La guerra de Ucrania ha terminado de justificar la verosimilitud de la nueva novela de Isaac Rosa. Reconocida con el Premio Biblioteca Breve 2022, Lugar seguro está situada en un futuro no muy lejano: una década, a lo sumo. Cuando hace poco más de un año el autor calibraba las posibilidades del argumento, andábamos sumidos en plena pandemia. Los últimos acontecimientos conducen a pensar que el negocio de los búnkeres low cost, el punto de partida de la trama, no es tan descabellado.
“Ya existen empresas que desarrollan esta actividad”, cuenta Rosa, aunque por el momento es un modelo destinado a las rentas altas. El estupor que le produjo encontrar una web que ofrecía la posibilidad de “diseñar tu propio búnker, con su variedad de equipamientos”, cristalizó en el complemento que necesitaba su novela.
La misma empresa presenta un “catálogo de amenazas” a partir de un mapamundi que alerta, por países, de riesgos como desastres naturales, guerras, etc. “Con esos dos elementos, la casa y el futuro, empecé a trabajar”, dice el autor, convencido de que “el mundo está habitado por gente ansiosa por encontrar un lugar seguro”.
El pánico social por el sombrío futuro que nos aguarda es uno de los grandes temas de la novela, mientras que la incertidumbre es el eje que conecta el miedo con otras referencias que subyacen a lo largo del texto. La precariedad y la deshumanización están encarnadas en Segismundo García, un pícaro obstinado en el triunfo que representa el utilitarismo. Sus incómodas reflexiones ponen contra el espejo a un lector que “debe decidir si lo que cuenta es objetivo o le está convenciendo porque es un vendedor de búnkeres”, propone Rosa.
Lugar seguro sugiere una analogía a partir del engaño a los vulnerables: el granuja de la novela se aprovecha del pánico de los clientes, mientras que los gobiernos harían lo propio con sus ciudadanos. “Por la mansedumbre he aprendido a reconocerlos”, dice Segismundo en un pasaje.
P. ¿El mundo es un lugar seguro?
R. No. Vivimos en un lugar donde domina una sensación de inseguridad, incertidumbre y vulnerabilidad. No es de hoy con la guerra ni de ayer con la pandemia. Desde las décadas últimas del siglo XX se estaba extendiendo esa sensación de que el suelo se mueve bajo nuestros pies, porque el liberalismo estaba minando los elementos de seguridad con los que contábamos en nuestras vidas.
P. ¿Se ha sobredimensionado el término “seguridad” en nuestra sociedad o el fenómeno de los búnkeres low cost es solo una peripecia literaria que utiliza?
"Las empresas de seguridad hacen negocio con el miedo"
R. Si en vez de vender búnkeres, vendiera alarmas de hogar, hablaríamos de cualquier comercial actual de los que van casa por casa alertando de ocupación o robos en el barrio. Lo que hace Segismundo es lo mismo que hacen ahora las empresas de seguridad: hacer negocio con el miedo. El temor es lo que hace que nos arrojemos en brazos del primero que nos ofrece ciertas garantías de esta seguridad. Lo mismo con un dirigente político que nos ofrece más seguridad en las calles o ahora, por ejemplo, si nos ofrecen aumentar nuestros presupuestos de defensa. Lo compraremos también.
P. ¿El ser humano es tan narcisista como para convertir su situación en un fenómeno social o en el fondo es solo miedo?
El miedo tiene una raíz: puede ser alarmista o hasta histérico. A veces tiene poco fundamento: por ejemplo, la gente que durante años ha instalado una alarma en su casa por temor a los ladrones y a los ocupas, cuando quizás sea más probable que pierdan su casa porque se la quite el banco. Una sociedad que no espera nada bueno del futuro es una sociedad atemorizada.
P. ¿En qué momento considera que el búnker low cost es un dispositivo novelable?
R. Tenía pensado una historia de alguien que a lo largo de un día recorre la ciudad huyendo de sus problemas y sus fantasmas, y persigue algo: en este caso, el tesoro que busca su padre. Quería que tuviera que ver con esta vida ansiosa que llevamos, siempre corriendo, y ponerlo en la relación con el presente, la pandemia, porque todos escribimos sobre este momento, aunque queramos evitarlo, y también con el futuro incierto. Desde esa reflexión, el paso lógico eran los búnkeres.
