A Elena Fortún ya no cabe etiquetarla exclusivamente como la autora de la saga de Celia, uno de los personajes infantiles más emblemáticos de las letras españolas. La publicación de Oculto sendero (Renacimiento, 2016), una suerte de autobiografía novelada, sacó a la luz a la verdadera Encarnación Aragoneses —así era su nombre real—. A través del alter ego de la pintora María Luisa Arroyo, se narra ese 'sendero oculto' vital hacia el entendimiento de la homosexualidad y la plena realización intelectual y artística.
La mencionada ficción pertenece a lo que Nuria Capdevila-Argüelles, catedrática de estudios hispánicos y de género en la Universidad de Exeter (Reino Unido), llama "manuscritos armarizados" de Elena Fortún. Es decir, esos textos, al abrigo de la privacidad por su contenido escandaloso a ojos de la época, en los que abordaba sus intereses sinceros, como la identidad sexual o la memoria femenina. Un sugerente universo literario al que pertenece El pensionado de Santa Casilda, novela también firmada bajo el pseudónimo de Rosa María Castañas e inédita desde los años del exilio, y que acaba de ser publicada también por Renacimiento.
"Oculto sendero es la explicación de un secreto a través del punto de vista del yo y El pensionado de Santa Casilda una ficción de conciencia sáfica sobre el espectáculo que hay dentro del armario. Ambos textos parten de ese espacio que comparo con un iceberg: estamos en la parte oculta de Elena Fortún", explica Capdevila-Argüelles, codirectora junto a María Jesús Fraga de la Biblioteca Elena Fortún de Renacimiento, que ya suma una veintena de títulos de la célebre escritora.
La nueva novela, influida por el mundo femenino del que formó parte su autora, dibuja a un grupo de muchachas, pensionistas en un colegio de peculiares monjas francesas de un Madrid de belle époque, que transitan de la adolescencia a la vida adulta y se enfrentan a nuevas formas de entender el género, el sexo y la sexualidad. Las protagonistas son Ofelia, personaje en el que se reflejan ciertos rasgos de la autora, y Trudi, claramente inspirada por la dramaturga y figurinista Victorina Durán, gran amiga de Fortún y con quien se reencontraría en Buenos Aires.
"Fortún lo que quería era reflejar la complejidad de la identidad humana y un mundo de afectos y diversidades desde la no violencia", detalla la investigadora. Incluso propone una reflexión de las múltiples formas de ser mujer en una época en la que sexo y género no están diferenciados. "Esta obra es muy significativa porque a través de ella nos asomamos a una realidad histórica de la que venimos. Tiene, por ejemplo, unas páginas impactantes sobre el reformatorio para chicas que espero que algún historiador investigue. Porque la gran riqueza de Elena para mí es histórica: sus libros son otra herramienta para investigar el mundo femenino de Madrid alrededor del Lyceum Club, la genealogía de las mujeres de la Edad de Plata".
Matilde Ras
El manuscrito original de El pensionado de Santa Casilda, traído de Argentina por la profesora Marisol Dorao (1930-2017), quien la calificó de "novela lesbiana", se encuentra mecanografiado y a medio corregir, y se conserva en la Biblioteca Regional de Madrid junto con otros borradores de Fortún. "Lo publicamos ahora porque ya tenemos un contexto muy fuerte, de mayor complejidad intelectual más allá de la saga de Celia, y la autoría de Elena Fortún redefinida", defiende Nuria Capdevila-Argüelles, que este martes presentará la ficción en Mujeres & Compañía La Librería junto a la escritora María Folguera.
No hay dudas estilísticas de que la ficción fuese elaborada por Encarnación Aragoneses, y las que queden se esfuman al revisar su correspondencia, donde están presentes esas dos obras inéditas. De hecho, en una misiva fechada el 23 de junio de 1951, ya al final de su vida, muy enferma, le hace una importante petición a su amiga Inés Field, que no llegaría a consumarse: "Unos originales míos que tiene Lola te ruego que se los pidas y los quemes sin dejar nada". Manuela Mur le entregaría el manuscrito a Marisol Dorao en un viaje a Argentina en la década de 1980.
Una de las cuestiones llamativas de este acontecimiento literario es que en la portada de El pensionado de Santa Casilda no aparece solo el nombre de Elena Fortún. Lo acompaña el de la grafóloga Matilde Ras. "Reconocemos su mano en una serie de vocablos, pero para nada están en el mismo nivel", comenta Capdevila-Argüelles. "Lo que hemos querido reflejar es una colaboración. El diálogo entre ellas, que compartieron casa en Madrid y tuvieron una relación de amistad muy fuerte, fue muy intenso. Pero el texto final es la pluma clarísima de Elena a pesar de que en el proceso de creación hubiera debate entre ellas".
La investigadora conjetura que la elaboración de El pensionado de Santa Casilda arrancó en Madrid durante la Guerra Civil y la remató Fortún en Buenos Aires —Ras se exilió en Lisboa—, principalmente porque las jóvenes protagonistas visten uniformes de piqué blanco como los que entonces inundaban la capital argentina. "En una carta a Carmen Laforet le dice que es delicioso ver a todas esas criaturas empezando el colegio con sus trajes blancos", subraya la catedrática.
La publicación de El pensionado de Santa Casilda remarca la vigencia actual de compleja Elena Fortún, protagonista también de agradables noticias: el pasado mes de noviembre, una persona anónima envió por correo ordinario a la Biblioteca Regional de Madrid el manuscrito original de Celia en la revolución, una de las grandes novelas sobre el Madrid sitiado. ¿Queda todavía algo por descubrir? "Puede que encontremos algún artículo periodístico más en publicaciones al otro lado del Atlántico, pero creo que un manuscrito, no; aunque nunca se sabe...", despide Nuria Capdevila-Argüelles.