“Novels have their own fate” (“Las novelas tienen su propio destino”), afirmaba con agudeza Harold Bloom, y en literatura, como en cualquier otra actividad humana, el destino, la suerte, juega un importante papel en el devenir de cualquier obra literaria. Ejemplo palpable de tal afirmación lo encontramos en la magnífica Pregúntale al polvo (1939) de John Fante (Denver, 1909 -Los Ángeles, 1983), cuyo destino fue perder los recursos que iban a dedicarse a publicitarla, por culpa de un pleito causado por otro libro.

Hambre

John Fante

Traducción de Antonio-Prometeo Moya Anagrama, 2022. 288 páginas. 19,90 €



La suerte también le fue esquiva a su autor, tal como reflejó Stephen Cooper en la referencial Full of Life: A biography of John Fante. Los testimonios de Dan Fante, hijo del autor, en Fante: A Family Legacy of Writing, Drinking and Surviving, ponen de manifiesto una vida terriblemente compleja desde su nacimiento en una familia dominada por el fanatismo religioso de la madre y los problemas con el alcohol del padre. Su vida como guionista cinematográfico estuvo marcada por continuas desgracias causadas por su diabetes, que desembocaría en la amputación de ambas piernas y la ceguera. Fante murió en 1983 sin que su obra fuera reconocida, a pesar de que William Faulkner lo consideraba uno de los mejores escritores de su época.

Confieso mi debilidad por Fante, pero no creo estar cegado por mis preferencias literarias al considerar ese roman à clef que es Pregúntale al polvo una obra a la altura de El guardián entre el centeno. El protagonista, Arturo Bandini, era el alter ego del propio autor y vuelve a ser el protagonista en la mayoría de los 18 relatos recopilados en Hambre. Tal como informa el editor, su referido biógrafo Stephen Cooper, el novelista “guardó docenas de cuentos inéditos, junto a otros que habían aparecido en revistas pero que después de su muerte no se recopilaron” (p. 9).

No todos son relatos en el sentido estricto del término; en algunos casos se trata de capítulos de libros nunca terminados —“Viaje en autobús”—, esbozos de futuras novelas —“Mary Osaka te quiero”—, algún que otro escrito de singular naturaleza, como el “Prólogo para Pregúntale al polvo” o “La primera vez que vi París”, y en cuanto a los relatos propiamente dichos, algunos de los publicados lo son por primera vez —“El delincuente”, “Una mala mujer”— en tanto que otros lo fueron en revistas de desigual relevancia como Westways, Scribener’s Magazine o Esquire. Todas las piezas fueron escritas en su época de máxima creatividad, entre 1932 y 1959.

Su disposición se ajusta a un orden cronológico regido por la edad del protagonista —aunque no en todos, Arturo Bandini, como ya se ha mencionado— siendo el “Prólogo para Pregúntale al polvo” la línea divisoria entre la infancia/adolescencia y la madurez. Bukowski asumía con orgullo que Fante fue su influencia más directa, hasta el punto de reconocerlo como su padre literario, lo que equivale a reconocerle como precursor del “Realismo sucio” que alcanzaría su máxima expresión en el propio Bukowski junto a Carver o Cormac MacCarthy.

[Sobrevivir a John Fante]



Los cuentos ahora recopilados mantienen una clara consonancia con los publicados en vida del autor con el título de Dago Red (1940) y sobre todo con los póstumos recogidos en The Wine of Youth: Selected Stories of John Fante (1985). Más allá de la obsesión del joven Arturo por convertirse en un escritor de éxito y reflejar la vida de los italo-americanos, en estos relatos encontramos los referentes temáticos propios de Fante: su honda implicación social, la quimera que representa el “sueño americano”, las implicaciones existenciales de la inmigración, las tribulaciones de la clase trabajadora y su degradación social… Todo ello narrado con el ingenio, maestría y sutileza de los grandes autores, y una exquisita prosa.



Creo que fue Julio Cortázar quien aseguró que la diferencia entre la novela y el relato estribaba en que la primera te vencía por puntos en tanto que los segundos te dejaban KO. Un buen ejemplo de tal aseveración lo encontramos en un relato que bien pudiera firmar Edgar Allan Poe, “El caso del escritor obsesionado”, con uno de los desenlaces más sorprendentes, imaginativos, y prodigiosos que recuerdo. Algo similar ocurre en “Póngalo en la cuenta” y “Los pecados de la madre”, dos relatos donde se sintetizan de manera excelente los intereses narrativos del autor.

Fante murió sin que su obra fuera reconocida, a pesar de que William Faulkner lo consideraba uno de los mejores escritores de su época

Actualmente se está reivindicando a John Fante como el más genuino escritor de Los Ángeles, de igual forma que J. P. Donleavy lo es de Nueva York. Incluso se ha acuñado el término “L. A. literature” como una suerte de subgénero literario con sus propias características. Encasillar a Fante en tal formato resulta un ejercicio tremendamente reduccionista.

Su literatura refleja, más que un lugar o un espacio, un tiempo, una época dominada por las miserias de la Gran Depresión y el optimismo social del período de posguerra muy al estilo de un John Steinbeck. Sus relatos fueron escritos en unos años artísticamente marcados por el cambio de referentes literarios en los que el naturalismo y realismo dejaban paso a la “modernidad” que representó el movimiento modernista. Conviene tenerlo presentedurante la lectura del libro, espléndidamente traducido por Antonio-Prometeo Moya.