Por otro lado, todos los relatos de futuro tienen un tono distópico. Cuando me propuse escribir el libro, pensé en una posibilidad de cambio y de mejora, proponiendo al lector el ejercicio de imaginar un futuro que no sea otra variación de cómo acabar con el mundo.
P. ¿Cuáles son los lugares seguros en esta sociedad de la incertidumbre? ¿Existen? ¿Hay que buscarlos? ¿Quizás crearlos?
R. No podemos vivir a la intemperie, pero tampoco arrojarnos en brazos de los protectores que nos venden seguridad y se la compramos a cualquier precio. Necesitamos reconstruir nuestros propios espacios. Hemos perdido por el camino elementos que nos hacían sentir más protegidos: la vida en comunidad, por ejemplo, porque nunca nos vamos a sentir seguros a solas. El individualismo en que vivimos responde al lema “Sálvase quien pueda” y ahí solo se salvan unos pocos, que ni siquiera se salvan al final.
Lugar seguro referencia el fenómeno del regreso a lo rural desde una mirada, la del protagonista, prejuiciosa. Segismundo García desprecia a los “botijeros”, esos que se van al campo orgullosos de dejar atrás la ciudad y vuelven con el fracaso a cuestas. Podría pasar por una crítica a la estupidez, una sorna sobre la idealización de la naturaleza al modo beatus ille, hasta que descubrimos que el individuo urbano ya no es el moderno, sino el carca que critica “la paguita” o Renta Básica Rural que reciben los ecomunales.
P. Además de ser una divertidísima caricatura, ¿cómo se le ocurre esta vuelta de tuerca?
R. He escogido un narrador a la contra, cínico e irónico, que se burla y observa con escepticismo lo que está pasando a su alrededor. Puede que el lector se reconozca en los juicios y prejuicios de Segismundo García, pero puede también detenerse a valorar si sus postulados se sostienen. En definitiva, escogí ese narrador que mira el mundo en clave negativa para evitar hablar de ciertos activismos y no caer en la idealización o la ingenuidad.
P. El sentido de la palabra triunfar es objeto de una reflexión más seria: la obsesión por el crecimiento económico y social, el estatus, la prosperidad… y la hipocresía social que hay detrás de eso.
"La ideología del emprendimiento es una distopía de nuestro presente"
R. Claro, por eso la novela tiene un pie en la tradición picaresca española. Los tres protagonistas son unos buscavidas, que se estrellan constantemente, pero esta vez responden a ese pícaro actual que cuando fracasa, pensamos que es un buscavidas y cuando triunfa, lo llamamos emprendedor. La ideología del emprendimiento, que entronca con nuestra tradición picaresca, es la distopía del presente y deja muchos destrozos: estamos todos obsesionados con sacar rentabilidad de todo, ser productivos….
P. A propósito de España, ¿le parece que estamos enquistados en esa ambición?
R. La versión española del sueño americano tiene que ver con esa promesa de progreso que nos vendieron en la democracia. En los últimos años el ascenso social se ha detenido y algunos se han caído por el hueco del ascensor, lo que aumenta el resentimiento social y nos convierte en unos buscavidas, como los protagonistas de la novela.
P. ¿Hay ironía en ese vaticinio sobre el mundo en permanente amenaza de colapso?
R. Cuando empecé a escribir la novela hace poco más de un año, pensaba que podía salirme algo muy inverosímil. Ahora que el libro sale a la calle, ya no parece tan exagerado porque estamos hablando de amenaza nuclear en Europa. Cuando pensaba en la historia durante los meses de confinamiento, miraba hacia dos direcciones: la casa donde vivíamos, que se había convertido en el lugar que nos protegía del exterior, y el futuro. Ya veníamos de un tiempo en el que era un lugar incierto y todos los vaticinios eran pesimistas y apocalípticos. Ahora, directamente, el futuro ha desaparecido.