'Cinco inviernos': estampas rusas de hambre y miseria
La periodista Olga Merino rescata los apuntes que tomó en Moscú cuando fue enviada como corresponsal de 'El periódico' en 1992 y los transforma en un libro de tono emocional
16 marzo, 2022 02:57Los Cinco inviernos del título del nuevo libro de Olga Merino (Barcelona, 1965) son los correspondientes a los años en que vivió en Moscú como corresponsal del barcelonés El Periódico. Llegó a la capital rusa en 1992, en un momento especialmente delicado del país tras el desmoronamiento de Unión Soviética. Merino fue tomando notas de su experiencia en unas libretas que ahora, más de un cuarto de siglo después, rescata con un inevitable pero sereno aroma de nostalgia. El pasado revivido y su distancia con el presente funcionan como motor de la evocación.
Qué hice entonces y cómo era yo en aquellas fechas en contraste con qué he hecho después y cómo he llegado a ser más tarde constituye un hilo expositivo no del todo explícito. Este nervio confiere carácter narrativo a la recuperación de la memoria. De ahí proviene el encanto y el valor de lo que, de otra manera, habría sido simple crónica de una encomienda profesional.
Esta idea directriz de un repensar autobiográfico determina que en Cinco inviernos cohabiten materiales bastante diferentes. Por supuesto, el primero de ellos, aunque no lo tendría por el más relevante, es fruto de su trabajo en dos frentes distintos. Uno, la labor de corresponsalía, un destino que suele tenerse como una distinción profesional, un premio si no una sinecura. Tal creencia la desmiente por completo Merino. Tal vez se deba a la racanería del medio para el que trabajó, pero su ocupación le deparó gran precariedad material y estuvo sometida a una labor esforzada, en difíciles condiciones y no gratificante, todo ello agravado por las rutinas político-burocráticas supervivientes de un régimen policíaco y dictatorial.
El otro frente del noticiario documental anotado en las libretas se refiere a la vida rusa en la primera época del fracasado paraíso comunista. No son apuntes de hechos ni sucesos. Tampoco tiene nada que ver con la intención de ofrecer curiosidades pintorescas a los “viajeros en casa” que decían los viajeros románticos. Merino detiene la mirada en las personas, pinta estampas de una vida dificilísima, en el límite de la miseria rampante, con hambre y una sanidad espantosa.
Olga Merino nos deja una atractiva historia personal de aprendizaje reconstruida con exigencia literaria
Los apuntes no son inocentes. Aquí la autora desliza consideraciones políticas. Denuncia la especulación de un neocapitalismo salvaje que sucedió al socialismo y en el aire queda un gran interrogante que hoy sigue produciendo debate: si era mejor la vida con las necesidades mínimas cubiertas en un régimen de terror o la miseria que siguió a la libertad formal. Una adhesión emocional a la llamada alma rusa impregna el testimonio de cordialidad humana.
La prosa de observación gira con regularidad hacia el examen intimista. Aparecen en estos trechos las cavilaciones interiores de la autora. Se desnuda para referir las pulsiones eróticas que no obtienen la deseada satisfacción. Detalla hallazgos de lectura, de otras letras y rusas: la biblioteca de un autor en ciernes. Y, sobre todo, refiere el punzante asentamiento de una vocación literaria y la vivencia de una impotencia creadora que presagia el fracaso. Lo será, piensa, si no vuelve a casa con una novela acabada. Frente a ello, expone la fuerza de una determinación donde percibimos, con tono sincero y sin falsas jeremiadas, la autenticidad del misterioso impulso que aboca a alguien al ejercicio de la escritura.
Olga Merino lleva a cabo en Cinco inviernos un intenso ejercicio memorialístico, un ameno relato de maduración que incluye también un provechoso valor informativo. Y, sobre todo, nos deja una atractiva historia personal de aprendizaje reconstruida con exigencia literaria.