Y para conseguirlo, por el momento han apostado por narradoras, ensayistas y poetas como Grazia Deledda, Patricia Rivas Lis, recuperando además títulos de clásicos como Flora Tristán o de George Eliot, pero al fin firmados con su verdadero nombre, Mary Ann Evans, despojada del seudónimo que la hizo famosa.
"La presencia de las mujeres en el sector editorial es cada vez más influyente gracias al movimiento feminista"
Carmen Oliart, que dirige Sabina junto a Milagros Montoya Ramos y Ana Mañeru Méndez, fundadoras, celebra que “la presencia de mujeres en el sector editorial es cada vez más influyente” y explica el éxito en “la fuerza y la influencia del movimiento feminista”, que “ha contribuido a que haya una demanda creciente de obras de mujeres”. Como sus compañeras, alerta de que “el mercado acaba absorbiendo todo”, pero en Sabina son ajenas a la mercantilización. Publican “cuatro libros al año”, un proceso “artesanal” que se preocupa por la minuciosidad de las ediciones, pero que les ha permitido recuperar varios libros de poemas y un epistolario de Emily Dickinson (Cartas de amor a Susan) o poemarios de Maria Mercè Marçal y Angela Figuera.
Para Salama, ser editora “es una manera de ejercer mi activismo feminista a través de mi profesión”. La responsable de Tránsito se hace cargo del desprecio, la invisibilización y la condescendencia que han sufrido las autoras desde los círculos predominantes. “No hemos formado parte del canon a pesar de haber escrito siempre y nuestras experiencias han sido narradas desde un punto de vista machista y masculino”, recuerda, y fue aquel sentimiento de rabia el detonante de su decisión, por más que la avisaron de que “iba a ser un suicidio”. Con Tránsito “he querido poner las vidas de las mujeres en el centro y cuestionar todos los paradigmas del sistema en el que vivimos”, concluye.
Colaboración editorial
La lucha de todas las mujeres, ineludible para la conquista de derechos y libertades en lo social y en lo literario, el caso que nos convoca, no se habría producido sin el hermanamiento de quienes consideraron alcanzar el respeto que la historia les debía. En el sector literario, la sororidad se manifiesta en la colaboración conjunta entre empresas que no dejan de ser competencia. Cárdenas confirma que “la voluntad de ayudarnos las unas a las otras” es real: “nos leemos mutuamente e incentivamos el trabajo de las compañeras”, asegura la editora de Índigo y, por si fuera poco, la precariedad del sector cultural “hace que para las mujeres sea mucho más difícil emprender y sostener un proyecto editorial”, pues “la desigualdad estructural” se vuelve un condicionante.
"Sin movimientos a nivel educacional y estructural a nuestro favor, la sororidad no puede dar grandes pasos"
Yolanda Manso prefiere escoger el prisma emocional. Y es que “se está fraguando una unión entre microeditoriales independientes que creemos en otra forma de hacer las cosas”. Para la portavoz de Ménades, “la meta no es competir, sino establecer vínculos”. Sea como fuere, “sin movimientos a nuestro favor a nivel educacional y a nivel estructural, la sororidad aplicada a sectores independientes de la sociedad no puede dar grandes pasos”, resuelve Cárdenas.
En su voluntad de interacción, todas conocen el mundo en el que andan inmersas. Regentan empresas que, sin perder de vista las reivindicaciones, se arruinarían si no vendieran libros. Carmen Oliart, de Sabina, es consciente de la importancia de las relaciones con las distribuidoras y los puntos de venta, “eslabones fundamentales” en la cadena. Al mismo tiempo, no deja pasar las oportunidades que ofrecen las librerías como “espacios de encuentro y creación cultural” donde ejercer la militancia.
La recuperación, causa común
Más allá de la especialidad y los intereses de sus catálogos, publicar a mujeres es recuperar las obras de las olvidadas. El hecho de colocar la figura de la mujer creadora en la posición que merece pasa por la reparación, saldar una deuda con aquellas que en su día no pudieron publicar. Torremozas fue pionera, pero todas las que participan en este reportaje asumen la responsabilidad de hacerse cargo de aquel legado, tan valioso y necesario para que la situación hoy se haya transformado.
"Ser editora de mujeres es una manera de ejercer un activismo feminista a través de mi profesión"
No solo Tránsito, Índigo, Sabina y Ménades siguieron la estela de Torremozas en la decisión de publicar exclusivamente a mujeres desde un sello independiente. Editoriales como Renacimiento o Cuadernos del Vigía cuentan con colecciones destinadas a la recuperación de autoras. Por otro lado, la Fundación Banco Santander realiza proyectos en esta línea que no solo se transforman en volúmenes físicos, sino que tienen un recorrido digital que trasciende las publicaciones.
También Cátedra publica una colección pionera y ejemplar de ensayo, “Feminismos”, que merecería un reportaje aparte. Como Lumen, otro referente en la recuperación de las olvidadas. Absorbida por el gigante Penguin Random House, cuando era independiente contaba con la colección "Femenino Singular", responsable de la recuperación de escritoras como Virginia Woolf o Maya Angelou. Es su hora, porque, independientemente de la naturaleza del sello, “publicamos a mujeres por los siglos en los que hemos sido silenciadas”, sentencia Cárdenas, de Índigo.