El homenaje definitivo a Mario Muchnik, maestro de editores
El Instituto Cervantes despide al polifacético creador argentino, que destacó por los retratos fotográficos a grandes escritores, además de por su labor en la edición literaria
28 junio, 2022 15:18En los últimos años de su vida, Mario Muchnik (Buenos Aires, 1931 – Madrid, 2022) se abandonó al escepticismo, pero hay quien todavía le guarda fe. Descubridor de talentos como Elias Canetti, publicado en su sello por primera vez en España, sus últimas declaraciones en El Cultural revelan un carácter desesperanzado ante el mundo literario en general y la edición en particular. “La lectura es una especie de disciplina perdida”, aseguraba, y “hay muchas cosas que se conjuran para que la literatura pase a mejor vida”.
No obstante, los compañeros, amigos y acólitos que este lunes lo homenajearon en el Instituto Cervantes se ocuparon de descubrir las virtudes mayores de este formidable personaje, licenciado en Física por la Universidad de Columbia y, a la postre, editor por herencia paterna. La Caja de las Letras se abría para extraer el legado de Muchnik. No tuvo mayor trascendencia el momento en que el director de la institución, Luis García Montero, expuso esos “objetitos de la vida cotidiana”, según los denominó el propio Muchnik en 2017 cuando efectuó el depósito: una caja de música, una flauta, una foto en blanco y negro firmada por una celebrity estadounidense…
La enjundia del acto tuvo lugar durante la mesa redonda celebrada a continuación, en presencia de su esposa, la periodista y pintora francesa Nicole Muchnik. El escritor Juan Cruz, que moderó el coloquio, se hizo eco de la “hondura de su pensamiento” a partir de un encuentro que dio pie a la propuesta del periodista canario para testimoniar sus memorias. La que se convirtió en una serie de libros, en la que destacan títulos como Lo peor no son los autores: autobiografía editorial 1966–1997 o Banco de pruebas: memorias de trabajo, 1949–1999, también fue celebrada por García Montero. El poeta recordó la dedicatoria en uno de los volúmenes a Alfred Knopf, que habría pronunciado la frase que resume la concepción de Muchnik sobre la edición: "el público no sabe lo que quiere; al público hay que enseñarle lo que quiere".
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La primera publicación de Muchnik fue un libro de poemas de Jorge Guillén, refirió el director del Cervantes, aunque su labor como editor ha pasado a la historia por introducir en España a autores como Susan Sontag, Primo Levi, Bruce Chatwin o Elias Canetti, cuya concesión de Premio Nobel de Literatura en 1981 supuso una de las noticias más emocionantes en la vida del editor. María José Gálvez, directora general del Libro y Fomento de la Lectura, también presente en el acto y editora antes de su cargo institucional, aseguró que “Mario ha sido un ejemplo de vocación” y “eso tan intangible como es el criterio: anteponer la calidad a las leyes del mercado”.
Pilar Reyes, directora literaria de Alfaguara y, por tanto, editora en activo, leyó todos sus libros antes de embarcarse en el oficio, pero solo mantuvo un encuentro con Muchnik. De aquella conversación no olvida una frase que aún la acompaña: “la edición no se enseña; se aprende”, le habría dicho el argentino, del que destacó sus “preocupaciones” por alcanzar “el objeto físico impecable” y la menos conocida obstinación en las buenas traducciones.
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“La labor de un editor no es solo poner los puntos sobre las íes”, irrumpió Montero Glez en la primera de sus intervenciones. El autor de Carne de sirena, su novela más reciente, se ocupó del lado más personal de Muchnik, “mi padre literario, el que me dio la dimensión que ahora tengo”. El trabajo de un director editorial, prosiguió, “consiste en poner en contacto al autor con su obra”, tratando de “que el autor crezca conforme la obra crece”. Para Montero Glez, según explicó en El Cultural hace solo unas semanas, desde la muerte de Muchnik “ya no hay editores, sino gente que trabaja en editoriales”.
El autor de Sed de champán es uno de los escritores que conocemos “gracias a Mario Muchnik”, según él mismo reveló. Precisamente esa novela, que leyó la periodista antes de recomendársela a su marido, fue la primera que se publicó de Montero Glez. “En Europa la literatura está acabada”, sentenció, y Muchnik sabía que “son los de América Latina quienes saben mover las palabras”, además de ostentar una necesaria “conciencia crítica”, que “no es lo mismo que tener cultura”, aclaró el escritor.
El poeta Juan Manuel Bonet se encargó de abordar la dimensión polifacética del homenajeado. El editor argentino no solo destacó por la trascendencia de su labor editorial, sino por su pasión por la fotografía. El ex director del Instituto Cervantes recordó que muchos de sus retratos a grandes amigos como Italo Calvino o Julio Cortázar —la que aparece reflejado el propio Muchnik en las gafas del escritor argentino “es única”, aseguraba Montero Glez— forman parte de una exposición itinerante que ha recorrido distintas sedes de la institución por todo el mundo.
Más allá de sus “memorias despiadadas”, pletóricas de ajustes de cuentas con distintas personalidades del mundo literario, Bonet asegura que “fue un gran fotógrafo”. Sus instantáneas del Mayo del 68 “no son un trabajo coral, sino personal”, apunta el poeta, que exhibió en el proyector del salón de actos muchas de las fotografías de Muchnik. En sus retratos “supo captar la esencia de la literatura”, dijo Bonet, con ejemplos como la complicidad de Jorge Herralde con Carmen Martín Gaite en la que el editor posa su mano sobre el hombro de la escritora, o el universo de Jorge Luis Borges cuando lo retrata junto a su biblioteca, siguiendo la frase del escritor: "Siempre pensé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca".
Un humor característico
Además, Muchnik inmortalizó muchos de sus viajes con sugerentes fotografías como la del anónimo leyendo un periódico en un café de París. No obstante, no fue solo la calidad y la belleza lo que se desprende de su pasión fotográfica. El sentido del humor tan característico del argentino también se inocula en esta manifestación artística que enriqueció sus inquietudes creativas, explicó Bonet.
A propósito de su sorna, siempre ingeniosa, Montero Glez aprovechó la presencia del actual director del Instituto Cervantes para esgrimir una anécdota que implicaba también a Muchnik. En uno de los encuentros con lectores que organizaba la Junta de Andalucía (el protagonista del episodio reside en Cádiz), una señora despistada solicitó al autor de Pistola y cuchillo que le dedicara un libro cuyo autor era, en realidad, García Montero. Se trataba de la biografía que el poeta publicó sobre Ángel González.
La lectora, confundida con el primer apellido de uno y el segundo del otro, se desorientó aún más con la semejanza del “González” poeta y el “Glez” narrador, por lo que para el último fue difícil resolver el entuerto. Finalmente firmó a nombre de Tony Curtis y cuando se lo contó a Muchnik, el editor homenajeado le espetó: “Bien, Monterito. Si hubieras firmado como Marylin Monroe, no se lo habría creído”.