Cordial, Santiago Muñoz Machado (Pozoblanco, Córdoba, 1949) nos recibe en su despacho y mientras charla con El Cultural, su sereno entusiasmo por el libro sorprende casi tanto como su precisión de jurista avezado y culto, quizá porque olvidamos que Miguel Delibes decía haber aprendido claridad y concisión, el uso de las frases justas y los adjetivos adecuados, en un curso de Derecho. Es la misma precisión que marca el monumental Cervantes (Crítica) que hoy nos reúne, un libro imposible de improvisar, de esos a los que el autor dedica toda la vida. “No se equivoca, realmente Cervantes es un compañero de toda la vida, pero no solo para mí, para cualquier intelectual, para cualquier lector, para cualquier amante de la novela. Empecé a leerlo siendo niño y hasta ahora mismo”.
Pregunta. ¿Cuándo y por qué decidió escribirlo?
Respuesta. La acción material de escribirlo empezó con mi presencia en la Academia hace diez años, porque me encontré tantas cosas nuevas que se incrementó la curiosidad por el personaje, tanto por la vida como por la obra. En cuanto a la realización efectiva, he tardado los últimos cuatro años en redactarlo.
P. Y lo ha hecho de manera exhaustiva. Porque cuando se ocupa de la vida de Cervantes, revisa las fuentes, sus atribuciones y errores, y soluciona enigmas desde el rigor…
R. Verá, yo soy bastante crítico con un modo de hacer historia, o de hacer ciencia en general, que se olvida de la historia de formación de las ideas. En muchas biografías ocurre que los autores cuentan la vida de Cervantes como si la hubieran descubierto ellos, y en ocasiones lo que están haciendo es apropiarse de la autobiografía cervantina o de investigaciones que han hecho algunos eruditos a lo largo de muchos decenios de historia.
Yo creo que era el momento, y en esto el libro es muy original, de separar todas esas capas que han ido formándose. Así que tomo en primer lugar la autobiografía, es decir, lo que Cervantes dijo de sí mismo, depurándolo mucho, porque hay también autores que creen que todas las novelas de Cervantes son autobiografía pura, y es mucha imaginación lo que añade. Parto de ahí, y luego le voy agregando lo que se ha ido investigando, quién lo ha investigado, qué ha averiguado, cómo lo ha descubierto, y cómo se ha añadido a la biografía. Toda la primera parte es una autobiografía, la biografía y la historia de la biografía, acumulado.
La españa corrupta de Felipe III
P. Pero ¿no fue Cervantes voluntariamente oscuro en temas como su intimidad?
R. Sí, hay cuestiones en las que procuró serlo especialmente. A Cervantes le gustaba jugar con un cierto misterio sobre algunos aspectos de su vida. Nunca desveló datos familiares, ni relativos a su nacimiento. En algún lugar dice que ha hecho no poner dónde nació para que todas las naciones se lo disputasen. ¡Qué bonito es eso!
“Cervantes tenía un pie en la España medieval, un mundo antiguo que se extinguía, y el otro en el Estado moderno”
P. ¿Cuál de todos los caminos poco explorados que recorre su obra le interesa más?
R. Me ha interesado todo, porque el siglo de Cervantes es apasionante desde un punto de vista literario, social y político: hay una conjunción de fuerzas intelectuales y políticas, de creencias y situaciones riquísimas, que son las fuentes de las que se nutre el autor del Quijote. Sobre la situación política y social de la época de Cervantes no hay demasiadas cosas y menos contadas sistemáticamente, como yo lo he hecho, y me ha interesado mucho explicar la época. Por ejemplo, no se entiende bien por qué a Cervantes le importa tanto que una persona inculta como Sancho pueda gobernar una ínsula, pero hay que entender cómo se nombraban los cargos públicos en la época, la absoluta venalidad y corrupción con que se compraban y vendían.
Hay que conocer la España de Felipe III y de su valido Francisco de Sandoval y Rojas, duque de Lerma, para entender muchos pasajes del Quijote y de muchas novelas y comedias cervantinas. Como eso no estaba explicado de manera sistemática, lo he hecho en este libro. Cervantes tenía ante sus ojos un universo que era al mismo tiempo un mundo antiguo que estaba extinguiéndose, y otro nuevo, el del Estado moderno, que estaba llegando y él tenía un pie en la España medieval y el otro en la España moderna, y se valía de los argumentos medievales según le convenía a su comedia o relato.
P. ¿Ha consultado su obra con el profesor Rico? ¿Teme quizá una nueva polémica?
R. La verdad es que no. Rico es un sabio cervantista pero no la he consultado con él, porque ha seguido sus líneas de investigación, que no son paralelas a las mías; él se ha ocupado del texto del Quijote y de su edición, de depurar erratas y errores, de explicar omisiones y contradicciones. En realidad, hasta ayer no le mostré el libro.
