En su irredento narcisismo, la civilización occidental contemporánea siempre ha estado más preocupada por dónde vamos que de dónde venimos. Sin embargo, la Covid 19 ha motivado una ineludible reflexión sobre las dinámicas de nuestras vidas, la configuración del mundo a partir del pasado y la incertidumbre por la idea de un futuro que se derrumba ante nuestros ojos. El impacto de las nuevas tecnologías en las relaciones sociales y la precariedad laboral han terminado por perfilar su contorno en la escala de preocupaciones, mientras que el ciudadano ha redimensionado su inquietud por asuntos de carácter ecuménico, antes reservados para filósofos y científicos.
¿El cambio climático condicionará tanto nuestras vidas? ¿En qué lugar nos deja el avance de las máquinas? ¿Logrará el transhumanismo establecer la eternidad? En este caso, “sin la muerte, ¿qué sentido tendría la vida?” Es uno de los interrogantes que plantea César Antonio Molina en el epílogo del libro que acaba de lanzar, en su colección Obra Fundamental, la Fundación Banco Santander. Doce visiones para un nuevo mundo recoge las perspectivas sobre el futuro de seis escritoras y seis escritores, cuyas declaraciones están contenidas en un pódcast al que se accede con un código QR insertado en el volumen.
A pesar de la variedad en los tonos y enfoques, los doce relatos aúnan preocupaciones comunes, y casi todas coinciden en la necesidad de detenerse y, desde la reflexión, regresar a los orígenes para confeccionar un mundo nuevo. La naturaleza es la variable que la mayoría de los autores utiliza como contrapunto de la tecnología, si bien Agustín Fernández Mallo, cuyo relato inaugura el conjunto, no cree “en el regreso a la naturaleza porque la naturaleza no existe”, en tanto que “todo es artificial desde que pasa por el ojo humano”. Además, “es un discurso que solo vale para crear tendencias de consumo”, concluye en una de las entrevistas que Francisco Javier Expósito, responsable de la colección, ha realizado a cada uno de los autores que participan en el volumen.
Cristina Cerezales, por su parte, describe un momento místico en su relato “Transformación”, donde Julián y Ernestina, unos funcionarios del gobierno, entrevistan a personajes que viven aislados tecnológicamente. José María Merino recoge el término “España Vacía”, aunque su relato toma otros derroteros. Ambientado en un tiempo futuro, en “Digitalienación” las pantallas han dilatado la distancia interpersonal de una sociedad satisfecha de su ignorancia. Los libros se han convertido en objetos en desuso y, aunque no están prohibidos como en Fahrenheit 451, obra distópica de referencia, tampoco despiertan el más mínimo interés.
Juan Manuel de Prada también sitúa su narración en un espacio rural para hablar de dos ancianos que viven una pandemia. “Sin miedo ni codicia” es la historia de Alejandro, que despierta en la antigua casa de sus abuelos, y Laura, que se despide de la vida mirando el punto de la inyección por donde le han inoculado la muerte. En la entrevista sobre este relato, que aboga por el recogimiento, Prada propone “el silencio” para “salirse del falso catecismo que el mundo nos impone”. En su defensa de los ancianos, lamenta el desprecio que sufre la vejez por parte de nuestra sociedad, abandonada al culto a la juventud. “Y las residencias”, apostilla, “son una de las mayores vergüenzas de nuestra civilización”.
Naturaleza vs Teconología
Andrés Ibáñez y Pablo D’Ors se suman a las reivindicaciones de Prada en dos direcciones distintas. En “El regreso”, Ibáñez mezcla lo fantástico y lo real a partir de una conversación entre dos ancianos, mientras que D’Ors escoge la meditación como refugio. En su relato “Mi amigo Ferrer”, un retiro espiritual le sirve al protagonista para tomar las riendas de su vida. Después monta un negocio de fotocopias, una metáfora que el autor utiliza para dar cuenta de la alienación en la que la sociedad está sumida.
Elena Medel halla correspondencias en este sentido con su relato, donde la trabajadora del puesto 27 de una gran empresa duerme la siesta en el hueco bajo su escritorio. Es su manera de referenciar los frenéticos ritmos laborales, generadores de estrés y otros trastornos que se erigen en prolegómenos de las grandes enfermedades psicológicas. Así, “Un acuerdo al respecto” también es una apuesta por “derribar los tabúes sobre la salud mental”.
Pero el regreso más radical es el de Irene Gracia con su relato “Alas”. Desde sus recuerdos en el útero materno y a través de la mitología, utiliza la perfección de la divinidad como un símbolo que nos estimule a “superarnos como especie”. Las alegorías también son recurrentes en los relatos de Ana Merino, Mercedes Cebrián, Care Santos y Ricardo Menéndez Salmón, que alerta de un cataclismo porque “no estamos atendiendo a los avisos del mundo”.