Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977), que es un reconocido escritor hispano-argentino, autor de novelas como El viajero del siglo (2009) o Fractura (2018); de libros de relatos como Alumbramiento (2006); de poemarios como Vivir de oído (2018) o Casa fugaz (Poesía 1998-2018) (2020); de ensayos, de traducciones, de un afamado blog; y que ha sido distinguido con prestigiosos premios, acaba de vivir la experiencia de la paternidad, y eso son palabras mayores. Lo cuenta en Umbilical, el luminoso libro que publica.

Umbilical

Andrés Neuman

Alfaguara, 2022. 125 pp. 16,90 €

Tener un hijo cambia la vida. La transforma de un modo radical, socavando las convicciones más profundas y la forma anterior de estar en el mundo. Tener un hijo marca, altera y obliga a mirar la realidad desde perspectivas inusitadas hasta ese momento. Descubre el otro lado de la luna, completa, hace crecer, saca de uno mismo porque obliga a modificar la mirada, antes dirigida al ombligo, y arranca del interior sentimientos que no sabíamos que estaban.

A medio camino entre la poesía y la narrativa, y escrito con una veta eminentemente lírica, Neuman revela su vivencia partiendo de un momento temprano. No busca mostrar la circunstancia desde el lado femenino, como es habitual, sino colocar al padre —él mismo— como sujeto que observa la realidad de la espera, el nacimiento y la posterior transformación vital, haciéndola suya para elucidarla. También explicarse a sí mismo (incluso expresar el mundo) en una especie de parto al revés, porque eso es lo que, en el fondo, sucede cuando se tiene un hijo.

Umbilical consta de tres partes: “El imaginado”, “El aparecido” y “Y un monólogo mínimo”. En la primera, el autor se sitúa —y a los lectores con él— en el espacio de la espera, cuando el no nacido se asemeja a “un hipocampo, un astronauta o un híbrido imposible entre ambos”. O quizá a un electrón o a un “nadador pionero”.



Asistimos entonces a la fascinación de las ecografías, a la elección de un nombre (nombrar es crear, corporizar, incluso literalmente dar a luz), a la revelación de sentimientos encontrados: la alegría de la expectativa y el temor a recuperar el pasado a través del hijo (“Tenía tanto miedo de que vinieras, hijo, a reencontrarme”).

Andrés Neuman no busca mostrar la circunstancia desde el lado femenino, sino colocar al padre como sujeto que observa

Al tratarse de una expresión de la paternidad, el narrador presiente al niño en diferido. De ahí la imagen del vientre como cristal que posibilita un saludo extraño al acercar los dos —padre e hijo— la mano, la figuración de la piel de la madre como hilo conductor del sentimiento paternofilial.

Les separa un abismo de unos centímetros que el yo, transmutado en poeta, extrapola para esclarecer el mundo cuando revela que esa es “la forma de estar juntos de los hombres”. Hay aquí una reivindicación de la paternidad, del que “aguarda sin gestar”. Y una imagen sonora de caballos desbocados (galope veloz) que entraña una emoción turbadora, la que supone vislumbrar el milagro de dar vida. Quien lo probó, lo sabe.

En “El aparecido” resuena la apoteosis del nacimiento: la sorpresa ante la perfección, la realidad cambiante, las incertidumbres, la falta de sueño, la otredad, la luz que emana cuando la madre alimenta al hijo, las dudas ante el llanto, la deliciosa nostalgia del futuro, la sensación de plenitud, el tiempo piadosamente detenido y el que se escapa como agua entre los dedos, la claridad de la risa, la fragilidad de vivir, el enigma por el que el hijo alumbra al padre; los miedos.

Para concluir, en “Y un monólogo mínimo” Andrés Neuman recoge la extrañeza ante el ser alumbrado, ahora él mismo. Umbilical muestra el misterio de la vida, nada más y nada menos. Precioso libro híbrido.

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