“Nos piden más cosas de las que la Academia puede hacer. Regulamos el idioma, no hacemos política lingüística”
P. El último capítulo del libro nos descubre el pensamiento cervantino sobre el Derecho, pero, ¿qué opinaba sobre la justicia de su tiempo?
R. Cervantes, que tuvo siempre necesidad de enfrentarse con la ley, conocía bien el Derecho y manejaba el lenguaje jurídico muy bien, primero porque fue funcionario de abastos muchos años y recaudador de impuestos después; porque lo metieron en la cárcel un par de veces, y porque en ocasiones pleiteó a favor de sus hermanas y de su hija. Hasta ahora, muchos que han tocado este tema han usado el Quijote para hacer comentarios sobre la legislación actual, pero a Cervantes hay que estudiarlo en el contexto de su época. Cuando él escribía coexistían el viejo derecho del pueblo, consagrado por costumbres populares, hecho de abajo arriba, y una legislación cada vez más amplia hecha por los monarcas (“allá van leyes do quieren reyes” es un aforismo repetido en muchas obras de Cervantes), es decir, que la norma dejó de ser una emanación popular y se convierte en el arbitrio del monarca. Y Cervantes aprovechó muchas de sus obras para evidenciar que el viejo derecho le parecía mejor.
P. Hablando de justicia y de polémicas, ¿qué le parece la nueva Ley de Educación que al parecer suprime la enseñanza de la filosofía en la ESO?
R. No la conozco, así que no puedo opinar.
P. ¿Le molesta que la sociedad les reclame una toma de postura clara en cuestiones como ésta o como el problema del castellano como lengua vehicular en Cataluña?
R. Bueno, nos piden más cosas de las que la RAE puede hacer. Nosotros no hacemos política lingüística; regulamos el idioma, nos preocupamos de su pureza, de su buena calidad y de su unidad para que no se nos fragmente considerando las diferentes unidades territoriales o países que hablan el español, pero no nos corresponde hacer política educativa ni otras políticas del lenguaje, ni su expansión. Nos piden con alguna frecuencia que nos pronunciemos sobre cuestiones que no son nuestras, pero a veces la preocupación es común y no descartamos hacerlo.
“Nos queremos asegurar de que no nos rompen el idioma, que no inventan dialectos digitales, porque no estamos en el inicio de un nuevo babel sino en los inicios de su destrucción”
P. De todas formas, ya han superado las presiones del gobierno para hacer más inclusiva la Constitución.
R. Eso sí es nuestro y no nos importa nada pronunciarnos, porque tiene que ver con la gramática del español y con el léxico. Hicimos un informe sobre el lenguaje inclusivo en la Constitución española en el que declaramos que estaba muy bien escrita y lo justificamos, porque utilizaba la manera de incluir que es propia del español, el masculino genérico. El error está en quienes creen que para ser inclusivo hay que desdoblar. Esto no quiere decir que no haya que emplear el lenguaje con mucho cuidado para evitar discriminaciones o que no haya que eliminar de nuestro diccionario formulaciones hoy calificadas de machistas pero que proceden de épocas en las que el concepto de machismo ni existía.
La RAE en la dimensión digital
P. Fue elegido director de la Real Academia en 2018: ¿qué balance hace de estos años?
R. Sí, cumplo cuatro años en diciembre. ¡Han pasado muy rápido! Bueno, ha sido una gestión interferida durante unos meses por la COVID, pero han sido muy intensos, y hemos seguido trabajando incluso más que en tiempo de plena salud; hemos hecho las reuniones por videoconferencias y hemos alumbrado un buen paquete de proyectos nuevos, algunos muy trascendentes para la Casa.
P. ¿Como cuáles?
R. Hemos conseguido que nuestras obras de consulta sean visitadas de modo espectacular por los hispanohablantes, ya sabe la cifra esa mágica de mil millones de consultas al año de nuestro diccionario en línea, que es una barbaridad. Al mismo tiempo, somos la primera institución cultural en España a mucha distancia de cualquier otra respecto de las redes sociales. Hemos remozado y preparado proyectos para editar nuevas versiones de todas nuestras obras, y estamos haciendo un esfuerzo enorme para dar salida al Diccionario Histórico, uno de los grandes proyectos inacabados de la RAE desde hace un siglo, dándole un giro esencial, ya que hemos convocado a toda la gente que sabe de lexicografía histórica y de historia de la lengua, de aquí y de América, para que participe, porque debe ser una obra y un esfuerzo colectivos.
Al hilo de este proyecto, destaca, entre otros, el próximo Diccionario Panhispánico de términos jurídicos, la nueva edición del Panhispánico de dudas, “y uno de mis proyectos más queridos, el LEIA (Lengua Española e Inteligencia Artificial)”, del que subraya que sitúa a la RAE en la dimensión digital: “Nos queremos asegurar de que no nos rompen la lengua, que no inventan dialectos digitales, porque no estamos en el inicio de un nuevo babel sino en los inicios de su destrucción”, concluye.